Yo frunzo el ceño. ¿Sabéis esa sensación de que algo no te convence del todo, pero no sabes por qué? Pues así estoy yo. Como cuando intuí que mi abuela tenía dentadura postiza y lo confirmé el día de Noche Buena cuando al cantar un villancico, los dientes fueran a parar al turrón de piedra. Luego aquello parecía Excalibur. Solo el Rey Arturo podía desincrustarla de ahí.
— ¡Bros! —exclama no sé si Jackson o James. Parecen gemelos. Tienen trencitas en el pelo y de lejos no les veo bien la cara—. Alzad el pulgar si estáis preparados — nos piden.
Los seis nos colocamos lo mejor que podemos. Estamos listos. O eso creo.
—¡Arranca! —les ordena Axel.
Y de repente… aquello da un arreón que nos deja tiritando y con la cara como salida de un lifting.
Es inesperado, frenético y temo por mi vida. Sí, lo digo.
Jackson y James se ríen y alzan el pulgar como si todo estuviera bien y aquella fuerza y velocidad fueran normales.
Pero mis cojones, hablando mal.
Axel parece que se está aguantando la risa, y me tiene bien sujeta y anclada, aunque sus piernas y las mías estén jugando al Twister.
Y a más velocidad, ese remolque inflable se convierte en el Infierno.
Y se suceden los acontecimientos a cual más histriónico que el otro.
Faina solo hace que gritar.
—¡Así no se puede ver nada! ¡Nos vamos a dar un talegaso, maricóóóóón!
A mi hermana se le están saliendo las tetas del bikini y muerta de la risa, le está gritando a Eli que haga el favor de ponérselas en su sitio.
Genio mira hacia sus tetas, se pone rojo como un tomate y exclama:
—¡Por Dios! —justo en ese instante la boca se le llena de agua y empieza a ahogarse.
Faina bota sobre el remolque y rueda como una croqueta por encima de nosotros, y es como un rodillo de amasar pizza. Yo creo que va a salir volando.
—¡Que me mato! —me grita a la cara. Pero si se cree que la veo, lo tiene claro. Mi pelo está en mi cara y creo que tengo unos centímetros en la garganta como si fuera un alga —. ¡Me mato, hijo de puta el Jackson! —su cuerpo vuelve a rodar, y acaba con el bikini medio bajado y el culo descubierto encima de la cara de Genio, que a esas alturas, entre que ha tragado agua, y le escuecen los ojos, se está muriendo por falta de oxígeno—. ¡Que son becarios!
—¡Que Genio se muere, Axel! —le grito a mi guardaespaldas que no para de reírse, pero está a la expectativa vigilando que yo no salga disparada y me vaya al espacio exterior.
Eli intenta ponerle los pechos dentro de la parte superior del bikini a mi hermana, y eso da un derrape, gira de dirección, y la abogada acaba sentada encima de nosotros, y mi hermana como Mama Chicho. Yo empiezo a reírme de los nervios. ¿Cuándo una atracción de agua se ha convertido en un atentado contra nuestra vida?
—¡Que se me ve el chocho! —grita ordinariamente, presa de la estupefacción. Faina está abandonada a su destino, deslizándose de un lado al otro.
—¡Vamos a morir! —grita Eli intentando sujetarse a todo lo que pilla como puede.
Carla se empieza a deslizar hacia abajo y Eli la agarra con las piernas y la salva de salir disparada.
Genio intenta cubrir la medio desnudez de Faina como le es humanamente posible, con una mano, pero como no ve, pone la mano sobre la teta de Carla.
—¡Genio, esa es mi teta! —le grita Carla dándole un manotazo—. ¡Eli, no se te ocurra soltarme! —le suplica.
—¡Qué bajbaguidá! —digo yo, ahogándome con mis propios rizos, haciéndome cruces de todo lo que está pasando.
Y entonces Faina vuelve a pasar como un rodillo por encima nuestro, y entre todos intentamos agarrarla como podemos. Genio se recupera de su asfixia y la sujeta por el collar de calambres. Faina está que se muere de la risa, pero también del susto, y entonces sucede: en ese momento de máxima tensión, a mi amiga le da un Fujitsu.
El collar electrocuta a Genio y también a Faina, y el de Cangas pierde la fuerza en su única sujeción, y ambos, en un nuevo giro, salen disparados, como sale una pelota de un estadio en un Home Run.
Axel hace señales para que detengan la lancha y recoger a los caídos, pero esos dos no miran. Jackson y James van a lo suyo.
En una nueva sacudida, Carla y Eli salen disparadas por el lateral del remolque y pasan por encima de nosotros.
Axel me agarra bien y me dice al oído:
—¡Quedamos solo tú y yo, Minimoy! ¡Solo puede quedar uno!
—¡Axel, esto es peor que el Shambala de Port Aventura!
—¡Agárrate que viene un nuevo derrape!
Lo intentamos. Intentamos por todos los medios permanecer en el remolque y ser los Reyes del Trono. Pero entre risas, estrés y nervios, no sé cómo ni por qué, acabamos volando igual que el resto de nuestros amigos.
Y cuando caemos al agua, me doy un planchazo con toda la cara. No nos han puesto chalecos porque los seis sabemos nadar, pero esta experiencia está lejos de ser un plácido paseo en churro.
Por Dios, ha sido una locura.
Hemos acabado en la enfermería. Lo sé, es ridículo. Pero es que ha sido así. Y ahora, gracias a Dios, cada uno estamos reposando en nuestras casitas playeras.
El diagnóstico ha sido el siguiente: Faina tiene un esguince cervical, y a Genio se le han hinchado los labios del golpe que se ha dado contra el agua.
Carla y Eli tienen cada una el lado derecho del muslo con un hematoma importante por el impacto.
Y a mí se me han hinchado los ojos, porque he aterrizado con la cara.
El único que está bien es Axel, porque claro, él está hecho de esa sustancia con la que se hace a los superhéroes y a los Madelman.
Pero lo tengo aquí a mi lado, no sin antes haber tenido una charla con los del remolque sobre velocidad. Además, ha hablado con el director del hotel para ponerle en advertencia y amenazarle con una reclamación por lesiones. Esto es inaudito.
Sé que James y Jackson no lo han hecho a propósito, pero era la primera vez que probaban el remolque con la lancha y tendrían que haber calculado mejor la velocidad y las consecuencias de un impacto a esa potencia. Salimos disparados todos como muñecos de trapo.
Pero una vez se nos ha pasado el susto, ahora me lo tomo con filosofía y pienso: al menos estamos vivos.
Conozco a mi novio y sé que está peleando contra las ganas de reírse. Porque Axel es muy serio y borde si le caes mal, como yo le caía al principio. Pero luego es un guasón. Por eso sé que está pensando en la experiencia y en cómo un remolque inflable ha jugado con nosotros hasta el punto de convertirse en una catapulta de humanos.
Me estoy poniendo el vendaje frío que me ha facilitado la enfermera del hotel en los ojos para descongestionarlos.
Soy un cuadro. Podría haber cerrado los ojos al caer al agua, pero no. Yo ahí con los ojos abiertos como un muñeco Bebé Llorón.
Axel se sienta en la cama mi lado y me alza la barbilla con dos de sus dedos.
—¿Cómo estás, loquera? ¿Te duele?
—Un poco —admito—. ¿Los tengo muy hinchados? Los noto como si tuviera los ojos de un bulldog.
Axel me da un beso y dice que no con la cabeza.
—Solo están rojos. Pero ya has oído lo que te ha dicho la enfermera. Mañana ya estarás bien. Faina tendrá que llevar el collarín un par de días, y lo de Eli y tu hermana se irá con el tiempo. No ha sido nada, al final —reconoce—. No sabía que iban a conducir como Vin Diesel en A todo gas.
Me echo a reír y me muerdo el labio inferior con incredulidad.
—Ha sido el puto infierno. Por un momento creí que nos matábamos.
Axel se ríe y se encoge de hombros.
—Bueno, ya sabemos lo que no tenemos que hacer aquí. Nada de remolques hinchables —sus ojos verdes chispean y me miran con ternura.
Читать дальше