La concepción que Simón de Rojas tenía de su padre, Joaquín Clemente, no era precisamente la más halagüeña; en la historia de Titaguas compara a su abuelo paterno 23 , a quien admira más, y a su padre, de quien opina que “había heredado el espíritu emprendedor de sus mayores, y su viveza y genio, pero sin la fuerza de reflexión y gusto que distinguió al José Clemente Ródenas” 24 . Y Simón de Rojas no se enfrenta a sus padres y aunque llegó a estudiar Teología a fondo por una especie de amor propio ya que, al no estar motivado para ello, su nivel no era el que se esperaba de él (tampoco querría defraudar a los padres), al final se sale con la suya. A ello alude él mismo:
Casi decidido a ordenarme, aspiré a una beca de S. Pío V, que afortunadamente no me dieron; pero logré el grado de doctor de premio , con que ahorré los gastos a mi padre, que enajenado de contento, me permitió invertirlos en venir a Madrid a hacer oposición a la cátedra de hebreo, aunque no dejó de recelar, que podría ser ésta una disimulada fuga de la profesión eclesiástica en que debía entrar muy pronto 25 .
Sólo la presión de los padres lo sujeta, pues, al proyecto de ordenarse sacerdote, que pensaba realizar en el Colegio Seminario de San Pío V de Valencia (hoy Museo de Bellas Artes San Pío V) donde recibiría las órdenes menores y después del arzobispo las mayores. De la presión pudo librarse gracias a no haber recibido la beca correspondiente a pesar de haber sido “propuesto el primero entre los del primer lugar al muy Reverendo Arzobispo” 26 a una de las becas, seguramente porque habría otros condicionantes, como el poder adquisitivo de los candidatos. También coadyuvó a esa circunstancia el grado de doctor de premio en Teología, el consiguiente ahorro a su padre en el pago de los gastos pertinente y, a su vez, su consiguiente partida a Madrid a opositar a la cátedra de hebreo. En el fondo su progenitor también estaría orgulloso de su hijo por haber obtenido ese premio.
Bien es verdad que los grados como premio a una puntuación alta eran de un mérito relativo, tanto que se intentó reformar esta calificación que era más difícil de conseguir en una Universidad de prestigio que en otra de menor categoría. Al final hubo consenso gubernamental en unificar criterios con lo que se prestigió este premio, pero la presión de la Iglesia hizo que las instituciones religiosas también lo pudieran otorgar, con lo que, de hecho, suponía que podían impartir enseñanzas universitarias al tiempo que eran un freno a las reformas ilustradas. De todas formas Simón de Rojas recibió tres premios de grado (también recibió el de Bachiller en Teología) de la Universidad así como otros grados y recompensas que aparecen en su currículum, por lo que sus méritos en estudios superiores fueron bien ganados.
Con lo expuesto vemos que Simón de Rojas ha seguido el proceso general educativo de los seminarios españoles: “La mayor parte limitaba su enseñanza a cuatro años de Gramática Latina [la Latinidad], más algunos cursos de Teología moral y dogmática. Cuando tenían proporción para ello, los seminaristas acudían a cursos de Filosofía y Teología” 27 .
Simón de Rojas estudió Filosofía y Teología en la Universidad de Valencia 28 y, tras su marcha a Madrid, su quehacer y estudio en diversos ramos de la cultura y la ciencia es imparable, ya sin trabas. Y abandona la carrera eclesiástica y se queda en Madrid.
Vayamos a la carta escrita el 6 de agosto de 1799 que envía a sus padres desde la capital de España al día siguiente de llegar:
Mi muy estimados padres: Llegué a ésta ayer mañana lunes habiendo tenido un viaje muy bueno, sin calor, frío, hambre, sed, ni otros inconvenientes algunos, el arriero que me llevó se portó muy bien, me llevó 5 duros del porte y tres del gasto que hice en su casa y en el viaje por lo que me quedaron unos diez duros que se necesitan para algún libro y algún gastillo indispensable y así será menester algún dinero más, especialmente alargándose mi mansión en ésta por no comenzarse las oposiciones el día 18 de éste y lo despacio que después irán según me ha dicho el director con quien he estado hablando esta mañana [...]
Su hijo Q. S. M. B. [Que sus manos besa] Simón de Rojas Clemente 29 .
Es de destacar el ambiente familiar y humano que en ella se respira, denota cómo está su economía detallando todo como hace cualquier estudiante de familia pobre. La parte no transcrita de la carta habla de la idea de que no va a suspender y si sucediera esto “entraría sin duda en el colegio de [S]an Pío V.” (pagando), con lo cual quiere tranquilizar a su padre y cumplir el pacto que tendrían de volver a la profesión eclesiástica si suspendía. También habla la carta de lo bien que lo trata su primo Miguel 30 y otras vicisitudes, a destacar la circunstancia de que podía haber ido gratis con un amigo “pero me hubiese expuesto a llegar tarde”..., en fin, la vida del estudiante al que no le sobra el dinero y que se expresa con la ternura del que está lejos y tiene que contar todo.
Sin embargo no obtuvo la cátedra de hebreo pues “concurrió a este certamen el sabio D. Francisco Orchell a cuyo gran mérito se hizo justicia” 31 . Es el momento de incluir un comentario a las oposiciones tal como se desarrollaron pues afortunadamente tenemos todo un dossier de esta prueba en el Archivo General de la Universidad Complutense de Madrid (AGUC), D-452 sin paginar –aunque tiene 35 páginas– 32 .
2.1.2. La oposición a la cátedra de hebreo
El desarrollo de la oposición fue como sigue. La primera página del expediente se compone del protocolo pertinente (en esencia que todo está en orden y debe admitírsele a la oposición a la cátedra de Lengua Hebrea) 33 . Después aparece el nombre de los tres jueces de la oposición (D. Juan Antonio Pastor y D. Estanislao Lugo) y del secretario del tribunal (D. Casimiro Flórez Canseco).
Las páginas siguientes son la petición hecha por Clemente para que su primo Miguel Jerónimo Collado, vecino de Madrid, fuera su apoderado para los trámites burocráticos necesarios. Se compone de la petición en sí firmada por el propio Clemente en Valencia el 13 de julio de 1799 34 donde se compromete a seguir las normas establecidas por los Reales Estudios de San Isidro de Madrid 35 . Esta petición está refrendada (compulsada diríamos ahora) por un escribano real por lo cual otros escribanos reales –se supone que de mayor rango– legalizan todo (estos refrendos datan del mismo día e igualmente desde Valencia) 36 . El siguiente papel está firmado por Miguel Collado ya en Madrid el cual firma la súplica de ser admitido en el concurso oposición el 16 de julio de 1799. (Sorprende que sólo hayan pasado tres días entre los documentos de Valencia y los de Madrid 37 .) Al margen de este último documento aparece: “Admítesele en la forma acostumbrada” 38 .
Lo que nos aparece en el expediente a partir de aquí ya es el primer ejercicio de la oposición como tal. Fechado el 30 de septiembre ante los testigos que se citan al margen aparecen los tres “puntos” (temas) que él mismo sacó en suerte, de los cuales él mismo eligió el segundo ( De causis, quae in punctorum hebraeorum mutatione sunt observandae ) [Sobre las causas que en el cambio de la puntuación hebrea están siendo observadas]. También “para la traducción de 30 versos de la Biblia ha sorteado tres puntos” eligiendo del punto 1.º el capítulo 9 de Job, “e inmediatamente fue conducido por D. Joseph Ascorta, conserje de los mismos Estudios al cuarto destinado para formar su disertación en el término de 24 horas encerrado en él con solo el auxilio del escribiente, y de los libros que pidiese, y lo rubrico”.
La cantidad de horas que dura la encerrona 39 ya fue fijada por una Orden Real de 19 de enero de 1770; otras disposiciones también son del mismo año 40 . En fin, nuestro biografiado salió de allí al día siguiente (1 de octubre) a las 10 en punto, “el cual fue conducido por el mismo conserje desde el cuarto del encierro a esta secretaría, de que certifico” 41 . Un día más tarde, el 2 de octubre, fue el destinado a leer la disertación y la traducción que trabajó en la encerrona, y como siempre fue introducido en la sala por el conserje. Con respecto a la disertación De causis, quae in punctorum hebraeorum mutatione sunt observandae la “leyó en alta voz, aplicó sus fundamentos, y demás que contenía e inmediatamente los señores censores le hicieron sus réplicas sobre dicha disertación, y respondió a ellas, y a cada uno de los citados señores”.
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