Pero si hay un rasgo claramente destacable, a la vez que genuino, del autor en “Entropy” es, sin duda, la importancia que ya confiere estructuralmente a la dualidad. La historia alterna episodios que suceden en dos apartamentos de un mismo edificio: por un lado, la vivienda de Mulligan donde se está celebrando esa fiesta aparentemente interminable y donde todo es confusión, borrachera, música y caos; por otro, el piso de Callisto, un paródico doble de Henry Adams, como comentaba más arriba; en esta segunda vivienda todo trata de mantenerse en orden por medio de un continuo estado de aislamiento del mundo exterior, mundo que el protagonista adivina atrapado en un irremisible proceso entrópico. Con Callisto vive Aubade, cuyo musical nombre evoca ya la estructura de fuga que la narración oculta (Pérez-Llantada 1991) y con la que trata de mantener “a tiny enclave of regularity in the city’s chaos, alien to the vagaries of the weather, of national politics, of any civil disorder” (79-80). Durante varios días la temperatura exterior se ha mantenido en 37º Fahrenheit, casi rozando el cero Celsius—37º que en este segundo sistema constituye la temperatura aproximada del cuerpo humano (Pynchon 1984: 15)—y Callisto, como Adams, teme la muerte entrópica. Entretanto, en medio del caos del otro apartamento, Saul le comenta a Mulligan los problemas de comunicación que tiene con su mujer, una conversación que descubre el que será uno de los grandes temas de la novelística de Pynchon y, una vez más, el influjo del trabajo de Norbert Wiener sobre su interpretación de la realidad:
“Miriam has been reading science fiction again. That and Scientific American . It seems she is, as we say, bugged at this idea of computers acting like people. I made the mistake of saying you can just as well turn that around, and talk about human behavior like a program fed into an IBM machine.” “Why not,” Meatball said. (86)
Pero si Wiener fue uno de los grandes genios de la cibernética, no podemos olvidar, al analizar estos planteamientos utilizados por Pynchon en su relato, que para Adams la Virgen—y Venus antes que ella—representaba también un poder energético que se asociaría, con el transcurrir de los siglos, a la fuerza de la dinamo: los límites entre lo espiritual y lo físico desaparecen en su concepción de la vida como flujo de energías; la fuerza de la mujer se transmuta así en el poder de las máquinas, en un proceso que, tras la obra de Wiener y los avances en el campo de la inteligencia artificial, la crítica contemporánea denominará “posthumanidad” (Hayles 1999). Y es precisamente la energía femenina, en la persona de Aubade, la que pondrá fin a la obsesión de Callisto rompiendo el cristal de una ventana y abriendo así el “sistema cerrado” de su apartamento al mundo exterior. Antes de que ello ocurra, sin embargo, “Entropy” nos ha descubierto uno de los motivos pynchonianos ideológicamente más potentes: si la narración se desarrolla a partir de la dualidad representada por el caótico Mulligan y el ordenado Callisto, la muerte de un pajarillo en las manos de éste desencadena la acción de Aubade para romper su supuesto orden. Pero ya antes el caótico Mulligan ha tenido que adoptar una solución similar aunque en sentido inverso:
The way he figured, there were only about two ways he could cope: (a) lock himself in the closet and maybe eventually they would all go away, or (b) try to calm everybody down, one by one. (a) was certainly the most attractive alternative. But then he started thinking about that closet. It was dark and stuffy and he would be alone. He did not feature being alone. And then this crew off the good ship Lollipop or whatever it was might take it upon themselves to kick down the closet door, for a lark ... So he decided to try and keep his leasebreaking party from deteriorating into total chaos ... (92-93)
Mulligan ha sido irónicamente forzado por su autor a elegir orden sobre caos. Ello se ha realizado a partir de un proceso mental de selección presentado de acuerdo con los imperativos que emanan de la aristotélica Ley del medio excluido (Collado 1999a). Pero la elección por Mulligan de la segunda alternativa, es decir, su intento de poner orden—que finalmente consigue llevar a cabo—introduce además y paradójicamente la posibilidad de que los opuestos—en este caso los caracteres de Mulligan y Callisto—puedan llegar a integrarse derribando las fronteras que los separan. El motivo de la reconciliación de opuestos, como veremos más adelante, será una de las herramientas más poderosas de la crítica social del autor invisible.
Con “Under the Rose” Pynchon retoma uno de sus temas favoritos desde el principio de su actividad como autor creativo: la intertextualidad o el “préstamo literario.” Anticipándose a las posibles críticas de lectores enraizados en la tradición realista y burguesa, Pynchon ironiza en la Introducción a su colección de cuentos: “Fascinating topic. Literary theft. As in the penal code, there are degrees. These range from plagiarism down to only being derivative, but all are forms of wrong procedure. If, on the other hand, you believe that nothing is original and that all writers ‘borrow’ from ‘sources,’ there still remains the question of credit lines or acknowledgements” (19). Su comentario, como no podía ser de otro modo para mantener al lector indeciso, es ambiguo ¿Cuál es su postura al respecto? ¿Existe la originalidad en literatura? Su obra parece manifestar lo contrario pues, como veremos, se irá saturando progresivamente de “préstamos literarios” y de elementos paródicos, hasta llegar a difuminar las fronteras entre literatura y realidad, texto y vida. Si en los relatos anteriores nos hemos podido percatar de algunas de sus fuentes literarias más evidentes, como Eliot, Adams o los beatniks , en su Introducción a “Under the Rose” el escritor se apresura a señalar varias de sus fuentes literarias más importantes, empezando por la guía turística de Egipto de Karl Baedeker (edición de 1899), a la que incluso su narrador nombra en medio del relato, como guiño metaficcional dirigido a los lectores (109). Más adelante en la Introducción de la colección, Pynchon se refiere también al más que evidente influjo que las novelas de espías han tenido sobre el relato, especialmente los libros de John Buchan, el autor del célebre The Thirty-nine Steps . Con ello podemos constatar, una vez más, la importancia que los géneros más populares han ejercido siempre en la producción de nuestro escritor. Éste señala también la impronta de El Príncipe de Maquiavelo en el desarrollo de sus personajes y además confiesa el “préstamo” del nombre del protagonista Porpentine del primer acto de Hamlet . El hecho de que la persecución comience a ser ya un motivo llamativo en su narrativa le lleva a afirmar su gusto por los dibujos animados del Correcaminos, concluyendo el paseo por sus fuentes artísticas con una mención al surrealismo, cuyos efectos creo que podemos ya atisbar en la historia anterior, “Low-lands,” aunque Pynchon no lo reconozca hasta ahora en su Introducción. Existe, por supuesto, mucho que el escritor deja en su tintero en sus comentarios sobre este relato y creo que hay al menos un elemento que es necesario destacar: en la narrativa existen dos protagonistas, agentes del Foreign Office británico, cuya incierta misión consiste en observar y analizar las tensiones políticas que están operando en el norte de África hacia finales del siglo XIX, en medio de la histórica crisis de Fashoda. Dicha crisis, motivada por cuestiones coloniales, estuvo a punto de llevar a la guerra a Gran Bretaña contra Francia. Los eventos históricos que se mencionan en “Under the Rose” están efectivamente documentados en la guía de Baedeker pero la complementariedad de los espías protagonistas es un rasgo ya típicamente pynchoniano que comienza a horadar la categórica división de roles antitéticos que vimos en el relato anterior: los agentes británicos Porcupine y Goodfellow podrían ser reflejos de Laurel y Hardy, sus persecuciones y huidas anticipan ya los efectos de la norteamericana slap-stick comedy en la narrativa pynchoniana y señalan, además, la importancia que la complementariedad va a tener como gran motivo en la narrativa posterior, un motivo que conduce hasta los mismos personajes de Mason y Dixon.
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