–Mira, weón , por un lado son naranjas y por el otro son celestes. ¿Qué mierda será, weón ? –dije, mientras palpaba el relieve de las pastillas.
–Hay una sola forma de saberlo –dijo Nick, con tono serio.
–¡ Estái weón ! Yo no voy a probar esta weá –repliqué.
–Dale, weón , capaz que sea la droga del futuro –aseguró Nick.
Mientras debatíamos acerca de aquello, se nos allegó la rubia con obvias intenciones de quedarse con nosotros. Su amiga estaba con el pololo en ese momento. Decidimos abrir nuestra burbuja invisible y acogerla dentro. Por supuesto que podía estar aquí, si quería podía quedarse toda la noche. Su nombre era Sofía, compañera de Peter en la universidad. Vivía en Las Condes.
–Oye, cacha que este weón se encontró esta weá en su chaqueta –le dijo Nick a Sofía, mostrándole la bolsita Ziploc.
–¿Y qué es? –preguntó Sofía.
–No sabemos, me la encontré recién, nunca había visto unas pastillas así.
Abrimos la bolsita y tomamos una pastilla para examinarla. Eran del porte de una pastilla de loratadina. Aparte de los colores celeste y naranja, tenían una lengua dibujada por un lado y por el otro aparecía una especie de libro abierto.
–Yo me atrevo a probar la mitad de una –dijo Sofía.
De seguro ella había probado un sinfín de drogas ilegales para querer meterse estas pepas desconocidas. Eso hacía que aumentara el grado de atracción que Nick y yo sentíamos por ella. A pesar de que algunos puedan decir que una mujer que ha probado muchas drogas es muy “loca” y “reventada”, el hecho de que haya tenido experiencias, le da un toque.
Ahora la decisión no era fácil. Probar esta droga desconocida junto a esta joven, o solo ver cómo ella reaccionaba a los estímulos. Quizás no hicieran nada, pero sería fome.
–Ya, partámosla por la mitad –propuse.
–Son bonitas. Quizás sean como éxtasis –dijo Sofía.
–Pidámosle un cuchillo al Peter –dijo Nick.
–¿También querí probarla vo , weón ? –pregunté mirando a Nick algo inquieto.
–Sí, “a cagar” nomás, total una mitad no creo que haga nada.
–Con cuidado, weón , yo no voy a probar estas weás , no sé de dónde salieron.
Nick fue a la cocina y volvió con un cuchillo. Partió una de las pastillas por la mitad. Estaban motivados. Yo pensaba “estos weones se van a drogar juntos y van a terminar ’agarrando’”. Bueno, que les vaya bien.
Sofía se tomó una con un sorbo de Absolut de pera y Sprite Zero, mientras que Nick se tomó la otra mitad con la ayuda de un sorbo de cerveza.
–No siento nada –dijo Nick.
–Yo tampoco –agregó Sofía.
–Tienen que esperar un rato po , si son pastillas, no “pegan” “al toque” –afirmé.
Mientras esperábamos el efecto de las pastillas, fuimos a la pista de baile, que podía estar en cualquier parte del patio y nos entregamos a la música. De pronto vi la cara de Nick y Sofía y sus ojos parecían estar influenciados por un cóctel de drogas estimulantes y alucinógenas. No estaba seguro de si habían probado algo parecido a la marihuana, el éxtasis, el LSD o el Popper . Su mirada era muy extraña, pero estaban disfrutando al máximo.
–Oh, esto es genial –comentó Sofía, efusiva.
–Estoy más volado que la chucha, es como si me hubiera fumado mil pitos, me siento en el paraíso –agregó Nick, extasiado.
–Oh, qué buena está tu droga, me gustaría tirar contigo –dijo Sofía, mirándome a los ojos.
–¿Qué?
No entendía nada. De pronto, ella pasó de la excitación a la vergüenza, igual que yo. Me acababa de decir que quería coger conmigo. No sabía si la mina estaba loca o había sido muy sincera. O quizá la droga la había puesto sincera, en verdad no sabía. Solo que su cara se había puesto del color de un tomate y se había ido a hablar con su amiga y su pololo, quienes estaban sentados, atracando.
–Oye, weón , esta weá está suprema. Me siento en las nubes y en el suelo, en la tierra y en el cielo –comentó Nick.
–Ah, te salió rima más encima.
–Sí, weón , quiero más, guarda esa weá como hueso santo. Y quiero follarme una mina –dijo Nick.
–La mina esta me dijo que le gustaría que cogiera con ella, no sé si está webiando o lo dijo en serio, pero se fue donde sus amigos.
– Vo , dale. ¡Que viva la fiesta!
Nick empezó a bailar solo, daba pasos ridículos, si alguien me pregunta, pero estaba entregado a la música electrónica. Permanecía concentrado en los movimientos de Nick cuando llegó Sofía con sus dos amigos. Querían probar la droga.
–Oye… ¿cómo te llamabas? –preguntó Sofía.
–Dime Andy.
–Ya, Andy, mis amigos quieren probar la otra pastilla que te queda. Se refería a la pareja que acompañaba a Sofía en la fiesta. Estaban bailando, con la vista hacia nosotros. Estaban atentos a mi respuesta. Sofía esperaba con una mirada coqueta, moviendo los dedos y presionándome el hombro suavemente con el índice. No pude decir que no.
–Ya, les voy a dar la mitad de una, para que se peguen un cuarto cada uno. Mira cómo está mi amigo, yo creo que con un cuarto basta y sobra –aseguré.
–Ya, bueno.
Cuando accedí a darles la pastilla, que tuvimos que partir por la mitad, y luego por la mitad nuevamente, no pensé en el real efecto que podría causar. Mientras la gente disfrutaba bailando y tomando, la pareja se enfrascó en una discusión que casi llegó a las manos. El efecto en ellos fue igual de estimulante que en Nick y Sofía, solamente que la pareja pareció irse en un mal viaje.
Para salir de dudas acudí a Sofía, quien estaba bailando sola. Extasiada en la pista de baile, movía las caderas y parecía una estrella moviéndose al vaivén de su energía corporal y al ritmo de la electrónica.
–Oye…
–Dime –respondió, mirándome de pies a cabeza, humedeciéndose los labios antes de mordérselos.
– Ehh , ¿qué onda tus amigos? Están puro peleando –le comenté.
–Ah, sí. Es que no sé cuál de los dos es más celoso. Aparte de que la pastilla que me diste es cuática, no sé qué me pasa, tengo solo ganas de ser sincera y decir la verdad. Me da miedo hablar.
– Mmm …, eso está interesante –dije, mirándola a los ojos.
–¿Vamos a ver qué les pasa? –propuso.
–Vamos.
Acudimos al lugar donde se encontraba la pareja y nos saludaron como si nada pasara, por lo que sentimos que no estábamos causando ningún mal y los podíamos ayudar. Queríamos que siguiera la fiesta, así que nos pusimos a tomar vodka. Al momento de sentarnos, vimos que la amiga de Sofía se instalaba a su lado y su novio se quedaba tirado. Para no dejarlo solo, me acerqué a él.
–¿Qué tal la pastilla? –le pregunté.
–Preferiría no haberla probado, compadre, esta mina se fue en la mala y me empezó a reclamar puras weás –respondió.
–¿Como qué?
–Por ejemplo, me dice que no sé para qué vinimos acá si le voy a andar mirando el culo a todas las otras minas.
– Ohh , compa, eso es inevitable yo creo.
–Exacto. Más encima no sé qué onda tu pastilla, pero me fui en la sincera y le dije que había por lo menos tres minas con mejor culo y que fácilmente me podría agarrar una. Como que te hace decir weás demás también la pastilla de mierda –comentó ofuscado.
–Por eso no quise tomarla, me queda la mitad.
–Oye, pero está buena, pero mala idea probarla con tu polola.
Mientras conversábamos, Sofía y la novia de mi nuevo compadre estaban bailando solas en la pista de baile, que seguía con la electrónica. Creo que les estaba haciendo demasiado bien a las dos, ya que el baile les permitía apegarse bastante. Parecía que la música les estuviera dictando el movimiento a las pelvis y los brazos, algo que solo había visto en bailarinas de clubes nocturnos. Se miraban profundamente. Siempre he admirado la complicidad que pueden tener dos mujeres en una pista de baile, mientras más contacto tengan entre ellas, mayor será el deseo de los galanes que quieran sacarlas a bailar. Entre hombres, sería un acto que causaría espanto en una discoteca de tendencia hétero . En fin, estas dos amigas estaban bailando muy sensualmente, tanto que mi nuevo amigo se empezó a preocupar.
Читать дальше