Cuando un representante del Partido Comunista de México visitó Pekín, Hunt, que también es un novelista prolífico, inventa una historia en la cual el enviado mexicano denigra a sus propios compatriotas. Con orgullo por un trabajo de inteligencia perfecto, recordará que se la envió a Washington, donde un equipo técnico la tradujo al mandarín y copió la tipografía usada por un diario en China. Cuando Hunt recibió las copias falsas, se las pasó a los periodistas mexicanos con los que había trabajado una relación de amistad y la historia fue traducida al español y publicada. Cuando el viajero afectado protestó (Hunt no revelará su nombre), una investigación independiente demostró que la tipografía del diario filtrado en México y la usada por el original en China eran las mismas.
En México, Hunt reclutó políticos, estudiantes y sacerdotes para su gran misión de derrocar al presidente democrático de Guatemala, Jacobo Árbenz, al que nunca dejó de llamar dictador. Diferente a la batalla financiera y política, la batalla cultural siempre fue ganada por la izquierda, tanto en Estados Unidos como en América latina, motivo por el cual se inoculó la idea de que la intelectualidad en el mundo había sido infestada por el marxismo. Paradójicamente, los principales agentes perturbadores del libre proceso de debate y pensamiento a través del dinero y la manipulación de los servicios de inteligencia fueron los de Washington y la CIA. Hunt financiaba a estudiantes mexicanos favorables a su ideología, los que lograba enviar a Guatemala para amplificar la narrativa y el miedo al comunismo.
La CIA no sólo invertía en artículos para crear opinión directa en los principales medios de comunicación del continente sino, incluso, en arte abstracto. En Estados Unidos, el Congress for Cultural Freedom (Congreso por la Libertad de la Cultura), con presencia en decenas de países, fue ideado y financiado por la Agencia, preocupada porque no sólo los científicos y los escritores tenían inclinaciones hacia la izquierda sino también los artistas plásticos. 7En el caso de revistas culturales como la Partisan Review fundada en Nueva York por el Partido Comunista de Estados Unidos en 1934, a partir de los años 50 fue inoculada por la CIA, la que la financió por las décadas siguientes. Al mismo tiempo, las derechas estadounidense y latinoamericana se esforzarán por propagar la idea de que la cultura había sido infiltrada por el marxismo mucho antes que esta corriente tuviese alguna relevancia en las universidades latinoamericanas y estadounidenses.
Por esta época, aparte de los programas de radio para los trabajadores rurales, aparte de las editoriales de los diarios de gran circulación para la clase obrera y de los pequeños empresarios urbanos, las revistas culturales tienen un peso abrumador (algo que nunca recuperarán) en la creación de opinión de la clase culta, rebelde o dirigente, un grupo minoritario pero con una relevancia que no existe en Estados Unidos. La CIA lo sabe y sabe dónde invertir sus excedentes presupuestales. Diferentes publicaciones latinoamericanas como Amaru de Lima, Eco de Bogotá o Combate , fundada por el ex presidente de Costa Rica José Figueres, fueron financiadas por la Agencia a través de terceros, como fundaciones fachadas, muchas veces sin el conocimiento de sus propios directores. La revista Mundo Nuevo , fundada en París por el reconocido crítico uruguayo Emir Rodríguez Monegal, fue financiada por la CIA. 8Los principales autores del Boom latinoamericano como Octavio Paz, Carlos Fuentes, García Márquez y Vargas Llosa, y los del Boom alternativo, como los cubanos Cabrera Infante y Severo Sarduy, publicaron y fueron promocionados por esta influyente publicación internacional. Con manifiesto disgusto, Rodríguez Monegal renunció a su dirección cuando una investigación del New York Times reveló esta nueva manipulación de Washington. En el número 14 de Mundo Nuevo publicado en agosto de 1967, Rodríguez Monegal (antagónico, en el archi célebre semanario Marcha de Montevideo, de otros dos respetados críticos del continente, el cubano Fernández Retamar y el uruguayo Ángel Rama) publicó un alegato algo tibio y exculpatorio contra la CIA y el estalinismo en un largo artículo titulado “La CIA y los intelectuales”. Su afirmación de que “ no formamos parte de la propaganda de nadie ” seguramente fue honesta, pero no la verdad. Seguramente se trató de otra víctima de otro complot. Las estrategias de engaño verosímil de la CIA tienen un patrón común. En 1972 Rodríguez Monegal fue acusado de financiar al movimiento guerrillero de izquierda Tupamaros, de la cual su hija era miembro. Su hija fue detenida por la dictadura militar uruguaya y a él se le negó la entrada al país hasta el final de la dictadura, en 1985.
La filtración de esta operación desencadenará en una extensa investigación sobre otras costumbres de la CIA y de Washington en otros países, como los golpes de Estado y los asesinatos de líderes incómodos, lo que será posible por un Congreso estadounidense con un número histórico de representantes y congresistas progresistas, algo que será revertido en los años ochenta con la reacción mediática, religiosa y política del nuevo movimiento neoconservador. También la CIA y la NSA deberán reconsiderar cómo hacen las cosas. Si antes eran academias del secreto y el engaño, desde ahora tendrán que ir más allá del posgrado. Furioso por los comités de investigación del Senado y por la desclasificación de unos pocos documentos secretos, el Secretario de Estado Henry Kissinger propone radicalizar las medidas que impidan futuras acusaciones bajo nuevos estándares de “ unconditional secrecy ”. Las estrategias son infinitas. Según el National Security Archive, el mismo Kissinger había filtrado documentos secretos por lo cual se intentaba castigar a las comisiones investigadoras y, según uno de los periodistas que destaparon el escándalo que terminó con la renuncia de Nixon, Carl Bernstein, la misma comisión Church omitió información más comprometedora.
El senador Frank Church morirá en 1984 a los 59 años, luego de luchar sus últimos años contra dos cánceres diferentes, primero un cáncer de testículo y luego otro cáncer de páncreas. El cáncer ha sido con frecuencia una causa de muerte natural de muerte entre los disidentes. Claro que estas son especulaciones exageradas basadas en meras coincidencias. Los servicios secretos más poderosos del mundo jamás atentarían contra la integridad física de un disidente. Mucho menos contra uno que los ha desnudado y goza de cierta popularidad.
Durante los años 90, la CIA invertirá fuerte en películas y programas de televisión. Desde 1996, un veterano del golpe contra Allende en Chile, colaborador de Operación Cóndor y experto en guerra psicológica, Chase Brandon, será el principal operador de medios visuales de la CIA en América Latina. Brandon actuará como productor y asesor de decenas de películas, de prestigiosos canales como Discovery, Learning Channel e History Channel y, sobre todo, programas de entretenimiento de consumo rápido y alcance masivo. No por casualidad, entrado el siglo XXI, la misma Agencia continuará secuestrando, torturando, manipulando información o haciendo pasar muertos inocentes como resultado de ataques clínicos contra terroristas en Medio Oriente con total y absoluta impunidad. 9El 31 de enero de 2016, el Washington Post revelará una de las estrategias de la Agencia llamada Eyewash , que consiste en difundir información falsa no sólo al público inexperto sino a sus propios agentes de segunda categoría, de forma que nunca nadie sepa si algo es verdad o producto de alguna teoría conspiratoria. En un cable enviado a un país extranjero, la CIA desautoriza cualquier operación contra el objetivo X y en otro, enviado a un círculo pequeño de oficiales, ordena desestimar cualquier información anterior para proceder con el plan Z. Desde entonces, los malditos historiadores la tendrán más difícil cuando se hagan con alguna prueba o documento. Cuando descubran algo, serán silenciados, desestimados por reseñas lapidarias o por la burla del pueblo burlado.
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