UNIVERSIDAD |
PUBLICACIONES (2014-2018) |
P. UNIV. CATÓLICA DE CHILE |
12.866 |
P. UNIV. CATÓLICA DE RIO DE JANEIRO |
4.190 |
P. UNIV. CATÓLICA DO RIO G. DO SUL |
4.016 |
P. UNIV. CATÓLICA DE VALPARAÍSO |
3.313 |
P. UNIVERSIDAD JAVERIANA |
3.166 |
P. UNIV. CATÓLICA DO PARANÁ |
2.362 |
UNIV. CATÓLICA DEL NORTE (CHILE) |
1.908 |
P. UNIV. CATÓLICA DEL PERÚ |
1.717 |
(Fuente: Ranking Scimago 2020)
3. Gobernanza
En las universidades pontificias latinoamericanas la máxima autoridad es el Papa, aunque, por delegación, en la práctica es el Prefecto de la Congregación para la Educación Católica, organismo de la Curia encargado de la supervisión de los seminarios, las escuelas y las instituciones de educación superior. En el resto de las universidades canónicamente erigidas, la principal autoridad es el obispo titular de la diócesis respectiva, el cual suele ostentar el cargo de Canciller o Gran Canciller. En el caso de universidades fundadas por alguna orden o instituto religioso, la principal autoridad es el Provincial.
Los rectores son las máximas autoridades ejecutivas y tienen responsabilidades de tipo académico y administrativo. La mayoría de las instituciones cuenta también con una o más autoridades colegiadas, denominadas “consejos”. Estos organismos suelen ser de dos tipos: un Consejo Directivo, cuya labor está enfocada en temas de índole administrativa y económica, y un Consejo Académico o Consejo Universitario, dedicado principalmente a temas académicos. Los consejos directivos suelen estar conformados por miembros prominentes de la sociedad nombrados por el Gran Canciller, mientras que los segundos están integrados por decanos, profesores elegidos por sus pares y, con frecuencia, por representantes estudiantiles.
En algunos países de la región, las universidades católicas están legalmente obligadas a tener alguna autoridad colegiada en la que participan académicos, gestores administrativos y estudiantes, todos con derecho a voto. Este “cogobierno”, como se le denomina, es una institución típicamente latinoamericana. Existe desde 1918 y fue instituido por primera vez en Argentina, después de graves disturbios en las universidades estatales que originaron la llamada “Reforma de Córdoba” (Marsiske, 2004). Otros países, como Bolivia, Ecuador y Perú, también aplican el “cogobierno” como política de Estado.
La elección de autoridades en una universidad católica latinoamericana varía considerablemente en los diversos países y dentro del mismo país. En contraste con la tradición de las universidades de los EE.UU., donde comités ad hoc “de búsqueda” entrevistan a candidatos y proponen a los que consideran idóneos a la autoridad que corresponda, en nuestra región los rectores son designados por la autoridad eclesiástica, particularmente cuando se trata de clérigos o de religiosas, o por el Consejo Directivo. Este último es el procedimiento habitual en las instituciones con sostenedores laicos.
En las instituciones pontificias el nombramiento requiere la anuencia de la Santa Sede. También hay universidades en las que los rectores son elegidos mediante la votación de sus pares académicos, con o sin la participación de otros estamentos, según las normas legales que existan. En algunos casos, los claustros eligen una terna de la cual la autoridad máxima que corresponda puede elegir al candidato que considere más apropiado.
La misma variedad de alternativas se observa para la elección de otras autoridades universitarias, como vicerrectores, secretarios generales, decanos o directores de escuelas. En la mayoría de las instituciones, los vicerrectores y los secretarios generales son elegidos directamente por el rector, con quienes conforman un equipo de trabajo, o con la aprobación del Gran Canciller o del Consejo Directivo. Las autoridades de las facultades suelen ser elegidas por sus pares académicos, mediante diversos mecanismos, o por las autoridades a quienes ellos reporten.
4. Financiamiento
La principal fuente de ingresos de las universidades católicas de América Latina es la matrícula que pagan sus estudiantes. En consecuencia, para poder financiarse deben atraer un “número crítico” de postulantes. Una excepción a lo antes descrito ocurre en Chile, donde las universidades católicas y otras universidades privadas (sin fines de lucro) reciben subsidios directos e indirectos del Estado por montos significativos.
Gracias a una buena gestión de recursos, la gran mayoría de las universidades católicas logra cubrir sus costes operacionales y cuenta con una infraestructura adecuada para llevar adelante sus proyectos académicos. Desgraciadamente, la dependencia económica que mantienen con respecto a los ingresos por concepto de matrícula determina algún grado de elitismo social. En general, los estudiantes de las universidades católicas latinoamericanas provienen de escuelas católicas privadas y pertenecen a familias de ingresos superiores a las medias nacionales. Sensibles a esta realidad, todas ellas ofrecen becas y diversos beneficios para facilitar el ingreso de estudiantes pertenecientes a otros estratos socioeconómicos. Aun así, solo pueden hacer una contribución menor a la movilidad social.
EL FUTURO Y LOS DESAFÍOS DE SIEMPRE
A menos de cuatro meses de haber iniciado su largo pontificado, Juan Pablo II realizó la primera visita de un Papa a América Latina. Eso sucedió a inicios del año 1979 y con ello inauguró también su largo y notable ciclo de encuentros con las comunidades universitarias del mundo. En esa oportunidad, se reunió con los estudiantes de las universidades católicas de México, a los que se sumaron, motu proprio, estudiantes del resto de América Latina. El Santo Padre compartió con ellos su visión de la educación universitaria católica, planteando por primera vez algunos de los conceptos que, posteriormente, incorporaría a la Constitución Apostólica Ex corde Ecclesiae.
En primer término, agradeció el trabajo que realizan las universidades católicas, afirmando que son instituciones donde se irradian la cultura y el civismo cristianos, donde se forman las personas en un clima de concepción integral del ser humano, con rigor científico y con una visión cristiana del hombre, de la vida, de la sociedad, de los valores morales y religiosos (Juan Pablo II, 1979).
Esas metas ideales permanecen como los grandes desafíos de las universidades católicas. Son los mismos temas repetidos de modo exhortativo por Benedicto XVI y Francisco, quienes solo se han limitado a acentuar aquellos aspectos que la evolución de las culturas y de las ciencias van planteando como nuevos desafíos. Concretamente, el Papa Francisco sintetiza esas tareas instando a las universidades católicas a preguntarse qué contribución pueden y deben hacer a la salud integral del hombre y a una ecología solidaria (Francisco, 2019).
Las enseñanzas de los sucesores de Pedro, junto con las orientaciones y normas de la Constitución Apostólica Ex corde Ecclesiae, constituyen la “Agenda para el Siglo XXI” de la educación superior católica de América Latina y el Caribe. Transformadas en un plan de acción, implican una atención especial a los aspectos siguientes: 1) fidelidad a la misión; 2) el proyecto educativo; 3) la generación de conocimientos; 4) la proyección social, en clave de servicio; y 5) la internalización y las redes de intercambio.
1) Fidelidad a las misiones universitaria e identitaria
Ex corde Ecclesiae plantea a las universidades católicas la doble tarea de llegar a ser más “universidades” y más “católicas”. “Ser más” como universidad implica sobresalir académicamente en todos los aspectos. Para lograr este objetivo, la experiencia internacional enseña que es necesario hacer confluir armónicamente los factores siguientes: un cuerpo académico dedicado e idóneo; estudiantes con buen rendimiento académico; y disponer de recursos y gestionarlos bien. Además, es indispensable contar con un marco regulatorio adecuado, incluyendo políticas de Estado que orientan y apoyan.
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