—Coño, ni Mónica ni Sandra lo son y están ahí. Te necesito como presentadora. Eres un rostro conocido, la gente te adora, eres famosa y no conozco a nadie mejor que tú para que sepa sobrellevar esto en tan poco tiempo y que no se vuelva loca en el intento.
—Fede, siempre estás tocando los huevos —dice Axel.
—Sí, no te voy a replicar —asume Fede—. Sí a todo.
Pero ayudadme. Somos familia. Un poco desestructurada, sí —rectifica—, pero familia, al fin y al cabo. Axel, no tengo a nadie más. Somos solo tú y yo. Y Becca. Échame una mano. Invertid estas dos semanas en mí y os daré pasta suficiente como para que os toméis años de vacaciones si os apetece. A vosotros y a vuestros amigos.
Lo más tentador de la oferta es saber que, si accedo y los demás ven bien la aventura, se alegrarán mucho por cobrar lo que van a cobrar. Pero salir en televisión, en un reality , solo para salvar el pellejo a Fede, también puede tener consecuencias para todos.
Yo estoy lidiando con la popularidad. Una popularidad que no pedí, y no sé si me llevo bien con ella.
—A mí no me digas nada —dice Axel—. Todo pasa por las manos de Becca. Ella tiene la última palabra. Si ella quiere ayudarte, yo estoy dentro. Pero es ella quien tiene que verlo bien.
—¿Lo harías, Axel? —le pregunto sorprendida.
—Yo voy contigo donde me necesites, nena. Ya deberías saberlo.
Axel me acaba de contestar a una de mis dudas. No estaba segura de si él iba a querer estar ahí o no. Pero me acaba de afirmar que sí, que me acompaña donde sea, y es tan bonito oírle hablar con esa sinceridad que, cuando cuelgue, posiblemente, lo desnude.
Pero antes de eso… ¿Y yo? ¿Yo qué quiero hacer realmente? Está en mi código, que cuando alguien me pide ayuda y está en mi mano ayudarle, pues siento la necesidad de darle eso que me pide. Y me siento mejor cuando lo hago, pero eso no quiere decir que deba ayudar a todo el mundo. El problema es que Fede no es todo el mundo, es familia ahora. Y sé las dificultades por las que han pasado él y Axel, y creo que es bueno poder echarle una mano. Y también es bueno para mí sentirme bien trabajando y sin ansiedad porque alguien pueda ir tras mis pasos. Un reality sobre la isla no tiene nada que ver con el Diván, pero sí sobre el amor y sobre el miedo a perder ese amor o a traicionarlo. Y yo, como terapeuta especializada que soy, debo aprender a trabajar con cualquier ansiedad humana, y afrontarla en cualquier situación como lo que es: miedo. Porque en las relaciones sentimentales también hay fobias e inseguridades.
—Antes de responderte, déjame hablarlo con el grupo —respondo a Fede. Mis palabras no sorprenden a Axel. Eso es porque sabía que no iba a decirle que no—. Y prepárame un contrato que les pueda enseñar con lo que les vas a pagar por estar dos semanas ahí. Estos programas suelen cambiar la vida a sus participantes, y no sé qué rol van a tener que tomar, pero es justo que les diga lo que me has dicho y que valoren si son capaces o no de exponerse así. Ellos tendrán la última palabra.
—¿Cuándo tendré una respuesta?
—Esta noche —contesto mirando a Axel.
—Está bien, ahora te mando lo que me pides, Becca. Ojalá me digas que sí. Puede que no me lo merezca. Pero me harás muy feliz. Me haréis muy feliz los dos —dice en voz más alta para que lo oiga Axel.
Axel se levanta de la cama y se dirige a la ventana para mirar al exterior, a la zona privada de la casa.
—En cuanto tenga la respuesta de todos, te llamamos.
—Gracias, chicos.
Cuando cuelgo, aún no sé muy bien qué decir o hacer después de recibir una llamada así. Pero sé, perfectamente, que no es nada de lo que esperaba de nuestro viaje.
Pero que no sea nada de lo que esperaba no tiene por qué significar que sea peor. En todo caso, será diferente.
Me acerco a Axel y él sin decirme nada, me pasa un brazo por encima y me abraza con fuerza contra él.
—Haremos lo que tú digas, Minimoy. Lo que decidas, estará bien.
—Nunca había oído a Fede hablar así.
—Los tiene por corbata… —asegura también impresionado por el tono de su hermano.
—Creo que quiero ayudarle. Pero, solo si los demás dicen que también se apuntan a esta locura… Hemos venido aquí con ellos. No quiero dejarles atrás.
Axel besa mi cabeza y ambos, yo todavía con el móvil caliente en la mano por la llamada y él, seguro de que diga lo que diga, va a estar ahí, nos quedamos abrazados y en silencio.
Porque tenemos un nuevo desafío ante nosotros, y este es totalmente fortuito.
Casi como nuestro accidente en el remolque inflable.
Les he pedido a todos que se reúnan en nuestro apartamento. Creo que es algo que debemos hablar, y creo que es lícito que ellos sepan de la propuesta de Fede. Podría ser egoísta, y por miedo a que ellos sufrieran o a sufrir yo, podría haberme callado y haber cortado de raíz la proposición de Federico. Podría haberle dicho que no. Pero la propuesta no solo es para mí. Hay mucho dinero en juego para todos.
Él sabe quién viene conmigo. No solo Axel, que es un excelente camarógrafo y editor. También están en el grupo Faina que fue Trending Topic durante muchos días por sus Fujitsus y la gente le tomó mucho cariño. O Genio, con su carisma, y su vulnerabilidad disfrazada de humor.
Y sé, porque no tengo ninguna duda, que si Carla y Eli estuvieran en un reality , lo petarían. Porque las Supremas somos así. Sabiendo eso, y a riesgo de que no quiero que esto les provoque ansiedad o les haga algún tipo de daño a la larga, debo comunicarles lo que nos han ofrecido.
Somos un pack. Yo voy si ellos van.
Nos hemos reunido en la mesa del salón. La verdad es que el Resort es increíble y los apartamentos tienen de todo. Son amplios, muy luminosos y huelen a paraje tropical, a relajación y a vacaciones, que es justo lo que intuyo que ya no voy a tener y que tendré que demorar de nuevo.
Les he dejado el iPad abierto con el contrato que les ofrece Fede a cada uno de ellos solo por estar dos semanas en el programa y jugar sus roles. Se van a caer de la silla. Fede debe estar en un nivel de desesperación máxima.
Mis amigos lucen como tienen que lucir cuatro personas que han sido lanzados contra el agua a una velocidad de cien kilómetros por hora.
Eli y Carla llevan los albornoces del hotel, y Faina y Genio siguen con ropa de playa, pero Faina además lleva un collarín que acarrea con dignidad y su sonrisa sempiterna.
Esta mujer siempre sonríe, le pase lo que le pase. Seguramente, porque la vida ha sido muy puta con ella, y ya está de vuelta de todo. ¿Qué tiene de importancia un pequeño esguince cervical después de todos los porrazos que se ha dado tras sus fujitsus?
—Chicos, esto es una reunión de urgencia —les digo invitándoles a que se sienten en la mesa.
—Pues yo tengo hambre —dice Faina—. Apiádense de mí, que soy inválida. Si vamos a hablar de cosas serias pedimos cena al servicio.
—¿Vamos a hablar de cómo matamos a esos dos psicópatas que conducían la lancha? —pregunta Genio cuidando de Faina en todo momento—. Porque poco se habla del agua que he tragado. Y eso que ya tengo el labio cosido, doy gracias a Dios.
—Jackson y James deberían estar encerrados. Son el Isis —susurra Carla sentándose con toda la delicadeza de la que es capaz. Le duele el muslo, pero se le pasará—. Bueno, ¿qué pasa? —exige saber.
—Bien. Sé que tenemos una semana por delante en la que vamos a estar en Punta Cana sin hacer nada o mucho, depende de por dónde se mire —aclaro—. Pero me acaba de llamar Fede y me ha propuesto algo. Me ha pedido ayuda desesperadamente como nunca lo ha hecho.
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