Es normal, por lo dicho, que a Clemente le llamara la atención las Controversias por lo que de polémico y atrayente sería para los jóvenes botánicos. Por todo ello es de valorar que el estudiante constatara antes el hecho de que Ortega alabara a Cavanilles, o sea, respeta a los dos pero admira a Cavanilles, más admirado por la sociedad científica por otra parte (ya vimos la opinión de Lagasca al respecto), lo que también influiría en el joven Simón de Rojas. Va a ser la tónica de su vida; suele respetar todas las posturas pero él sólo en su círculo más íntimo –como en este diario– lo manifiesta con claridad. Sin embargo, aquí esta admiración por Cavanilles no supone ninguna devaluación de Gómez Ortega, evita tomar partido; con probabilidad, además, siempre se relacionaron, hasta el punto de que, durante la Guerra de la Independencia, Clemente es transmisor de recuerdos de su parte en una carta (capítulo 7). También valora el que el famoso botánico valenciano se ofreciera a ellos mucho y el que –seguro que con sus recomendaciones– Rodríguez, el andaluz, más abierto que Clemente, aprovechara para poder entrar al Jardín. A todos, de todas maneras, les iba a ir bien esta amistad: Cavanilles fue nombrado director del Jardín tres meses después de haberlo conocido.
En adelante continúa con las clases, en este caso las impartidas por el químico Proust que para él fue otro encuentro importante; sucedió el día 9 de abril de 1801: “Comenzó Proust su análisis de los vegetales. ¡Cuánto dejó y cuán bueno!”. “Concluyó su lección (día 16 de abril) comenzando el análisis del Reino animal y yo me alisté en la botánica”. Poco tiempo recibió clases de química Clemente de Proust: apenas una semana, pero no deja de hacer constar que era un gran profesor aunque lo suyo era la botánica.
El siguiente grupo de días anotados en su diario se refieren a Miguel Barnades hijo, el nuevo profesor de botánica de quien posee una idea de su manera de enseñar un tanto distinta a los profesores que había tenido antes. Día 16 a las 5: “Comenzó su curso de botánica Barnades con numerosísimo concurso y asistencia del subdirector y jardinero mayor, tres semanas había que se habían puesto los carteles”. Día 17 de abril: “Por la tarde concluye Barnades su historia de la Botánica, habla de sus utilidades, promete que hablará de propiedades de plantas y de la física de ellas y requiescat in pace. Laus Deo ” [descanse en paz. Alabanza a Dios] 91 . Día 22: “Habló mucho Barnades y dijo poco”. Día 30: “Una despreciable sabatina”. Día 31: “Yo a los cerros de S. Bernardico donde me quisieron llevar preso [palabra ilegible]”. Día 32: “Barnades muy hablador, de la viola, se saca un jarabe, es hermético, sudorifica, purgante, según la dosis”. Día 33: “Barnades [...] al menos no habló tanto”. No tiene una opinión óptima de Barnades, una persona populista tal como la pinta, un tanto parlanchín por lo que nos cuenta y con algún problema de salud. Y entremedias, una broma: “Yo a los cerros de S. Bernardico donde me quisieron llevar preso”, probablemente no querría ir a herborizar por el motivo que fuera, y de ahí la broma. Y, por supuesto, los días 31, 32 y 33 referidos a abril no pueden ser (y el 32 y 33 para ningún mes), sería otra manera de escribir 1, 2 y 3 de mayo –para sí mismo otra gracia–.
Después vendría un receso. A mediados de junio de 1801 Cavanilles fue nombrado profesor único del Jardín, quien tuvo también como alumno a nuestro hombre, pero de cuyas clases no apunta nada, pensaría que eran perfectas y no cabía la crítica.
1 La autobiografía que incluye Chiarlone et al. (1865, pp. 481-486) dice lo mismo que la Gaceta de Madrid pero en ella se concreta que ha sido extraída “de un manuscrito que se nos ha remitido desde Chelva por nuestro comprofesor D. Ignacio Llopis [fue 1. erteniente de alcalde de ese pueblo]. Extractados estos datos por la misma mano del célebre Rojas Clemente, cuya letra es la que conocemos” (p. 480), con el añadido de que “sin duda pertenecen a una biografía más extensa”. Hubo, pues, una amputación de la autobiografía. Incluso aunque podamos pensar que fue el propio Clemente quien, por razones políticas, quitó esos párrafos comprometedores (harto improbable porque lo lógico, en este caso, es que los hubiera destruido), también podemos hablar de una manipulación o autocensura obligada por las circunstancias.
2 Clemente y Rubio 1879, p. XXI, también en Pardo (1927a, pp. 8-9) donde hay alguna variación de la puntuación, además de la variante Roxas que es la incorporada en el texto. El contenido de la partida de nacimiento transcrita está refrendada en 1877 por D. Cándido Herrero (muerto en 1909), hijo del resobrino político de Clemente, Pedro Herrero Sebastián, y presbítero de Titaguas en sustitución del titular, y el mismo D. Cándido certifica que se encuentra –o mejor se encontraba pues ha desaparecido el libro, como he apuntado– en el Quinque-libri , título de bautizados, libro primero, parte cuarta, folio 17 vuelto, tal como estaba clasificado el archivo en la época. No hay constancia de cuándo desapareció este tomo, igual pudo ser robado que guardado para que no fuera destruido en la Guerra Civil (curiosamente el resto del archivo está intacto); lo cierto es que la partida original del biografiado está desaparecida. Como apunte suplementario nótese que el nombre completo del biografiado era el de Simón de Rojas, Cosme y Damián y es pertinente decir que Simón de Rojas “fue tomado, según costumbre generalizada en la época, del santo del día, que correspondía en el de su bautismo (28 de septiembre) al beato tri-nitario Simón de Rojas, religioso trinitario calzado del siglo XVI” (Rubio Herrero 1991, p. 28). Quizás no sea casualidad la elección de ese nombre (habría más en el santoral de ese día) que debió ponerse también por ser trinitario (en la zona siempre hubo mucha devoción a esta orden).
3 Dice así: “28 [de febrero, día del bautismo]. Simón de Roxas, Cosme y Damián, hijo de Joaquín Clemente y Juliana Rubio, nieto por parte de padre de Josef y Teresa Collado, por la de madre de Antonio Rubio y Josefa Polo, nació a las ocho de la noche del día 27. Padrinos Juan Clemente y Josefa López” (Archivo parroquial de Titaguas, Libro Racional VI [1750-1779]).
4 Clemente y Rubio 1827, p. 146.
5 El texto citado anteriormente también se refiere a 1786 y antes, lo que da pie para suponer que con anterioridad a 1781 ya existía escuela en el pueblo, o por lo menos hacia esa fecha; al respecto hay que añadir que se universaliza la educación primaria en el siglo XIX. Samuel Rubio Herrero (1991, p. 32) concreta unos apuntes de D. Cándido Herrero de mayo de 1890 donde anota que la escuela del niño Simón de Rojas tenía un aula de 52 niños llevados por un solo maestro y otra aula donde recibían clases 55 niñas dirigidas por una maestra. La labor de los maestros también era difícil de llevar.
6 Clemente y Rubio 2000, p. 351.
7 Clemente y Rubio 1827, p. 146.
8 Tal vez en las familias aristocráticas lo normal era que el segundón (como se lee en el artículo de Piqueras [2002, p. 5] y en Pascual Hernández [2008, p. 27]) fuera el destinado a seguir la carrera eclesiástica pero el caso de Clemente es el contrario y si fue el destinado lo fue por renuncia de uno de los hermanos mayores. En Clemente y Rubio (1879, p. XIII) se afirma al respecto que “era muy general entonces, particularmente cuando en las familias había más de un varón, y en ésta sucedía así, dedicar uno de ellos a la carrera eclesiástica, y con tal propósito fue enviado Simón de Rojas (al Seminario)”.
9 Simón de Rojas era el tercero de los hermanos vivos en el momento de partir al Seminario, antes estaban Juan de la Cruz, nacido en 1762, y Pedro Joaquín Antonio, nacido en 1775; deduzco que el hermano elegido era Pedro porque era de la misma generación que el biografiado, además, a Juan, como hermano mayor, le estaba destinada la escribanía del juzgado del pueblo por herencia.
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