En la segunda mitad del siglo, continuó la expansión de la industria papelera castellonense, iniciando su actividad papelera las localidades de Sierra Engarcerán, Teresa de Viver y Vall d´Uixó y, a finales de siglo, la Puebla de Arenoso. Sin embargo, la mayoría de estos focos, situados muy al interior, a medio plazo, estaban condenados al fracaso.
El nacimiento de la industria papelera en Alborache y Yátova, se explica por la expansión de Buñol, repitiéndose la misma circunstancia en Anna, que lo hizo por Estuveny y Chella. También surgieron otros focos papeleros localizados en Xàtiva, La Safor, La Ribera y Requena. Además, en este período, la ciudad de Valencia empezó a ocupar un papel significativo en el mapa papelero. No obstante, también desaparecieron algunos molinos valencianos, entre ellos, el de Canals que cerró, seguramente, a consecuencia de la riada de 1864 38y el de Castielfabib, de dimensiones muy reducidas, inactivo ya en la década de los 70 39.
Una estadística, realizada a petición de la Dirección General de Agricultura, Industria y Comercio en el año 1861 40, para averiguar el número y clases de los establecimientos fabriles existentes en la provincia de Valencia, arrojó los resultados expresados en la siguiente tabla.
Estas cifras no son discordantes de las que Giménez y Guited recoge en su Guía fabril e industrial de España (editada en Madrid, en el año 1862), más completas puesto que incluyen todo el ámbito valenciano.
En su momento de mayor esplendor, mediada la década de 1880, la industria papelera valenciana llegó a cifrarse en 145 fábricas activas (incluyendo las de libritos de papel de fumar), repartidas en 31 localidades. Las fábricas se distribuían de la siguiente manera: en la provincia Castellón, 12 (en 6 localidades), en Valencia 50 (en 16 localidades), y en Alicante, 83 (en 9 localidades, aunque sólo Alcoi concentraba 50 fábricas).
Estos datos muestran el declive de la industria papelera en la provincia de Castellón, su afianzamiento en la de Valencia y el reforzamiento de la hegemonía de Alicante.
2.3. Las grandes innovaciones del sector papelero
En el último tercio del siglo XIX, la industria papelera valenciana hubo de asumir tres innovaciones decisivas que la capacitaron para enfrentarse a tres serios lastres: escasez de materias primas, insuficientes recursos energéticos y sistemas productivos obsoletos. El blanqueo de pasta permitió utilizar todo tipo de trapos y diferentes fibras vegetales, la aplicación de la máquina de vapor resolvió el problema energé-tico y la incorporación de las máquinas continua y redonda supuso la mecanización definitiva del sector 41.
Con la pretensión de hacer frente a la escasez de materias primas, proliferaron los inventos para elaborar papel con los materiales más diversos, especialmente, sarmientos, paja y esparto. Un personaje peculiar en la historia del papel valenciano fue Luis de Villalba 42, vecino de Madrid, quien en 1854, solicitó la patente para hacer pasta de papel, cartón, cartulina y demás del arte de la papelería, con el producto del filamento de la paja de arroz, trigo, cebada, centeno y cortezas de la morera, virutas y aserrín de carpintero y toda clase de plantas de filamento 43. Después de fabricar papel en Buñol, pasó a hacerlo en un molino de Anna 44, llamado el del Gorgo. Probablemente, la riada del 17 de noviembre de 1855 le obligó a abandonar Anna y a continuar sus experimentos en un molino de papel de estraza de Valencia 45.
La auténtica innovación vino con el descubrimiento de la pasta de madera 46. A finales de los 60, ya fue posible disponer de pasta mecánica, aunque sólo para papeles de poca calidad. El mercado internacional de pasta química empezó a articularse hacia el año 1880 47, pero en las fábricas valencianas, durante algún tiempo, persistió el uso de trapos viejos, suelas, fibras vegetales etc., por lo tanto, el blanqueo de pasta con cloro fue un avance considerable 48.
La turbina, que había sustituido a las ruedas, permitió un mejor aprovechamiento de los recursos hidráulicos, pero la solución satisfactoria a los problemas energéticos vino con la máquina de vapor, introducida en Alcoi, en el año 1864. Sin embargo, se compaginaba ambos tipos de energía, prefiriéndose siempre la hidráulica, mucho más barata. Así, se reflejaba en la prensa: “ El manantial del Molinar arroja la suficiente agua para que hayan dejado de funcionar la mayor parte de los vapores, reanudándose los trabajos de las fábricas con motores hidráulicos ”. 49En todo caso, el carbón debía importarse y, tanto si procedía de España como del extranjero, su transporte se hacía vía marítima. El ferrocarril de Gandia a Alcoi se concibió con el exclusivo propósito de abastecer de carbón a las industrias alcoyanas, así como facilitar la salida de sus productos manufacturados.
De las tres primeras fábricas papeleras valencianas que emplearon las máquinas continuas o planas, dos se emplazaron en Alborache -en el año 1877- y la tercera en la ciudad de Cullera. Aún habría que añadir una nueva máquina que llegará a ser hegemónica en algunos focos papeleros, esto es, la máquina redonda o «picardo », que se introdujo en Buñol, en 1885. En la Comunidad Valenciana, se configuraron tres áreas: las que se decantaron por la máquina continua (Alborache, Valencia, La Ribera, el Alcoià-Comtat y La Vall d´Albaida), las que implantaron la máquina picardo (Buñol, Elda, Rossell), las que no se mecanizaron y, por lo tanto, desaparecieron, todas las fábricas de la provincia de Castellón (a excepción de Rossell) y las de la cuenca del río Sellent.
2.3.1. La máquina continua o plana
En el año 1798, Nicolas Louis Robert patentó la máquina continua, que permitía fabricar mecánicamente tiras de papel de una longitud indefinida. Se trataba de una máquina muy sencilla, movida manualmente, de la que se obtenía un papel de poca calidad. Este artefacto sólo fue viable económicamente con las mejoras incorporadas por el inglés Donkin, bajo el patrocinio de los Fourdrinier, una familia de industriales y comerciantes ingleses, que, en el año 1806, empezaron a comercializar el nuevo modelo. Donkin introdujo el accionamiento mecánico, amplió el ancho útil, etc., aun así el papel se debía cortar y secar al aire libre. En la década de los 20, el modelo fue mejorado con la adición de cilindros secadores, bombas aspirantes, satinado y cortado automático; al mismo tiempo aumentaron las dimensiones y la velocidad. Desde entonces, la superioridad de la fabricación mecánica sobre la manual se hizo incuestionable, comenzando, por tanto, su difusión internacional 50.
Los fabricantes buñolenses fueron los primeros valencianos en interesarse por la máquina continua, en los primeros años de la década de los 70. Por ello, hicieron venir a especialistas catalanes, procedentes de Catllar (Tarragona). Dos fábricas de Alborache 51se decidieron por la nueva tecnología, mientras Buñol -después de fuertes vacilaciones- se mantuvo fiel a la fabricación manual. En septiembre de 1877, Javier Zanón Espert, propietario del molino Galán o del Clavel , instaló una máquina continua, pionera en el contexto valenciano 52. Al mismo tiempo, se inauguró otra fábrica en Alborache, propiedad de Pantaleón Aguilar 53. Manaút Hermanos se propusieron construir una tercera fábrica de papel continuo pero, finalmente, se optó por la técnica tradicional 54.
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