Radios como La Voz de la Liberación fueron creadas de la nada para el golpe de Estado en Guatemala en 1954, pero la práctica más común por sus costos y, sobre todo, por su credibilidad fue la inoculación de medios establecidos y con algún prestigio. La televisión y algunas radios de Uruguay también habían caído en esta red, pero se prefería a los diarios porque eran el espacio ideal para introducir ideas e información política que luego sería repetida por los otros medios. En el tranquilo país del extremo Sur, la CIA, que también había trabajado con funcionarios, policías y políticos, había encontrado dificultades en la universidad y en las organizaciones populares. Diferente a su anterior experiencia en otros países del continente, había reconocido el agente Agee, Uruguay era más difícil de corromper con dinero debido a su alto desarrollo social y económico y a una fuerte educación que procedía de los tiempos de José Batlle y Ordóñez a principios de siglo. Por esta razón, en lugar de infiltrar grupos de izquierda y organizaciones universitarias como la FEUU, habían decidido trabajar más a nivel de la educación secundaria, esperanzados de que estos estudiantes más jóvenes un día serían universitarios. 2También habían invertido en la promoción de “sindicatos libres” alternativos y en políticos mediáticos y ruralistas como Benito “Chicotazo” Nardone (luego presidente por un año) los cuales también eran canales para la narrativa y las políticas de la CIA. 3Durante la Guerra Fría la estrategia era subsidiar los grandes medios de prensa latinoamericanos con dinero secreto o a través del pago de publicidad. Durante la Era de Internet la estrategia será posicionarlos en las autopistas más transitadas de Internet, en manos de las compañías estadounidenses con frecuentes conexiones con Washington. Como lo demostrarán diversos estudios de instituciones como la American Institute for Behavioral Research and Technology, para 2015 las grandes compañías habrán invertido 20 mil millones de dólares anuales sólo en forzar la búsqueda de información para privilegiar una opción política sobre otra.
El plan resultó según lo previsto. No sólo se estableció una dictadura por once años en uno de los países más democráticos de América Latina, sino que, además, como en cualquier otro país al sur del río Grande, se inoculó la idea de que la barbarie militarista no era un ataque sino una defensa contra las injerencias extranjeras. Por las generaciones por venir, una considerable proporción de la población y de los políticos continuará justificando la dictadura militar y culpando de sus violaciones de los derechos humanos a un grupo guerrillero llamado Tupamaros, surgido en los años sesenta y desarmado mucho antes del golpe de Estado. El argumento de que un país puede suprimir los derechos humanos para luchar contra quienes desean destruir los derechos humanos seguirá siendo un éxito casi absoluto de la propaganda organizada en Washington desde el siglo XIX. La idea de que los grandes medios de prensa y los ejércitos latinoamericanos defienden el honor y las injerencias extranjeras, también.
Los negacionistas funcionales (muchos de ellos educados en estos grandes medios de manipulación) se encargarán de descalificar a Agee por haber desertado de la CIA y no mencionarán que sus revelaciones no fueron negadas por otros agentes y directores de esa agencia, sino lo contrario. Diferentes confesiones de agentes que se mantuvieron fieles a su misión hasta sus últimos días reconocerán y confirmarán estas prácticas sin ninguna comezón de conciencia.
La CIA opera en cada país desde dentro de compañías aéreas, mineras y de servicios de limpieza (en mucha de las cuales es accionista) hasta sindicatos y centros de educación. Pero los medios de información y entretenimiento siempre han sido un área de extrema sensibilidad y utilidad. Los medios son los principales creadores de opinión y de sensibilidades y, como lo reconoció Edward Bernays mucho antes de que se inventara la CIA, la mejor forma de administrar una democracia es decirle a la gente lo que deben pensar. Como lo practicó innumerables veces el mismo Bernays cuando fue contratado por Washington para vender un golpe de Estado o por una empresa privada para vender tocino, la Opinión pública es un producto, algo que se fabrica y se vende como cualquier otro producto. Sólo hay que hacer que otros digan y repitan lo que nosotros queremos que se diga y se repita sin que nunca se sepa su verdadero origen. “ Sobre todo cuando la gente no tiene ni idea de dónde procede realmente una mentira ”.
Por las décadas y por las generaciones por venir, los grandes medios de prensa dominantes y creadores de opinión pública en casi todo el mundo serán conservadores, de derecha. Como parte de la misma lógica, serán acusados de ser liberales, de izquierda.
En sus manuales, la CIA y del National Security Council (“A Plan for National Psychological Warfare” del 10 de julio de 1950) compartían un consenso que les habían robado al propagandista Edward Bernays: la forma más efectiva de propaganda “ es aquella en la cual el sujeto se mueve en la dirección deseada por las razones que él cree que proceden de su propia libertad ”.
En Argentina, la decepción de los peronistas por el nuevo peronismo de derecha y la actividad subversiva (nacida bajo la dictadura de Onganía en los 60) habían alcanzado niveles de nerviosismo nacional y sirvieron para una nueva excusa de las fuerzas de represión. Pocos meses antes de las elecciones de 1976, con una violencia paramilitar de la extrema derecha actuando a su antojo, los militares decidirán dar un nuevo golpe de Estado y evitar el triunfo del ala izquierda del peronismo, representado por Héctor Cámpora, candidato favorito para esas elecciones.
En Uruguay, el golpe de Estado de 1973 tampoco tuvo como objetivo derrotar a los tupamaros que ya habían sido derrotados. Había que eliminar la amenaza de una opción popular por la fuerza de los votos. En Chile, el golpe de Estado no fue posible antes del triunfo de Allende, sino después. Esta fue la diferencia.
Años después, las elites en el poder político y social no se cansarán de repetir que, de no haber sido por los grupos rebeldes de izquierda como los Tupamaros, las dictaduras militares nunca hubiesen existido. Esta fabricación se convertirá en un dogma. Como los traumas de las dictaduras, sobrevivirá en las generaciones por venir.
Escritores, libros, editoriales, reseñas mercenarias
WASHINGTON DC. 26 DE ABRIL DE 1976. El senado de Estados Unidos publica el informe final de las investigaciones de la Comisión Church sobre abusos de la Agencia de Seguridad Nacional y de la CIA, desde el planeamiento de golpes de estado y asesinatos de líderes de países extranjeros hasta el seguimiento de disidentes nacionales y la introducción planificada de propaganda ideológica en los ámbitos de la cultura, la academia, los medios de comunicación, las agencias noticiosas, sindicatos y grupos religiosos. Cualquier grupo u organización con cierto prestigio social ha sido infiltrada con el propósito de crear opinión pública a favor o en contra de algo o de alguien o, simplemente, para evitar que algo o alguien cobre alguna relevancia social y se hunda en la oscuridad y en el ostracismo. Cuando en 1963 la CIA supo antes que nadie que Pablo Neruda era un fuerte candidato al premio Nobel de Literatura de 1964, comenzó de inmediato una campaña de desprestigio, inoculando los medios y apuntando a los lectores de izquierda con el rumor de que en 1940 León Trotsky había sido asesinado, con la complicidad del poeta chileno. 4Neruda, García Márquez, Eduardo Galeano y muchos otros estaban en la lista de visitantes prohibidos de Washington, pero como los otros, en 1966 Neruda había logrado realizar una gira por Estados Unidos, no sólo debido a los reclamos de Arthur Miller y otros intelectuales estadounidenses sino porque no convenía a la imagen del gobierno hacer pública la prohibición de nombres respetados en tantos países. La CIA y el FBI no le perdieron pisada, siempre a la búsqueda de algún dato comprometedor, como la afición por las mujeres de Martin Luther King y la nunca descubierta debilidad de John Lennon. Cuando el premio Nobel guatemalteco Miguel Ángel Asturias (otro feroz crítico de la guerra de Vietnam y el imperialismo estadounidense) fue propuesto para la presidencia del PEN de Nueva York, la CIA presionó para que Miller obtenga el puesto. Esta vez tuvo éxito, pero los fracasos de sus éxitos se irán acumulando a largo plazo.
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