Con el tiempo ambos botánicos colaborarán en proyectos muy importantes para la vida intelectual del país, no sólo en botánica sino en otros aspectos científicos y humanísticos que intentaron difundir y es que “sus escritos, desde el punto de vista científico, son excelentes. Clemente, sobre todo, expone con claridad y en términos muy castizos, con fluidez y gracia peculiares, los temas más áridos, sin menoscabo de la precisión científica” 76 . Los dos escribían en latín 77 (Lagasca lo escribía incluso como el castellano), y los idiomas extranjeros les eran familiares. En fin, “En el elojio de D. Mariano Lagasca y Segura”, Agustín Yáñez afirma que Clemente era “su rival y amigo” 78 y también que el de Titaguas siempre le fue fiel; fue así; en todo caso si hubo alguna rivalidad, ésta fue sana y hasta de admiración mutua.
2.2.4. Las sabatinas y las lecciones
Relacionado con el incidente que acabamos de ver en el cual Lagasca objetó a Gómez Ortega “muchos reparos a la doctrina establecida en su curso elemental” y que hizo que naciera una verdadera amistad entre Lagasca y Clemente es el “cuaderno de apuntes” donde el de Titaguas toma notas en sus clases entre 1800 y 1801 en el Real Jardín; en él tenemos una información variada de la personalidad del biografiado, es un Clemente en estado puro de 23-24 años donde aflora el buen estudiante y hasta el futuro sabio, pero también es el Clemente irónico (la ironía nunca le abandonará) y por lo tanto el humor no falta. El cuaderno no está firmado, pero la letra es inconfundible; tampoco está paginado, y va anotando primero por lecciones y sabatinas, después por días, el contenido de lo que aprende y cómo vive esa experiencia, ya definitiva e irreversible en su vida. Es un diario, y hasta un diario íntimo; es también el primer documento importante que tenemos de su vida escrito por él 79 , y que voy a comentar ahora siendo como es la mejor información sobre su estancia en Madrid en aquellos momentos.
Como sabemos Simón de Rojas llegó a la capital de España a mediados de 1799 a unas oposiciones de hebreo que no aprobó pero se quedó haciendo sustituciones en las asignaturas de hebreo, lógica, ética y más tarde de árabe, asistiendo igualmente como alumno a las de griego y árabe también; pero lo suyo era la naturaleza, por eso también, como hemos visto, se precipitó en los cursos de botánica, mineralogía y química a fondo. De esa precipitación nace este diario al que le faltan muchas páginas por llenar y no está completo, pues nada dice de las clases de mineralogía.
Los profesores que nombra fueron Gómez Ortega (botánica), Proust (química) y Barnades (hijo del que fuera primer profesor del Jardín –en ese momento, segundo profesor de botánica–), y como en muchos cuadernos donde se anotan datos de manera informal, algunos apuntes son inconexos, y es normal, al fin y al cabo eran para él; la elección de los textos ha sido realizada en base a lo que me ha parecido más significativo y singular por lo que tiene de relación con su vida; por ello sólo he escogido esas frases de esas lecciones o días 80 . El diario tiene su interés biográfico por el contenido en sí pues, aparte del humor que destila, vemos también a un Clemente con las inclinaciones de su edad y hasta con su jerga, al joven Clemente en toda su extensión.
Vayamos, pues, al cuaderno 81 y a comentar las frases extraídas. Es importante recalcar que en estos diarios anotaba –se suele anotar, en general– detalles que nada tienen que ver con las clases en sí, detalles curiosos, incluso, como el primer apunte que nos puede interesar que se refiere a la lección 11 donde alude a los árabes de los cuales “queda el sentarse las mujeres en tierra, lo que no usa ninguna mujer de Europa”.
Sabatina 3.ª: Según explica “la dijeron Lagasca y un botaratuelo que lo hizo muy mal...”. “Botaratuelo”. A pesar de lo comedido que es en la forma de utilizar el lenguaje, no falta la palabra despectiva en este cuaderno escrito sólo para él, pero que, en la distancia, nos podemos permitir la licencia de transcribirlo. También anota (lección 16) que Ortega “no se fía en su inteligencia” 82 .
Sabatina 4.ª: Este sábado “no la hubo por falta del enfermo sabatinizador (el que daba la sabatina), por lo que en la lección siguiente tuvo que decirla el orate de Blas o βλας ακος [letras griegas] que es el tonto autor o compilador de estos apuntamientos indigestos, y fue la parte que trata de los arreos e invernáculos sin que le arguyesen por falta de tiempo aunque estaban alarmados el pretendiente Rodríguez, Lagasca y Pozo. Pero ya lo pagará el sábado”. Las palabras “orate” y “Blasacos” formaba parte, sin duda, de su jerga juvenil. “Quer autor de la imperfecta Flora española 83 : no tiene otra la pobre España como la tienen tantas ciudades particulares de otros reinos”. “Explicó el vaso dileniano [...] La gloria de este invento quiso usurpar sin tener necesidad de ella Dillenio a su maestro Jussieu. Contó la borrachera y muerte desgraciada del célebre amigo y condiscípulo de Linneo”. “Encargó que nos guardáramos de la codicia de los arrieros conductores de plantas”. También se contaban, pues, en las clases sucesos paralelos a la misma, como el caso de los arrieros o la borrachera de Dillenio, y por contemporaneidad el Jussieu que se nombra debe ser Antonio.
En la lección 22 afirma que “aún no se ha perdido ninguna especie de las [plantas] que Dios crió y mandó multiplicasen”. La afirmación de que “aún no se ha perdido ninguna especie” también lo dice en otro lugar, y un poco más tarde –lección 28– escribe: “No debe doler el estropear flores para asegurarse pues la naturaleza no es escasa” 84 .
Con referencia a la sabatina 5.ª escribe:
En la que dije yo las 10 primeras hojas aunque sin obligación por haberlo entendido mal; pero a gusto de Ortega βουταλου κοiυως [el compañero Boutelou]
85 θηριωυ άκ∈στήρ [amansador de fieras] el cual dijo dos o tres hojas y a quien nada preguntaron. A mí preguntaron Lagasca, ιατρου τ∈κυον [hijo de médico], Rodríguez αλαζων [fanfarrón] que no quedaron aún satisfechos, y el προστατης [jefe] Hernández quiso hacer una pregunta a su τροφιμος ∈ταιρουτ∈ [pupilo y amigo] pero se quedó sin mojar por falta de tiempo.
En esta sabatina fue –desde mi punto de vista y por el contexto– el momento en que se produjo la discusión entre Lagasca y Ortega donde aquél objetó reparos a éste “a la doctrina establecida en su curso elemental”, como hemos visto que decía Lagasca, o sea, que metódicamente no estaban bien estructuradas sus explicaciones previas en clase, y, por lo tanto, su libro Curso Elemental de Botánica ; el resultado fue, como sabemos, la futura amistad entre el botánico aragonés y el valenciano. No obstante, en esta sabatina Clemente admira “la excelente edición de Duhamel traducido por Ortega”.
El objetivo de intercalar palabras en griego es para disimular algún término despectivo o incluso de alabanza y hasta tal vez para practicar esa lengua. Lo que está claro es que deja bien retratados a sus compañeros. También hay términos griegos en otros contextos. La lección 25, por ejemplo, contiene palabras y un texto largo en esa lengua, en el cual se puede traducir que el bético José Demetrio Rodríguez no es orgulloso sino amable y que le había invitado a catalogar plantas cerca de él como aliado suyo. El concepto que tenía Clemente de Rodríguez era, pues, un tanto variable.
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