En Estambul amé, además de los “imperdibles”, justamente lo contrario, perdernos por esas calles recorridas por tanta gente desde hace tanto tiempo, sin tener la menor idea de adónde nos iba a llevar el camino.
Gözleme de espinaca y queso feta
Fue al final de un road trip bordeando el Egeo, aunque el mar en enero no fuera más que una postal imposible. En el camino no habíamos encontrado dónde almorzar y no teníamos más provisiones que algunas nueces. El destino era el pueblo de Karaburun, al que llegamos muertos de hambre a las seis de la tarde. El mar había desaparecido en la oscuridad de la noche y el viaje terminó con un almuerzo —muy tardío— de gözleme de espinaca y queso feta en el centro del pueblo.
El gözleme es un pan turco muy fino relleno con ingredientes que varían según la región. Los más comunes son carne picada o espinaca y queso feta. El nombre gözleme tiene su origen en la palabra turca göz , que significa “ojo” y hace alusión a los círculos tostados que se forman en la superficie durante la cocción. En Turquía, el gözleme está presente en cualquier momento del día, desde el desayuno hasta la cena.
¿Querés probarlo ya? ¡Vamos con la receta!
Ingredientes (para 4 unidades)
Harina blanca, 2 tazas
Levadura seca, 2 cucharaditas
Yogur natural, 1 cucharada
Sal, ½ cucharadita
Agua tibia, ⅔ de taza (aprox.)
Espinaca fresca, 250 g
Cebolla picada, 1
Queso feta, 200 g
Sal y pimienta, a gusto
Procedimiento
Para preparar la masa
Mezclar la levadura con un poco de agua tibia en un bol y esperar 10 minutos (hasta que aparezcan burbujitas).
Mezclar la harina, el agua y la sal en otro bol.
Agregar el yogur y la mezcla de levadura a la harina y amasar hasta que la masa tenga una textura suave y no pegajosa.
Dividir la masa en 4, dar forma de bollo y dejar reposar sobre una superficie aceitada, tapados con un repasador hasta que doblen su tamaño (entre 30 y 60 minutos).
Para preparar el relleno
Picar la cebolla y saltearla en una sartén con aceite de oliva.
Agregar la espinaca cortada en pedazos grandes y cocinar unos minutos hasta que se marchite.
Retirar del fuego, agregar el queso feta desgranado y mezclar.
Agregar sal y pimienta a gusto.
Para armar el gözleme y cocinarlo
Estirar los bollos sobre una superficie bien enharinada hasta que tengan un espesor de unos 3 mm.
Distribuir el relleno en el centro en una superficie de unos 10 x 15 cm y doblar dos de los extremos hacia adentro y luego los otros dos extremos encima. El relleno quedará tapado por la masa.
Cocinar los gözlemes de a uno en una sartén a fuego medio, hasta que la superficie de cara al fuego esté crocante y de color marrón/dorada. Dar vuelta y cocinar del otro lado.
Cortar en 4 partes iguales y ¡comer calentito!

España
He llorado en Venecia,
me he perdido en Manhattan,
he crecido en La Habana,
he sido un paria en París.
México me atormenta, Buenos Aires me mata,
pero siempre hay un tren
que desemboca en Madrid
JOAQUÍN SABINA, «Yo me bajo en Atocha».
M y M (macrodecisiones y Madrid)
—¿Y ahora qué van a hacer? ¿Cuánto tiempo se van a quedar en Madrid? —nos preguntó el primo de Omar que nos iba a hospedar en su casa de la capital española por tiempo indefinido, cinco minutos después de que habíamos llegado.
—Todavía no sabemos, vamos a ver… —respondimos de la manera más elegante que pudimos, dejando la puerta abierta a las muchas repreguntas que vendrían después. La realidad era que estábamos a un millón de años luz de conocer la respuesta a esa y a tantas otras preguntas.
Cuando llegamos a Madrid, el tono que había tenido el viaje hasta ese momento cambió por completo. Los días en Turquía habían sido en realidad una escala larga —larguísima—, que no habíamos planificado, pura cortesía de Turkish Airlines. Habíamos comprado los pasajes para el tramo Buenos Aires – Madrid con escala en Estambul a la vieja usanza, en la oficina de la aerolínea, y al momento de comprarlos nos encontramos con una sorpresa: podíamos elegir la duración de la escala y, por responder algo a aquella novedad que nos agarró totalmente desprevenidos, elegimos que fuera de tres semanas.
Madrid, en cambio, era formalmente el primer destino del viaje. A partir de ese momento no teníamos más pasajes de avión comprados, éramos ciento por ciento libres de elegir los próximos pasos y… no teníamos ni la más puta idea de cómo o hacia dónde seguir.
Terminados los días de gracia en Turquía, Madrid era nuestro kilómetro cero y ya desde antes de llegar tenía un plan perfectamente diseñado en mi cabeza que, creía, no podía fallar. Al entrar a España con pasaporte argentino me darían noventa días de visado turístico. Los primeros treinta los pasaríamos felizmente en Madrid, un lugar que ambos amábamos, o bien viajando por distintas partes de España, si surgía esa posibilidad. En algún momento dentro de esos primeros treinta días me avisarían que mi ciudadanía italiana estaba lista. En ese momento emprenderíamos el camino a Italia y usaríamos los sesenta días restantes para tramitar mi documento y pasaporte. Habiendo terminado el papelerío, seríamos muchísimo más libres —ahora sí— para decidir qué camino tomar.
Así, con un plan mental armado como un rompecabezas de madera hinchado en el que las piezas encajan a presión, llegamos a Madrid. No había ninguna certeza grabada en piedra de que el plan iba a funcionar, pero tampoco había muchas más opciones y no me quedó más que autoconvencerme de que así sería. Lo único que tenía como garantía era una promesa vaga que la funcionaria de turno del consulado italiano en Buenos Aires me había hecho exactamente dos años atrás, cuando presenté mi trámite y pregunté cuánto iba a tardar el proceso.
—Entre doce y dieciocho meses —respondió sin inmutarse lo más mínimo, sin una pizca de lamento, como si esa cantidad de tiempo fuera un abrir y cerrar de ojos.
Habían pasado más de veinticuatro meses desde aquel día y mi mundo había cambiado por completo: ya no estaba en Buenos Aires haciendo mi vida mientras la ciudadanía llegaba a paso de caracol, sino recién llegada a Madrid, con un visado de noventa días de estadía permitida, y una promesa burocrática que hacía tiempo había caducado.
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