Julián Peragón - La síntesis del yoga

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Este libro es una síntesis del conocimiento esencial del Yoga dirigido a los simpatizantes, estudiantes y profesores de esta ciencia milenaria. Contiene una visión actualizada de los 8 pasos del Yoga clásico que Patanjali describe en los Yoga-sutras y que son una referencia para todo practicante. Profundiza en la necesaria postura ética (yama y niyama); la actitud adecuada en la práctica de posturas, respiraciones y relajación (asana, pranayama y pratyahara) y el cultivo profundo de la concentración, la meditación y la absorción de la mente (dharana, dhyana y samadhi). Se basa en una pedagogía que adapta la práctica del Yoga a cada persona desde la escucha de sus necesidades y desde la observación de sus tensiones.

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La segunda orientación tiene que ver con el conocimiento de uno mismo. Cuando hacemos un āsana , por ejemplo, podemos notar con facilidad nuestras tensiones corporales, por otro lado nada extraordinario, pues vivir comporta desgaste y tensión. Pero esas tensiones, cada uno con las suyas, se tornan significativas. La tensión en los hombros, las cervicales o las lumbares nos pueden señalar, a menudo dolorosamente, que hay demasiada tensión en nuestros actos, una sobrecarga de responsabilidad en el trabajo o excesivo control en nuestras relaciones. Un ejercicio de respiración nos puede indicar un posible desequilibrio entre el dar o el recibir, y unos minutos en el silencio de la meditación la capacidad o no de estar con uno mismo sin angustia. Es decir, el Yoga nos sirve de espejo donde mirarnos y nos ayuda a comprendernos un poco más y, a ser posible, a aceptarnos.

La tercera orientación posible en nuestra práctica reside en un impulso de trascendencia tal y como comentábamos unos párrafos más arriba. El Yoga nos ayuda a comprender que todo está profundamente interrelacionado y que nosotros, por muy insignificantes que nos sintamos, formamos parte de una cadena infinita de vida que va desde las partículas subatómicas a los grandes cúmulos de las galaxias. Como los antiguos, podemos decir que el microcosmos que nos habita se refleja en el macrocosmos que nos sostiene, y viceversa. Esa íntima relación es la que buscamos en Yoga, una progresiva detención de las oscilaciones ordinarias de nuestra mente para encontrar una quietud intensa donde lo sutil de la existencia halle su propia voz.

Resumiendo: la dimensión terapéutica del Yoga nos ayuda a tener salud y vigor; la parte de crecimiento personal es una invitación a reconocernos y a (desde la aceptación de la realidad que percibimos) transformar los elementos disfuncionales de nuestra personalidad. Es desde esta salud y maduración interior desde donde podremos dar un salto inmenso hacia las profundidades de nuestro Ser. Ello implica, evidentemente, un cierto compromiso y una responsabilidad personal de integración, cada vez mayor, del Yoga en nuestra vida.

Yoga creativo

La tradición no es un esquema anclado en el pasado al cual nos hemos de ceñir, más bien hemos de entenderla como una sabiduría que se abre camino a lo largo de los siglos; en una transmisión directa o escrita, que se adapta a las circunstancias y a las mentalidades donde logra germinar. En este sentido toda tradición debería ser lo suficien temente flexible para captar el espíritu de los tiempos y ajustarse a ellos, pero ¿cómo hacerlo?

El Yoga, insistimos, necesita renovarse. Hace tiempo que salió de la cueva, del bosque y del ashram , hace ya mucho que está en la calle y llama a la puerta de la gente. Hoy en día el Yoga tiene que ayudar a la educación en las escuelas y también mejorar la autonomía de nuestros mayores. El Yoga, ahora mismo, ha de formar parte del equipo de salud, haciendo lo que sabe hacer, ayudando a movilizarnos, a relajarnos, a respirar y a encontrar momentos de quietud. El Yoga puede ser un complemento ideal dentro de la empresa, de la fábrica o de la oficina para gestionar los elementos que generan estrés; puede reforzar en los jóvenes la capacidad para concentrarse en el estudio y evitar lesiones innecesarias en el deporte; puede ayudar mucho en todo tipo de discapacidades e incluso a favorecer la mejora personal en los periodos prolongados de falta de libertad que supone la prisión. El Yoga tiene un gran potencial pero necesita ser creativo.

La creatividad no es más que inteligencia aplicada a una situación dada. Debemos seguir fielmente la brújula del Yoga, pero hemos de tener también la suficiente habilidad para encontrar el trayecto más adecuado a nuestros gustos y necesidades. Cada vez más, el Yoga se parece a un self service con infinitas posibilidades; depende de nosotros hacer un buen uso y, si tuviéramos que dar un consejo, diríamos que más vale servirse aquello que podamos digerir bien, masticando lentamente. El Yoga de este siglo tiene que apoyarse en la escucha respetuosa de lo que somos y dar una respuesta creativa a lo que nos dice.

Yoga integral

Cuando Patañjali (del que hableremos en profundidad más adelante) estructura lo que denominamos hoy en día Yoga clásico nos está insinuando, a su manera, que hay un yo físico pero también otro emocional, nos dice que no nos podemos olvidar del yo ético y tampoco del intelectual, que hay un yo místico y que, en definitiva, nos interesa conectar con esa dimensión espiritual.

Lamentablemente, una de las disfunciones en la divulgación del Yoga es haberlo fragmentado demasiado. Clases de Yoga sin hablar de ética; sesiones donde salimos extenuados de hacer posturas pero en las que no ha habido lugar para la meditación; secuencias de posturas enlazadas sin un trabajo de respiración en profundidad… La demanda es la demanda, dirán muchos. Una gran mayoría de personas quieren unas clases para soltar su estrés, dinamizar el cuerpo y relajarse un poco, nada más. Totalmente respetable aunque, en el fondo, dudo de que no deseen nada más. La experiencia me lo demuestra.

Sin embargo, el Yoga, en su integridad, podría ser un buen revulsivo para transformar un estilo de vida insano, cuestionar creencias limitadoras y fortalecer una ética débil o desorientada. No podemos limitarnos a poner paños de agua caliente, necesitamos una palanca para mover las piedras enormes que obstaculizan nuestro desarrollo, tanto individual como colectivo.

El mercado del Yoga

En la actualidad hay un par de centenares de millones de personas que practican o simpatizan con el Yoga en todo el mundo y, sin duda, somos muchos los que consumimos camisetas, pantalones, esterillas y cintas, además de libros, revistas, viajes, alimentos sanos y productos para la higiene personal. No hay nada de malo en ello. Sin embargo, la delicada línea entre la transmisión sincera de una ciencia del conocimiento y el escaparate mercantilista del Yoga tiende a diluirse.

La publicidad de muchos centros de Yoga no se ha quedado atrás. Prometemos en nuestros folletos promocionales relax, bienestar, realización personal y felicidad. Las imágenes de nuestros carteles muestran personas jóvenes y sanas en paraísos naturales, o bien yoguis haciendo posturas acrobáticas sin perder la sonrisa. Hay gurus que han patentado su serie de Yoga y existen numerosos pleitos en la justicia por la utilización de una marca o de una técnica. Podríamos decir que es el mundo real donde confluyen (y chocan) los intereses de cada uno. Pero ya no tengo tan claro si es el Yoga el que ha venido para transformar la sociedad, o es la lógica neoliberal imperante la que está cambiando al Yoga. Seguramente no hay mala intención en la publicidad del Yoga pero, a todas luces, prometemos cosas increíbles que seguramente son restos de mitos que rodean al Yoga y no resultados reales que podamos constatar en nosotros mismos, ya sea como profesores o como alumnos.

A menudo tengo dificultades para responder a la pregunta sobre qué estilo de Yoga practico e imparto en mis clases. Si hiciéramos un listado exhaustivo de los tipos de Yoga que podemos encontrar en toda la oferta existente, seguramente quedaríamos anonadados. Parece que unos cuantos han tenido más éxito y, sin embargo, una mirada externa no apreciaría demasiadas diferencias entre todos ellos, a no ser, tal vez en la intensidad o en las secuencias… pero al fin y al cabo imparten clases de hatha-yoga en la gran mayoría de ellos, todas respetables, por supuesto.

Asimismo me sorprende que un conocimiento que ha pasado de mano en mano desde tiempos inmemoriales tenga que ser bautizado con nuestro nombre o apellido y ponerle barreras a su expansión. Me extraña que nos seduzcan tanto los estilos de Yoga y no tanto las personas reales que los transmiten que, al fin y al cabo, son los que difunden esta enseñanza. Seguramente nos identificamos todavía con aquellas marcas que nos dan confianza y prestigio. Pero, ¿acaso hemos caído en otra forma de mercantilización del Yoga? ¿Hemos cedido a una modalidad superficial de esta ciencia del cuerpo y del alma tan profunda? O quizá ¿es que estamos todavía en la fase adolescente de dicha divulgación y nos toca madurar? Pero antes de seguir adelante, asegurémonos que sabemos bien lo que es el Yoga.

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