—Para eso tiene a Axel —Mi hermana Carla me lanza un hielo de su mojito—. Lo tiene en el bote.
—¿Quién a quién? —replico—. Creo que es mutuo. Cuando hemos salido por ahí he tenido que detenerlo para que no comprase jugueterías enteras.
—¿Es niñero el tío bueno? —pregunta Faina tumbándose atravesada en la hamaca.
¿Es niñero Axel? Me atrevería a decir que sí lo es. Y que disfruta de la compañía de Iván cuando lo ha visto. Además, conecta muy bien con él. Y eso hace que me pregunte muchas cosas de las que aún no hemos hablado.
Porque vamos con cuidado, como si atravesáramos territorios minados que nos han hecho daño y nos han asustado y no queremos volver a pasar por ahí.
Axel creyó que el hijo de Victoria era de él y durante un tiempo siempre pensó que su hijo había muerto en ese accidente de coche que, en realidad, no fue. Sé que aún tiene sentimientos encontrados al respecto, pero tenemos tiempo para hablar de ello con calma, porque cuando quieres a alguien y ese alguien te quiere, necesitas saber todo lo que puedas sobre esa persona. Porque no quieres volver a hacerle daño con las mismas cosas que lo hirieron en el pasado.
—Es niñero y está cañón —enumera Faina—. Dime que tiene defectos.
—Los tiene —aseguro— como yo. Como todos, que no somos perfectos. Es excesivamente reservado y protector, y necesita que todo lo que concierne a las personas que le importan, pase por su visto bueno antes. Es un toc —les explico—, provocado por todo lo que no pudo controlar en el pasado. Y fueron muchas cosas. Todo demasiado intenso… pero nada que unas buenas vacaciones no puedan poner en su lugar.
—¿Y tú, hermanita? —me dice Carla poniéndose sus gafas de sol—. ¿Cómo estás tú? Eres famosa. Te secuestraron. Te iban a matar…
—¿Cómo te sientes, Becca? —incide Eli—. ¿Hay algo con lo que estés lidiando desde lo que te pasó en Estados Unidos?
Me paso las manos por los rizos rojos y largos y al final, me coloco mis gafas como diadema. Suspiro mientras observo a Axel hablar con el de las motos de agua. Es una pregunta difícil de responder.
—Hago terapias de choque para las fobias y ansiedades —comento familiarizándole con mi nuevo estado—. Pero tengo que hacerme mi propia terapia. Porque es verdad que no me siento todo lo segura que me gustaría sentirme, y no quiero que mi estabilidad dependa de si Axel está cerca o no —mis amigas me escuchan en silencio—. No duermo demasiado bien, excepto las noches en las que Axel se ha quedado conmigo. Y tengo miedo de que me persigan y de que alguien quiera hacerme daño a mí o a las personas que quiero solo porque se haya obsesionado conmigo, o porque soy mediática y popular. No quiero ser la culpable del posible desequilibrio de los demás. Y, ante todo, no quiero sentir que todo lo bueno que tengo ahora pueda ser efímero, porque pueda desaparecer de un momento a otro.
Eli asiente, como si comprendiera lo que estoy revelando. Algo entiende, porque es terapeuta.
—Estás en tu momento, Becca —me dice mi amiga—. Y da miedo. Pero, en realidad, todo asusta. Porque en esta vida, de lo único de lo que puedes estar seguro es de que no tienes nada por seguro. Y el miedo a perderlo todo o a causar dolor indirecto a las personas que queremos siempre va a estar. Y es humano sentirlo. Y más tú, después de todo el estrés vivido. Pero como siempre has dicho: lo valiente es hacerlo, a pesar del miedo.
—Becca —Faina posa su mano sobre la mía y me mira muy seriamente—. Tú nos equilibras. Me has equilibrado a mí, a Genio, a todos los que necesitan tu ayuda… pero te mereces sentirte así. Estás en tu derecho. Yo solo te puedo decir que todo saldrá bien, y que no tienes que temer por nada. Toda esta ansiedad que sientes… desaparecerá.
Resoplo y me rio un poco de ellas.
—Seríais buenas terapeutas.
—Todas hemos aprendido de la mejor —confirma mi hermana dándome golpecitos cariñosos en la rodilla—. Ahora relajémonos y disfrutemos del maravilloso placer de no hacer nada.
Cuando Axel llega hasta nosotras, el brillo del sol delinea su increíble cuerpo esculpido por Satanás y su séquito para que las humanas pierdan la cabeza. Lleva un bañador rojo tipo pantalón de los que quedan ajustados. Me humedezco los labios y sonrió como una mujer salida. Pero puedo estar un poco salida, que no lo niego, sin embargo, estoy más enamorada.
—Señoritas —nos saluda con una media sonrisa—. ¿Cuántos de esos os tenéis que beber —señala a nuestras copas— para subiros al churro?
—¿A qué churro, guapo? —pregunta Faina mirándolo de arriba abajo.
—Te lo he puesto a huevos —le replica Axel entrando en el juego de la tinerfeña—. No os apalanquéis, que en media hora nos subimos.
Axel se sienta en mi hamaca, me roba mi mojito y bebe de él dándole su aprobación.
Estoy convencida de que quiere asegurarse de que no hay nada raro en la bebida.
—¿Está todo correcto, guardaespaldas? —bromeo.
—Correctísimo —dice él tumbándose a mi lado y devolviéndome el mojito.
Axel me pasa un brazo por debajo del cuello y nos quedamos los dos abrazados en la tumbona.
Y pienso que, no es nada difícil acostumbrarme a esto, a él, a sus cuidados… y a todos esos besos que nos debemos.
Mi plan para estas vacaciones es reírme mucho y hacer muchas cosas que nos distraigan, claro, pero, de buenas a primeras, subir los seis a un remolque inflable con asientos de espuma y remolcados por una lancha, tal vez sea mear demasiado alto.
—Pensaba que íbamos a ir en motos de agua —le digo a Axel que se sienta a mi lado en el remolque.
Él parece un niño con un juguete nuevo. Está emocionado.
—Queríamos alquilar tres motos, pero ahora las tienen otros clientes, y solo les quedan dos disponibles — me explica—. En dos motos no podemos ir los seis. Jackson y James nos han ofrecido…
—¿Quiénes son Jackson y James?
—Tienen nombre de bufete de abogados —Eli está intentando supervisar las sujeciones de las que disponemos en la atracción, que son como sujetamanos típicos de los coches—. Oye, aquí hay poco a lo que agarrarse…
—No seas cagona —dice mi hermana. Carla siempre ha sido muy atrevida para todo. Porque como es abogada sabe que, si le pasa algo, los otros pagan—. ¿Vas a gritar, Eli?
—Como una loca —contesta mi mejor amiga.
—Jackson y James son los chicos que conducen la lancha —me contesta Axel—. Nos han dicho que es una atracción que están probando desde hace unos días, y que va a ser inolvidable para nosotros. Que el truco está en agarrarse a lo que uno pueda.
—Bueno, no creo que sea para tanto —digo incrédula—. No pueden poner en riesgo la salud de los clientes. Será como el típico churro de las playas de la Costa Brava o de Benidorm. Unas risitas y ya está —Estoy hasta emocionada.
—Sí, sí… seguro —murmura Axel.
—Bueno, tú, por si acaso, me agarras bien.
Axel me rodea la cintura con un brazo, me da un beso y me dice:
—Yo te agarro cuando quieras, Minimoy pelirrojo.
—Ay, Genio —oigo que susurra Faina con muchas expectativas— que nos van a hacer un tour en esta cosa, como los barquitos de turistas de Tenerife.
Sin embargo, si de alguien me tengo que fiar es de Genio. Porque no está muy feliz. Tiene los nudillos rojos por la fuerza a la que se agarra a las sujeciones, y no deja de tragar saliva compulsivamente.
—Yo solo os digo una cosa —dice alzando la voz—. Me he operado la cara. Como esto me desabotone las orejas, vamos listos.
—¿Y por qué iba a pasarte nada, amor? —Faina no entiende su miedo—. Nada nos va a pasar aquí. Esto es solo un paseíto. Como en la Gua Gua.
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