—Nada de remolques.
Me tumbo en la cama y él me mira de arriba abajo. Me lloran los ojos, pero le veo bien.
—¿Qué estás haciendo, bribón?
—Chequeo que todo tu cuerpo esté en perfecto estado —se tumba a mi lado y se apoya en un codo sin dejar de mirarme—. ¿Sabes qué?
—¿Qué? —alzo mi mano y acuno su mejilla rasposa.
—He estado pensando mucho estas semanas en las que he estado viajando…
Los dedos de su mano se deslizan por mi garganta, mi clavícula y el canalillo de mis pechos…
—¿Ah, sí? ¿Y qué has pensado?
—En nosotros…
—Igual no lo notas, porque tengo los ojos como bolas de billar, pero te estoy mirando con suspicacia.
A él se le eleva la comisura de los labios, pero continúa concentrado en el sendero de sus dedos, que ahora juegan pasando por encima de mi ombligo hasta que toda su mano abierta reposa sobre mi vientre.
—¿En nosotros en qué, Axel? —insisto. Cuando se pone así de contrito y pensativo me pone un poco nerviosa.
—No sé —se encoge de hombros—. En nuestra situación.
—¿Qué quieres decir con…?
Rata inmunda Animal rastrero Escoria de la vida Adefesiooooo mal hecho…
Mierda.
Los dos miramos mi móvil, y sabemos perfectamente de quién se trata y a quién le he adjudicado ese tono de llamada.
Es Fede. El Súper. Hermano de Axel. Y Lucifer a tiempo completo. Sabe que estamos de vacaciones y que no queremos que nos molesten. Pero, precisamente, como se cuida mucho de obedecernos de un tiempo hasta aquí, la llamada es inquietante y nos sorprende.
—¿Qué hago? ¿Se lo cojo? —le pregunto a Axel.
Él se deja caer en la cama, tan largo y con tanto músculo como tiene y parece un ángel caído. Fija su mirada verde en el techo de la habitación y dice dejando ir una larga exhalación:
—Cógeselo. A ver qué quiere.
—Está bien —murmuro. Se lo iba a coger igualmente. Pienso que, si me llaman en mis vacaciones, es para alguna urgencia, o porque ha pasado algo, aunque después cuando descuelgo, no suele ser nada importante.
—¿Hola? —saludo a Fede.
—Becca Ferrer —dice aliviado—. Menos mal que me coges el teléfono.
Percibo un tono muy angustiado en su voz.
—¿Por qué llamas? Sabes que estoy de vacaciones.
¿Es que ha pasado algo?
—Llamo porque eres mi cuñada. Y eres la que mejor me cae.
—No cuela. Soy tu única cuñada —resoplo mirando a Axel—. ¿Qué pasa, Fede?
Él se queda en silencio unos segundos, hasta que, de repente, lo vomita todo con una ansiedad que yo desconocía en él, hasta este preciso momento.
—Sé que me pedisteis que no os molestara y que queríais estar alejados del mundanal ruido. Pero, créeme, no te molestaría si esto no fuera algo muy serio.
—Me estás asustando. ¿Estás bien? ¿Estás enfermo?
—Estoy bien, pero a punto de sufrir un ataque al corazón y con crisis de ansiedad, Becca. Y me tienes que ayudar.
—¿Qué pasa? —digo preocupada.
—Pasa que estoy muy jodido como productor. Que el proyecto que tenía que lanzar en dos meses para contrarrestar el programa de mayor audiencia de nuestra cadena enemiga, se acaba de ir al garete y que teníamos dos semanas de plazo por delante para grabar toda la temporada, y resulta que no podemos hacerlo porque medio equipo ha sufrido un accidente cuando iban al set de grabación.
Axel me pide que ponga el manos libres. Yo lo hago, coloco el vendaje frío de nuevo sobre mis ojos y me concentro en lo que me está contando.
—Vaya… lo siento mucho, Fede. ¿Qué necesitas de mí? ¿Terapia telefónica?
—No, Becca. No quiero terapia telefónica —contesta apremiante—. Necesito una jodida heroína ahora mismo. Te necesito para que me salves de esta y estaré en deuda contigo toda la vida. Ya lo estoy, por haberme ayudado a medio recuperar a ese novio tuyo belga y arisco que tengo como hermano y que, seguro que está ahí, como el vigilante psicópata que es, escuchando toda la conversación.
—Te conoce —le digo a Axel bromeando.
—¿Qué quieres, Fede? —pregunta Axel en voz alta.
—Pues nunca pensé que diría esto. Pero os necesito para que me salvéis el culo directamente. Así os lo digo, sin paños calientes.
—No sé cómo podemos ayudarte.
—He perdido a medio equipo antes de empezar a grabar La Isla del pecado. Queríamos que compitiera con La isla de las Tentaciones, íbamos a estar en Prime Time y os juro que íbamos a reventarlo. Pero ayer hubo un huracán terrible que golpeó de lleno a parte del equipo y a los participantes del programa.
—Un momento, Fede… —digo. Estoy empezando a sentir un martilleo en las sienes—. Es que sigo sin entender para qué me llamas.
—Tengo de baja a tres participantes, al editor y al cámara jefe, a la presentadora y a la terapeuta. Hemos pagado mucho dinero por esto, y hay mucho en juego. Mi reputación, sobre todo. Tengo pactado este lanzamiento con la cadena y hay varios países pendientes de los derechos audiovisuales. Me juego el cuello. Y no puedo permitirme el lujo de detener el proyecto. Esto tiene que salir sí o sí en las fechas pactadas. Me dijiste que Smart os pagó un viaje a Punta Cana. Estamos rodando en la Isla de Samaná, que está, casualmente, en Punta Cana. Os pago lo que me pidáis, os firmo el contrato que necesitéis, Becca —me suplica realmente desesperado—, y le doy a mi hermano lo que le pertoca de herencia de papá, aunque él no la quiera, a cambio de que tú, Axel, y los que van con vosotros, que sé que Faina y Genio están ahí y nos servirían también como pareja mediática, porque ya son conocidos del Diván, vayáis a suplir las bajas y os hagáis cargo del formato del programa.
—¿Qué? —digo sin dar crédito. ¿Qué está diciendo este hombre? ¿Le ha dado un aire?
—Que te necesito en Samaná. Os necesito en Samaná —reconoce por primera vez en un tono humilde que me suena completamente desconocido en él—. Para que arregléis el desastre en el que se ha convertido mi proyecto y me ayudéis a salvarlo. Os necesito en el programa. Os suplico que me echéis un cable porque no tengo a nadie a quien pueda recurrir. Absolutamente a nadie en tan poco tiempo.
Axel se queda sentado en el colchón y mira al frente muy serio. Sé que no quiere nada de su padre, pero también sé que Fede le ha estado ayudando mucho en todo lo que es la comprensión de los derechos audiovisuales del Diván, y con todo lo del Chantilly… Y bueno, de algún modo, sé que no puede estar enfadado con Fede porque, gracias a él, él y yo estamos juntos. Pero no sé qué está valorando esa cabecita pasional, pero a veces fría y metódica como la de un sicario.
A mí me sudan las manos. Me he quedado bloqueada. Es lo último que me hubiera esperado de Fede.
—Por favor… —repite Fede—. Sé que es precipitado, que es una locura, pero no tengo ninguna duda de que Becca Ferrer se hará con el formato en una hora. Y que no estarás sola. Estarás acompañada de tus amigos, y también de Axel.
—Yo no voy a obligar a nadie a que haga nada — replico.
—Pero ayúdame a convencerlos. Te juro que el cheque que os voy a dar os va a alegrar la vida.
—No todo es el dinero, Fede.
—No, pero ayuda a que todo sea mejor.
—Pero ¿qué quieres que haga? ¿Que haga de Sandra Barneda? ¡Nadie puede hacer de Sandra Barneda!
—Es un reality sobre parejas, y sobre infidelidades, deseos y tentaciones. Es el competidor de la Isla, joder — dice frustrado— el formato es igual, aunque con matices. Tú eres empática y sabrás conectar con la desesperación y los miedos y las inseguridades de todos.
—Fede… —digo medio murmurando—. Estoy especializada en Toc, Tags y otros derivados… no soy terapeuta de pareja.
Читать дальше