NO TE ARREPIENTAS
DE QUERERME
GEMA GUERRERO ABRIL
NO TE ARREPIENTAS
DE QUERERME
EXLIBRIC
ANTEQUERA 2021
NO TE ARREPIENTAS DE QUERERME
© Gema Guerrero Abril
Diseño de portada: Dpto. de Diseño Gráfico Exlibric
Iª edición
© ExLibric, 2021.
Editado por: ExLibric
c/ Cueva de Viera, 2, Local 3
Centro Negocios CADI
29200 Antequera (Málaga)
Teléfono: 952 70 60 04
Fax: 952 84 55 03
Correo electrónico: exlibric@exlibric.com
Internet: www.exlibric.com
Reservados todos los derechos de publicación en cualquier idioma.
Según el Código Penal vigente ninguna parte de este o
cualquier otro libro puede ser reproducida, grabada en alguno
de los sistemas de almacenamiento existentes o transmitida
por cualquier procedimiento, ya sea electrónico, mecánico,
reprográfico, magnético o cualquier otro, sin autorización
previa y por escrito de EXLIBRIC;
su contenido está protegido por la Ley vigente que establece
penas de prisión y/o multas a quienes intencionadamente
reprodujeren o plagiaren, en todo o en parte, una obra literaria,
artística o científica.
ISBN: 978-84-18730-41-2
GEMA GUERRERO ABRIL
NO TE ARREPIENTAS
DE QUERERME
A mis padres, que me enseñaron a amar la lectura.
«Dicen que cuando conoces al amor de tu vida el tiempo se para… y es verdad. Lo que no dicen es que cuando vuelve a ponerse en marcha se mueve aún más rápidamente para recuperar el tiempo perdido».
Big Fish
Índice
Capítulo 1
Capítulo 2
Capítulo 3
Capítulo 4
Capítulo 5
Capítulo 6
Capítulo 7
Capítulo 8
Capítulo 9
Capítulo 10
Capítulo 11
Capítulo 12
Capítulo 13
Capítulo 14
Capítulo 15
Capítulo 16
Capítulo 17
Capítulo 18
Capítulo 19
Capítulo 20
Capítulo 21
Capítulo 22
Capítulo 23
Capítulo 24
Epílogo
Agradecimientos
Sobre la autora
Capítulo 1
Alba y Sonia miraban la fachada del local embobadas, casi sin podérselo creer. Estaban cansadas de tanto pintar, limpiar, ordenar y reorganizar, pero merecía la pena.
—¡Por fin! —exclamó Sonia suspirando mientras miraban desde la puerta al interior del local.
—¡Sí! ¿Quién lo iba a decir? —le dijo Alba a su amiga, dándole un golpe de cadera y guiñándole un ojo.
—Me alegro de poder compartirlo contigo. Sin tu ayuda jamás lo hubiera conseguido. —Se volvió y acogió en sus brazos a su gran amiga.
Alba estaba encantada; por fin iba a poder ver como su mejor amiga, Sonia, abría su negocio, un pequeño local muy acogedor donde poder tomarse un café y degustar un sinfín de pastas y dulces. El Café; así de simple era el nombre del establecimiento. ¿Pero para qué más? Conciso y claro. Alba y Sonia eran amigas desde el instituto y Alba la había ayudado a llevar a cabo su sueño. Eran muy distintas en todo, pero se llevaban de fábula. Congeniaron desde el primer día que empezaron el instituto y esa amistad seguía después de tantos años.
Alba era alta, con el pelo de un color castaño claro y ondulado y un cuerpo muy bien formado, un pecho generoso y una cara con unos rasgos muy dulces. Tenía unos ojos castaños muy grandes y expresivos y unos labios bien marcados. No era una belleza, pero para los hombres resultaba muy atractiva. Un poco tímida al principio, pero cuando se soltaba era un huracán. Sonia era más bajita, casi una cabeza menos, pero con el pelo casi del mismo color, ojos marrones y una cara bonita con unas pecas que le hacían un rostro gracioso. Era delgada y fibrosa como su amiga, sin pelos en la lengua, abierta y espontánea. Las dos bailaban juntas desde hacía unos años en un gimnasio.
—Me invitarás al primer café, ¿no? —le preguntó Alba con una gran sonrisa y con un trapo aún colgando de su hombro. Llevaba un vaquero desgastado, una camiseta de algodón muy amplia que había conocido días mejores y el pelo recogido en un simulacro de coleta, pero estaba feliz de poder ver a su amiga al frente de su negocio.
—Por supuesto. Siempre que quieras. —Sonia le devolvió la sonrisa. Su atuendo era parecido al de su amiga, pero ella llevaba un pañuelo cubriéndole la cabeza.
—Por cierto, ¿Óscar no iba a venir a colocar el neón de la entrada? Creo, amiguita, que te ha vuelto a tomar el pelo. Ya debería estar aquí, ¿no?
—Me dijo que vendría sobre las cinco y ya pasa de y media. De verdad, ¡hombres! Ya se lo haré pagar luego en la cama —le comentó con una pícara sonrisa. Sonia vivía con su novio, Óscar, desde hacía más o menos cinco años y se querían como el primer día.
—No hace falta que me des detalles, imagino por dónde vas —le contestó Alba, sonriendo al ver la cara de vicio que se le había puesto a Sonia.
Ambas estallaron en una carcajada a la vez que Óscar asomaba por la esquina, cargado con una escalera en una mano y una gran caja de herramientas en la otra, silbando una cancioncilla.
Se paró delante de la puerta y sonrió. Ver a su chica tan feliz le llenaba de alegría. ¡Por fin! Habían pasado por una mala etapa, casi estuvieron a punto de dejarlo. Con los nervios de la apertura del negocio y todos los preparativos que ello conllevaba, Sonia había estado en un plan que no todo el mundo hubiera aguantado lo que él llevaba a sus espaldas, pero nada mejor que ver feliz a su chica. Se querían y se entendían, y cuando Sonia por fin comprendió que sus nervios le iban a hacer cometer una estupidez reculó y, reconociendo (gracias a las charlas con Alba) que la culpa era suya, se disculpó con su chico y prometieron no volver a discutir de ese modo nunca más.
Se habían dicho cosas que ninguno sentía y Sonia, que no se mordía la lengua y podía ser muy dañina cuando estaba nerviosa, le dijo cosas muy feas a su novio; cosas que, después de hablarlas con Alba, se dio cuenta de que estaban mal. Menos mal que Óscar era como era, que si no…
—Bueno, esto parece que va en serio, ¿no? Hola, cariño —saludó a Sonia a la vez que soltaba la escalera y la cogía de la mano para darle un beso en los labios, muy de película de Hollywood. Alba no sabía dónde meterse, aunque ya conocía las muestras de cariño de esos dos y sus enfados, reconciliaciones y demás—. Hola, Alba. Gracias por ayudar a mi chica.
—¿Bromeas? ¿Y perderme todo esto? —respondió Alba, señalando con el trapo a su alrededor—. Por nada del mundo. Así me gano un café. Además, sabes que Sonia es parte fundamental en mi vida.
—Lo sé. —Se acercó a Alba y le dio un beso en la mejilla—. Veo que habéis terminado por aquí.
—Sí, cariño. Solo falta que acabes con el neón y mañana empezaremos a funcionar. ¡Qué nervios! —Sonia daba saltitos en el sitio y aplaudía como una niña.
Óscar se puso manos a la obra mientras las dos amigas volvían a entrar en el local y seguían ultimando cosas dentro. Todo parecía estar en orden. El local no era muy grande, pero Sonia le había echado el ojo hacía casi tres años; fue amor a primera vista y no se decidía a dar el paso hasta que, después de mucho meditar, hacer números y más números, se decidió. Óscar la animó desde el primer momento que se lo planteó y al ver que no estaba sola se lanzó de cabeza a su gran sueño: ser su propia jefa.
Las seis mesas que cabían en el local estaban limpias y vestidas con sus mantelitos en un azul muy suave; la barra, al fondo, con una gran cafetera, los servilleteros relucientes y un mostrador central, cerrado en una vitrina circular, donde se exhibían las pastas y dulces para acompañar el café o cualquier otra infusión.
Читать дальше