A manera de muestra podemos observar los paralelos entre el referido sermón (columna de la izquierda) y la Exhortación (columna de la derecha), en lo que se refiere al tratamiento del problema del amor desordenado que el hombre tiene a sí mismo:
Ad oppositum, si homines inuicem odio se habent et inter eos eueniunt uel accidunt rixae, seditiones et bella non proueniunt ex alio nisi uel quia non amant se ipsos, uel si se amant, inordinate et non sicut decet se amant. Ideo dicebat Augustinus quod amor inordinatus sui fundauit ciuitatem; ponit mamque iste egregius et sanctus doctor duas ciuitates, scilicet, ciuitatem Dei et ciuitatem diaboli, quas fundauerunt duo amores contrarii. Ciuitati enim Dei fundauit amor Dei, qui in sanctis uiris tantum aliquando inualescit quod ducat eos in contemptum sui; inflammati enim in amore supernorum, quae solida et aeterna sunt, ista inferiora et etiam se ipsos uelut fragilia et caduca contempnunt. Ciuitatem uero diaboli fundauit amor sui, qui in iniustis et peccatoribus ad tantam aliquando inordinationem ascendit, inordinate se ipsum et ista terrena diligendo, quod caelestia nihil reputat ipsumque Deum paruipendit (González Rolán y Saquero Suárez-Somonte [2012: 42-43, IV, 2]).
E, si entre los ombres nacen riñas e discordias y guerras y se fazen unos a otros engaños e traiciones, esto proviene porque aman a sí mesmos desordenadament e non como conviene. E así puso sant Agostín dos cibdades: una, la cibdad de Dios, la cual fundó el amor de Dios, el cual s’esfuerça tanto en los buenos varones, que los trae en menosprecio de sí mesmos, porque, inflamados en amor de las cosas divinales e altas que son firmes y perpetuas, menosprecian las cosas baxas, así como cosas flacas e caíbles. La cibdad del diablo, [que] fundó el amor qu’el ombre ha a sí mismo, por razón de lo cual tiene en poco las cosas altas y celestiales (13 r b-13 v a)
Un segundo bloque, que comprendería los capítulos VI al XVII, en el que Chinchilla parece seguir de cerca, sintetizándolos, los contenidos de la segunda parte del libro I de De regimine principum de Egidio Romano, como ya apuntaron acertadamente Gómez Redondo y Palacios Martín, 234«seguramente —como señala el segundo— sobre la traducción castellana, con la que coincide en algunos términos no frecuentes como “amor de honra”». 235Efectivamente, parece que la traducción castellana hubo de servir como base para la redacción de la Exhortación , si atendemos a la presencia de algún otro término, como los vocablos «familiaridad» (14 r a) o «montañés» (20 r a), coincidentes con los presentes en la versión romanzada, utilizados para traducir sus correspondientes latinos « affabilitatem » y « agreste ». 236De dar por cierta la consulta de la traducción castellana, Chinchilla se hubo de valer de alguno de los testimonios adscritos a las denominadas como series A o D, es decir, el romanceamiento íntegro del texto egidiano, sin añadidura de la Glosa de Juan García de Castrojeriz. 237En los capítulos de este bloque, se cita de una forma insistente, como fuente de doctrina, las Éticas —es decir, la Ética a Nicómaco o Ética nicomáquea — de Aristóteles, cuyo acceso, en realidad, tendría lugar de forma indirecta a través de De regimine principum .
La aproximación que realiza Pedro de Chinchilla a De regimine principum no deja de revestir cierto interés desde el punto de vista de la vulgarización de la doctrina egidiana: De regimine principum constituía, como indica Saturnino Álvarez Turienzo, una obra «demasiado escolar, para acercarla al público resultaba conveniente una adaptación», 238por cuanto era una creación juzgada, en palabras de Fernando Rubio, como «muy extensa, demasiado científica y no muy inteligible, aun en romance». 239Este aspecto haría más fácilmente comprensible la labor de síntesis a la que Pedro de Chinchilla procede en la Exhortación , con el fin de extractar lo esencial y más inteligible de la doctrina de Egidio. No hace falta recordar, en cualquier caso, la popularidad de esta obra, ampliamente difundida entre las bibliotecas nobiliarias del siglo XV.
A modo de muestra, podemos observar la aproximación que al romanceamiento de De regimine principum (columna de la izquierda) hace la Exhortación (columna de la derecha), en lo que respecta a las propiedades del magnífico (cap. XII):
Devedes saber que el Filósofo, en el cuarto libro de las Éticas capítulo «De la magnificencia», pone seis propiedades del magnífico, las cuáles conviene a los reyes e a los príncipes aver. La primera es que el magnífico es semejante al sabio. Ca dixiemos de suso que convenía al magnífico de fazer convenientes espensas en las grandes obras, mas conocer en cuáles grandes obras cuáles espensas son convenibles esto non puede ser sinon en aquel que oviere grand sabiduría e grand entendimiento. La segunda propiedat del magnífico es fazer grandes espensas, non porque se muestre nin por vanagloria, mas por razón de algún bien. Ca esto es común a cada una de las virtudes obrar, non por honra o por vanagloria de los omnes, mas por gracia e por razón de algún bien. Empero, comoquier que esto sea comunal a todas las virtudes, especialmente esto es propio a la magnificencia. Ca, como en las grandes obras siempre deva tener omne mientes a buena fin, así como cuando algún granadamente sea en la honra de Dios e en el bien común e en las personas dignas de honra, por ende, aquel parece glorioso e mayormente aquel es alabado entre los omnes por estas cosas, empero grave cosa es en tales cosas non demandar loor de las gentes. Et porque la virtud es cerca bien e cerca la cosa grave, por ende, mucho pertenece al magnífico en las sus muy grandes obras e en las sus particiones entender finalmente el bien e non honra nin vanagloria de los omnes. La tercera propiedat del magnífico es fazer espensas e dar dones delectablemente et sin detenemiento. Ca aquel que primeramente ante que faga las despensas quiere tomar cuenta d’ellas e quiere contar todas las despensas quiere tomar cuenta d’ella e quiere contar todas las despensas por menudo e non da delectablemente sin detenimiento aquello que ha de dar non es dicho «magnífico», mas «parvífico», que quiere dezir de pequeña fazienda. Et por ende, dize el Filósofo, en el cuarto libro de las Éticas , que la grant avaricia de tomar cuenta faze al omne de poca fazienda. La cuarta propiedat es que el magnífico deve más entender en cuál manera faga obra buena e muy convenible, que entender en cuál manera e cuánta despensa fará en aquella obra, así como si el magnífico oviese de fazer algún templo et alguna eglesia en honra de Dios o oviese de dar e de partir algunos dones a personas dignas, mas deve entender en cuál manera aquel templo o aquella eglesia será maravillosa e muy fermosa e en cuál manera aquellos dones sean grandes e convenibles que entender e cuidar cuántos dones e cuánto aver le conviene a él despender en estas obras. La quinta propiedat es que el magnífico es complidamente liberal, porque esa misma cosa es ser magnífico que ser complidamente liberal e franco. Ca así como parecerá adelante, la magnificencia es una perfección e un honramiento de la liberalidat, así como la magnanimidat es una perfección e un honramiento de todas las virtudes. Ca, como aquel sea magnífico que faze convenibles espensas en las grandes obras, si faz convenibles espensas, faz omne ser liberal; fazer muy grandes e muy convenibles espensas, lo que faze el magnífico, es ser mucho más liberal. La sexta propiedat es del magnífico que de egual espensa faga obra obra más granada que otro ninguno. Mas los parvíficos e de pequeña fazienda, porque siempre entienden en cuál manera retengan los dineros, así como dicho es de suso, por muy pequeña cosa pierde lo mucho. Romano (BHSCV, ms. 251: 38 v -39 r , lib. I, parte II, cap. XXI).
Читать дальше