Botella Gómez concluye su análisis sobre la crisis finisecular de esta manera: “ Ciertos núcleos papeleros de larga tradición se extinguen rozando el siglo, mientras otros, con una localización a veces comparable, se adaptan al nuevo momento. Desde luego, la opción por el litoral es clara y, en este sentido, cuanto más hacia el interior del país el mantenimiento de esta industria iba a suponer costes más elevados. Pero dentro de este principio general, son las zonas económicamente más desarrolladas las que tendrán mayores posibilidades de reconversión .” 63En última instancia, la consecuencia más visible del proceso de mecanización fue una mayor concentración papelera, tanto espacialmente como por el tamaño de las empresas, con fábricas de mayor envergadura, emplazadas bien en las zonas más industrializadas, bien en el litoral, localización más favorable por la cercanía a los mercados y centros de aprovisionamiento de materias primas y recursos energéticos (la mayor parte del carbón mineral llegaba vía marítima).
3.1. La industria papelera valenciana en la primera mitad del siglo XX
A principios del siglo XX, en el ámbito valenciano, se había instalado una treintena de máquinas continuas (y alguna picardo) 64. Antes de comenzar la Gran Guerra, su número se había estabilizado en 25, pero a consecuencia del impacto de la contienda europea, llegó a reducirse a 7 máquinas, en 1916. Las autoridades reconocían que al disminuir la exportación de naranjas, “ no trabajan las serrerías mecánicas, las fábricas de papel de seda y los talleres de timbrado, pudiendo calcularse en mucho miles de trabajadores de ambos sexos, los que holgarán forzosamente, caso de no resolverse el problema, y constituyendo un caso de gravedad esta situación ” 65. En 1918, el sector se había recuperado, alcanzando las 25 máquinas. Francisco Moltó, en su ponencia titulada «La industria Valenciana», presentada al III Congreso Nacional de Economía Nacional de 1918, reconocía, como municipios papeleros, además del gran núcleo alicantino, con 8 localidades papeleras, a València (7 fábricas), Ontinyent (3), Buñol (2) y Alberic (1), que en total sumaban 13 fábricas en la provincia de Valencia 66. En Castellón, la propia capital con 2, Burriana, 1, Castellnou, 1, Rossell, 1 y Soneja, 1; en total 6 fábricas. En los años 1922-3, el sector papelero, ya en franca expansión, había alcanzado las 36 máquinas planas 67que, sobre todo, se emplazaba en las provincias de Alicante y Valencia.
La industria papelera castellonense apenas tenía alguna relevancia a principios de siglo, pues sólo continuaban los focos de Rossell y, en el Palancia, Castellnovo y Soneja. Sin embargo, reanudada la exportación de naranjas, nuevas fábricas papeleras iniciaron su actividad en la Plana, concretamente, en Burriana, Vila-real y la propia capital, apuntando la tendencia del sector a abandonar el interior e instalarse cerca del litoral.
Nada menos que seis fábricas de papel se establecieron en la ciudad de Valencia en sólo trece años, los que van desde 1903 a 1916, que se sumaron a la fábrica de papel continuo de Penyarroja y a la de cartón del Camino Viejo de Benimaclet. De esta forma, la ciudad de Valencia se había transformado en una importante concentración, con siete establecimientos papeleros. La tendencia de las papeleras a ubicarse -o trasladarse- en las grandes ciudades y sus alrededores continuó profundizándose, así, en Catarroja, Alboraia, Alfara del Patriarca y, más tarde, Mislata se instalaron nuevas empresas. En 1943, ascendían ya a 12 las fábricas localizadas en la ciudad de Valencia, de ellas, 7 habían optado por la máquina plana (con 9 unidades) y 2 por la redonda. Deberíamos considerar también una fábrica de cartón y otra de papel de estraza. Buñol, a partir de los años 20, recuperó los niveles alcanzados en 1885, de forma que, en la década de los 30, ya se cifraban en siete las fábricas de papel que se hallaban en funcionamiento, en las que se obtenía papel de barba, estrazas, cartones, papel continuo, sedas y manilas 68. En la primera mitad del siglo, se configuró el eje papelero Alzira-Xàtiva, que incluía a Villanueva de Castellón y Benifaió. La industria papelera de Alzira se originó, en los años 30, en relación con la exportación de naranjas, al instalarse una fábrica de sedas y manilas, propiedad de la Federación de Exportadores de Naranjas . La industria papelera setabense alcanzó un hito en el año 1932, cuando Gregorio Molina, papelero de Banyeres, estableció la «Papelera San Jorge».
La cuenca del Serpis mantenía su preeminencia, concentrando numerosas fábricas de papel, en varias localidades papeleras, como Alcoi, Cocentaina, Banyeres, Muro, Alqueria, Lorcha, Potries y Villalonga (estas dos últimas en La Safor, Valencia). La alta especialización en papel de fumar dejó paso a una mayor diversidad, en la que la elaboración de papel de seda para envolver naranjas ocupó un lugar relevante. En Banyeres, la fabricación de papel paja y papelote 69sustituyó a la tradicional de papel de fumar. En 1900, la industria papelera de Alcoi se componía de 6 fábricas de papel continuo, con 7 máquinas planas, que elaboraban papel de fumar y sedas, y 28 talleres de libritos 70. En 1913, ya se cifraban en 14 las máquinas continuas 71. También las fábricas de Cocentaina optaron por mecanizarse, adquiriendo dos de ellas máquinas planas. Sin embargo, la continuidad de la actividad papelera no fue posible ni en Alcocer de Planes ni en Ibi; por el contrario, continuaba en Elda, al mismo tiempo que Elche se incorporaba al mapa papelero.
En la década de los 30, algunas empresas papeleras, para alcanzar niveles aceptables de competitividad, se vieron obligadas a fusionarse. La industria valenciana del papel dio un salto cualitativo con la constitución, en el año 1935, de «Papeleras Reunidas, S.A.», producto de la fusión de nueve empresas papeleras alcoyanas (Mataix y Payá Miralles, sin embargo, no se integraron en «Papeleras Reunidas, S.A.»). La fusión se saldó con la formación de una gran empresa que comprendía siete fábricas, con 14 máquinas continuas de papel y una de cartón, que producían papeles de fumar, sedas y manilas, biblias, impresión, estracilla, cartulinas y cartoncillos, etc. 72Además, incluían cuatro talleres de libritos de fumar, una imprenta y una litografía. También se dieron otros procesos de fusión de papeleras valencianas. Por fusión de «Papelera del Turia» -Catarroja- y «Papelera del Ebro» nació, en 1932, «La Papelera del Grao S.A.» (Alboraia) 73, que, más tarde, se integró en «La Papelera Española, S.A.». El mismo proceso siguió la fábrica «El Cañar» de Villanueva de Castellón 74que, posteriormente, se dedicó exclusivamente al manipulado del papel.
3.2. De la recuperación a la crisis
La Guerra Civil implicó una terrible ruptura en el proceso de modernización de la industria papelera. Hasta la década de los 50, no se alcanzaron los niveles de producción anteriores a la contienda pero, aun así, generalmente, empleando una tecnología obsoleta. De hecho, el aislamiento internacional – al imposibilitar el aprovisionamiento de pastas- favoreció a los núcleos papeleros tradicionales, como el valenciano. Por lo tanto, la recuperación del sector papelero se basó más en el aprovechamiento de una coyuntura favorable que en una verdadera renovación tecnológica, lo que no excluye la introducción constante de innovaciones. El sector papelero valenciano se especializó en papeles de poco gramaje, papel de fumar, sedas, manilas, biblias, aunque producía también papeles de embalaje, estracillas, cartulinas, cartoncillos, cartón, etc., pero con el desarrollo de la economía española, el protagonismo adquirido por el cartón se fue acentuando progresivamente. Al finalizar el segundo tercio del siglo XX, la Comunidad Valenciana concentraba el 13,47% de la capacidad productiva del estado español, por detrás de Cataluña (33,49%) y el País Vasco (43,21%) 75. No obstante, el mercado interior absorbía la mayor parte de la producción de papel –que se destinaba, básicamente, a las imprentas- y cartón, que se empleaba en el embalaje. En todo caso, al variar las condiciones, con la incipiente liberalización de la economía, el sector se resintió, amagando la crisis.
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