El precio de la democracia
El precio de la democracia
JULIA CAGÉ
Traducción de Darío Zárate Figueroa
Primera edición, 2021
Título original: Le Prix de la démocratie by Julia Cagé
© Librairie Arthème Fayard, 2018
Traducción de Darío Zárate Figueroa
Diseño de portada: León Muñoz Santini y Andrea García Flores
Fotografía de solapa: © Philip Conrad
Este libro fue publicado en el marco del Programa de Apoyo a la Publicación de la Embajada de Francia en México/IFAL
D. R. © 2021, Libros Grano de Sal, SA de CV
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ISBN 978-607-99465-7-9
Presentación, por LORENZO CÓRDOVA VIANELLO
Agradecimientos
Introducción | El agotamiento democrático
Primera parte | Cuando los pobres pagan por los ricos
1.El costo de la democracia | Primeros puntos de referencia
2.El financiamiento privado de la democracia | Un sistema poco regulado y pensado únicamente para los más privilegiados
3.Las realidades del financiamiento privado | Cuando los impuestos de todos financian las preferencias conservadoras de unos pocos
4.Más allá de la política | El financiamiento privado de un bien público
Segunda parte | Las oportunidades perdidas
5.¿Una esperanza? | El financiamiento público de los partidos y las campañas electorales
6.El financiamiento público de la democracia | Un sistema en peligro
7.Las desviaciones estadounidenses | ¿Un riesgo que amenaza a Europa?
8.El precio de un voto | De las elecciones locales en Francia a la microfocalización generalizada
Tercera parte | ¡Salvemos a la democracia! Por una refundación de la democracia política y social
9.¿Todo está dicho? | De la ilusión de permanencia a la innovación de los cheques democráticos
10.Por una democratización del financiamiento “privado” de la democracia y una refundación del financiamiento público de los partidos
11.Por una Asamblea Mixta: social y política
Conclusión | Las condiciones de la democracia “continua”
Notas
Se requiere algo más que talento y capacidad de investigación para un proyecto intelectual como El precio de la democracia . Se requiere, además, valor y, por supuesto, un mínimo de convicción ética, una combinación no muy frecuente en la época actual. En ese sentido, defender la idea del financiamiento de la política con recursos públicos, en tiempos de un extendido descrédito de la democracia y de sus instituciones —como los que hoy vivimos—, es una empresa que exige talento, sin duda, pero también valor y compromiso cívico y democrático, y esto es justo lo que, desde mi punto de vista, encontramos en la obra de Julia Cagé.
La autora analiza, con un gran despliegue analítico soportado en fuentes estadísticas notables, la evolución del financiamiento de la democracia y los gastos electorales en varios países del mundo, con especial atención en Europa. Al situar históricamente los antecedentes de los modelos de financiamiento de la actividad política que incluye en su análisis, Cagé demuestra cómo los donativos y la “inversión” de recursos de los actores privados han trastocado de forma paulatina, pero constante, el funcionamiento de la representación política en la democracia moderna, con lo que se evidencia, una vez más, que las aportaciones privadas a la política rara vez tienen una “vocación filantrópica” y casi siempre conllevan una intencionalidad, abierta o soterrada, que termina convirtiendo la representación democrática en una representación de intereses.
Julia Cagé va más allá y sugiere que hay una relación entre la tendencia a eliminar los límites al financiamiento privado de la política y reducir el financiamiento público, al abstencionismo en las elecciones y a la crisis de la representación política que viven las democracias desde hace varios lustros. La línea de continuidad entre estas tendencias, argumenta ella, es el efecto que el dinero, especialmente el que se canaliza desde el poder económico, ha tenido en campañas, candidaturas y partidos, capturando la representación política en favor de los intereses de quienes, en las sociedades modernas, son los dueños del capital. Se trata, hay que agregar y enfatizar, de una relación que se agudiza y se hace incluso estructural en contextos de profunda desigualdad y concentración del ingreso como en los que vivimos actualmente.
Cagé pone en evidencia también que las posiciones y los argumentos de rechazo a los partidos como instituciones fundamentales de la vida democrática son el sustrato que da germen a las propuestas e iniciativas de desaparición o reducción del financiamiento público a los partidos. En otras palabras, la innegable crisis de credibilidad que aqueja a los partidos, asociada con su lejanía de la población, su elitismo, su incapacidad de abrir márgenes más amplios de participación democrática y su transformación en meras maquinarias electorales y clientelares (sin poner demasiada atención a las ideologías o las posiciones programáticas), está siendo aprovechada para promover el abandono o la reducción drástica del financiamiento público. Pero, como sabemos, y tal como la propia autora lo plantea, ese abandono del financiamiento público de la política sólo sería, parafraseando a Clausewitz, la continuación de la crisis de representación por otros medios. En efecto, el riesgo es que la representación política quede capturada únicamente por un sector de la población, que tiene la capacidad de financiar los altos costos que conlleva la actividad política, provocando lo que, desde mi punto de vista, es un gradual y paulatino deslizamiento de la democracia representativa a una especie de “plutocracia representativa”.
Por todo lo anterior, la autora arriba a una conclusión con la que coincido enteramente y que valdría mucho la pena que se escuchara en los debates parlamentarios y las deliberaciones públicas de muchos países, incluido, sin duda, México. Afirma Julia Cagé: “lo que nos enseña la historia es que sólo lograremos poner fin a los excesos del financiamiento privado de la democracia si los limitamos por medio de leyes y los sustituimos con un sistema de subvenciones públicas suficientemente cuantiosas”. En efecto, para Cagé una de las soluciones a la captura de la política representativa por parte de intereses privados, vía el dinero, es reconducir el financiamiento al orden público, sin excesos, pero con suficiencia. En ello nos va, en buena medida, para decirlo en términos weberianos, garantizar la autonomía del poder político frente al poder económico.
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