Francisco Collado Rodríguez - El orden del caos (2ª Ed.)

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El orden del caos (2ª Ed.): краткое содержание, описание и аннотация

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Francisco Collado se ocupa en este libro de la difícil tarea de encontrar un orden subyacente detrás del aparente caos y la paranoia del universo literario de Pynchon. Independientemente del posmodernismo de Pynchon, el estudio se embarca abiertamente en una búsqueda de la crítica literaria, una búsqueda que en palabras del crítico se trata de «una comprensión totalizadora del universo literario de Thomas Pynchon». Una aproximación a Pynchon de una manera muy sistemática, empleando una amplia gama de perspectivas en la búsqueda del orden oculto. Se trata sin duda de un valioso estudio sobre las estrategias narrativas de Pyncho.

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1997 sorprendió a los seguidores de Pynchon con la publicación de otra extensa obra, Mason & Dixon , novela que recupera la magnitud caleidoscópica de Gravity’s Rainbow , sin llegar a su complejidad. En esta ocasión, el nuevo libro ofrece una extensa reflexión sobre la época que precedió al nacimiento de la nación estadounidense. Antes de la decadencia de fin de siglo, del modernismo, las guerras mundiales y el postmodernismo, existió la Ilustración, y un Pynchon paródico, satírico y foucaultiano decidió convertirse en arqueólogo cultural de una época donde ya adivina el conflicto latente que llevará al país a una guerra civil muchos años más tarde.

Cuando se publicó su quinta novela, las leyendas de Internet ya situaban a Thomas Pynchon en Nueva York, con una esposa que es agente literaria y un hijo adolescente en cuya compañía fue fotografiado—sin su permiso, por supuesto—poco antes de la entrada en el tercer milenio.

Como ocurre en sus novelas, la historia de su vida y la de los seres humanos en general nunca acaba, sino que vuelve sobre sí misma, como en el círculo mítico. En su comienzo están los cuentos, su recopilación en Slow Learner y las primeras tentativas en el terreno de lo intertextual y a su análisis se dedican las páginas que siguen, como introducción a lo que será el gran proyecto histórico-literario que se inicia en la primera novela.

Tal como nos resume la página web del ficticio San Narciso Community College, en la narrativa pynchoniana se puede rastrear el influjo de innumerables autores, desde Nabokov o Faulkner a las novelas de espías o de detectives, pero en su principio está, de manera casi obsesiva, la tierra desolada de T. S. Eliot, un autor al que nuestro novelista ciertamente menciona en la Introducción de Slow Learner y en algún otro sitio más (Weisenburger 1990) pero a cuya influencia buena parte de la crítica sigue sin prestar aún la importancia debida. Además, la Introducción a este volumen de cuentos que el escritor decidió editar en 1984 es un documento de gran interés porque en él Pynchon se refiere de manera clara y sostenida a su propio acto de escribir, a las reflexiones que le produce la relectura de sus antiguos cuentos y a algunos de sus más célebres motivos literarios. La ironía que caracteriza toda su obra es aquí un arma que se concentra sobre su propia persona en el pasado en que escribió los cuentos. Refiriéndose al primero de ellos, “The Small Rain,” el autor se centra ya en lo que cree que fue el mayor error literario del comienzo de su carrera:

Most of what I dislike about my writing is present here in embryo, as well as in more advanced forms. I failed to recognize, just for openers, that the main character’s problem was real and interesting enough to generate a story on its own. Apparently I felt I had to put on a whole extra overlay of rain images and references to “The Waste Land” […] I was operating on the motto “Make it literary.” (1984: 6)

Más adelante en esta Introducción confesará que solamente con su último cuento, “The Secret Integration,” se siente realmente satisfecho porque en él ha podido acallar el componente literario (intertextual) para comenzar finalmente a escuchar las voces norteamericanas existentes a su alrededor. Esta tensión entre una supuesta originalidad y el bagaje literario a la hora de abordar la creación narrativa no hace, sin embargo, más que reproducir esa conocida ansiedad eliotiana sobre el influjo que la historia literaria tiene sobre el poeta y la necesidad de que éste se inscriba al final de la línea de la tradición. Por si fuera poco, el Pynchon que escribe la introducción a su colección de cuentos en 1984 vuelve al final de ésta a ironizar sobre otra opinión literaria que tiene su raíz en el mismo lugar:

Displacing my personal experience off into other environments went back at least as far as “The Small Rain.” Part of this was an unkind impatience with fiction I felt then to be “too autobiographical.” Somewhere I had come up with the notion that one’s personal life had nothing to do with fiction, when the truth, as everyone knows, is nearly the direct opposite. (1984: 23)

Ese “somewhere” donde nuestro autor comenzó a pensar que el arte literario debe ser algo impersonal podría muy bien ser, de nuevo, un texto de Eliot; su célebre “Tradition and the Individual Talent” (1919) incorpora precisamente el estudio de la tensión que existe entre el poeta y la tradición literaria y entre su vida y lo que Eliot opina que debe ser el objeto de la poesía. Su paradójico “The emotion of art is impersonal” es un postulado al que el poeta y crítico llega tras una serie de razonamientos cuyas tensiones internas son más que evidentes:

[F]or my meaning is, that the poet has, not a “personality” to express, but a particular medium, which is only a medium and not a personality, in which impressions and experiences combine in peculiar and unexpected ways. Impressions and experiences which are important for the man may take no place in the poetry, and those which become important in the poetry may play quite a negligible part in the man, the personality. (28)

Tras haber afirmado que la emoción del arte es impersonal, Eliot concluye su ensayo señalando que para alcanzar dicho estadio el poeta debe vivir “not merely the present, but the present moment of the past” y debe ser consciente “not of what is dead, but of what is already living” (30). Tradición literaria e impersonalidad artística quedan así unidas en una peculiar relación que Pynchon parece rechazar en su poética de 1984, al menos para su obra posterior a 1963. Hasta entonces, e incluyendo su primera novela, lo “literario” o intertextual iría de la mano de ese aparente rechazo a incluir elementos autobiográficos en su narrativa. Sin embargo, como él mismo ironiza en su Introducción a Slow Learner , la verdad “is nearly the direct opposite”: después de Freud ya creemos, pace Eliot, que el artista no puede desarrollar nunca obras impersonales, ni siquiera aunque lo parezcan. Y, en efecto, el análisis más detallado de las primeras historias presentes en la colección de cuentos nos permite percatarnos de cómo una serie de motivos claramente ligados a la ideología del autor pasan de unas historias a otras en medio de un contexto todavía típicamente modernista, decadente y eliotiano. Estos motivos están relacionados no solamente con elementos intertextuales, “préstamos” que Pynchon recogió, con seguridad muy conscientemente, de sus escritores favoritos. Desde los cuentos compilados en Slow Learner ya se adivinan otros motivos que continuarán vigentes a lo largo de toda la trayectoria literaria del escritor, motivos siempre conectados a la idea de la dualidad y la bifurcación: los pares de opuestos, parece ya intuir el joven Pynchon, están tan enraizados en la manera en que los occidentales entendemos la vida y en nuestros propios usos lingüísticos que, aunque a veces no deseados, son inevitables a la hora de interpretar la realidad.

La primera de las narraciones del volumen de cuentos, “The Small Rain,” presenta desde su mismo título una impronta eliotiana que se verá complementada con algunos de los motivos más típicamente pynchonianos. Característico del escritor será, en su obra posterior, la sistemática utilización de una voz narrativa aparentemente heterodiegética—es decir, que no interviene como personaje en la historia que relata—pero que se irá cargando de ironía, haciéndonos dudar también de la validez de su postura omnisciente. El narrador de este primer relato no ha alcanzado aún ese grado mataficcional que socava la credibilidad de la historia pero sí percibe la vida como un espacio categórico donde, a pesar de su disgusto, es imposible escapar de las jerarquías. En su caso, y siendo la historia que relata sobre un grupo de militares que tienen que intervenir como equipo de socorro ante una catástrofe natural, la primera gran dualidad se establece entre los oficiales y el personal de tropa. El protagonista del relato, Levine, es un judío norteamericano que ya anticipa la figura del schlemihl a la que darán vida personajes como Benny Profane en V . o como Slothrop en Gravity’s Rainbow . A pesar de tener una educación universitaria y de que podría tener acceso a la condición de oficial, Levine prefiere que le dejen en paz; su política consiste en intentar pasar desapercibido y en “camuflarse con el terreno,” una peculiaridad que le incluye ya en el gran motivo pynchoniano, heredado de T. S. Eliot y de Henry Adams, del ser animado que pierde progresivamente su humanidad.

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