En ese libro insiste en presentar la soledad como una condición indispensable para el descubrimiento de la persona real. Mantiene que la presencia sola, desnuda, y en profundidad, de uno mismo permite la transparencia y el paso a la Presencia del único “Yo soy” real. En soledad, Quien sostiene nuestro ser está más cerca de nosotros que la impostura del “no soy” que trata de interponerse en todo momento entre nosotros y Él.
Aunque The Secular Journal of Thomas Merton fue publicado en 1959, su contenido incluye los diarios que escribió entre los años 1939 a 1941, y por tanto pertenece al conjunto de sus escritos premonásticos si bien, en contra de lo que el título parece sugerir, mantiene un tono marcadamente espiritual. El manuscrito, que Merton entregó a Catherine de Hueck antes de entrar al monasterio trapense, puede ser leído por el estudioso como un documento complementario a su autobiografía, pero en sí encierra un indudable valor testimonial por lo que respecta a su persona y a su tiempo.
Con Spiritual Direction and Meditation (1960), Merton cerraría esa primera etapa de su obra; se trata de un ensayo de carácter comparativamente menor, aunque no por ello menos relevante en el conjunto de su obra, destinado a un público no especializado al que hace partícipe de orientaciones para el ejercicio del discernimiento espiritual.
En su primera etapa, sintetizándola de manera forzosamente simple, vemos que Thomas Merton ha puesto el énfasis en una espiritualidad individual antes que social, aún sin negarla, y en la necesidad de distanciarse del mundo para acercarse a Dios y al otro; en esa separación, el individuo se encuentra en condiciones de regresar a sí mismo para, de ese modo, desandando el curso de su caída, pasar por el centro de su ser y acceder a su verdadero yo.
En la segunda etapa, el énfasis iba a sufrir un desplazamiento para destacar la inmanencia de la realidad divina. Si en la primera etapa todas las energías estaban dedicadas a un esfuerzo de autotrascendencia individual, y a la identificación, en soledad, del pequeño yo con el “Yo soy”, en la segunda la preocupación mayor va a ser la de la encarnación de esa identidad en el escenario de la temporalidad, en la historia y en la sociedad; ahora el contemplativo mostrará mucho celo, precisamente por haber atravesado él mismo ese proceso, en advertir al lector y recordarse a sí mismo que la pretensión de escapar del mundo con una intención salvífica individual resulta falaz e ilusoria, pues la realidad de la persona entera incluye al conjunto de sus semejantes, a la humanidad entera y a todo su entorno; si en un primer momento su comprensión espiritual presuponía una relación vertical del individuo con Dios, ahora iba a implicar una relación horizontal que indicaba la necesidad de un encuentro con Dios en sociedad.
La transición entre una y otra etapa no fue en absoluto repentina, y algunos factores habrían de jugar un papel importante en ese desplazamiento, entre ellos: su responsabilidad como maestro de escolásticos y maestro de novicios en 1951 y en 1955 respectivamente y su consiguiente contacto cotidiano con los jóvenes del monasterio; la admiración profunda que sentía por Mahatma Gandhi en quien encontraría un modelo de integridad humana y un patrón de conducta moral indiscutible en su aproximación espiritual al mundo de la política activa; su intercambio epistolar con Boris Pasternak, y el acceso a las realidades sociales de Latinoamérica a través de sus encuentros con el entonces novicio Ernesto Cardenal, bajo su dirección espiritual; la adopción de la nacionalidad norteamericana y la inspiración del papa Juan XXIII que en su pontificado impulsó en la iglesia la inclinación hacia una teología de mayor carácter social. 57
En Disputed Questions (1960), perteneciente ya a ese segundo estadio de escritura, se recogen doce ensayos de carácter bien dispar, acerca del arte y la vida espiritual, sobre el ideal carmelita primitivo o sobre Pasternak, amén de un ensayo tan provocador como sugerente, “Notes for a Philosophy of Solitude”, que recibirá posterior atención en este acercamiento. En ese libro, Merton redefinirá, sin renunciar a él, el ideal de santidad para apuntar que esta ha de abrazar al mundo entero si se quiere verdadera: “The saint is therefore a ‘sacrament’ of God’s mercy in the world, the pledge of heaven, the visible expression of God’s presence in the Church and of God’s power in time to sanctify the world through the mystical body of His Christ” (DQ: 274).
The Wisdom of the Desert (1960), la traducción y el comentario de ciento cincuenta dichos de los padres del desierto, pone de manifiesto la nueva comprensión de la posición del monje actual en el mundo a la luz de la actitud de sus predecesores; haciéndose eco de la misma, propone que la responsabilidad del monje hoy tiene, ante todo, un carácter social:
The flight of these men to the desert was neither purely negative nor purely individualistic. They were not rebels against society… Nor did they fly from human fellowship —the very fact that they uttered these “words” of advice to one another is proof that they were eminently social. The society they sought was one where all men were truly equal, where the only authority under God was the charismatic authority of wisdom, experience, and love. (WD: 4-5)
En The Behaviour of the Titans (1961), Merton explora el mito griego de Atlas y Prometeo para hacer incisivos comentarios sobre nuestra cultura contemporánea, con escasas alusiones al Dios cristiano pero en cambio con repetidas críticas a la sociedad tecnocrática occidental. Su lenguaje ha cambiado de tono, acercándose mucho más a los hombres y mujeres de su tiempo, y renunciando para ello al uso familiar de una retórica exclusivamente doctrinal y devota.
Con The New Man (1961), comienza a plantear interrogantes abiertos de orden existencial. El tema central y recurrente es otra vez, pero ahora con un protagonismo casi exclusivo, el de la identidad, y para explorarlo hace de nuevo uso de la metáfora prometeica. Aunque el libro no incluye cuestiones políticas, dirige su discurso a sus coetáneos. Sus páginas sintetizan el propio sendero espiritual recorrido por el autor: primero de huida del mundo, más tarde de encuentro con Dios, y finalmente de regreso al mundo a través de Dios. Su mensaje señala que para el cristiano no puede ejercerse una acción sociopolítica realmente eficaz sin un reconocimiento de la trascendencia divina, y sin un impulso a un tiempo decididamente inmanente. Sólo la mujer o el hombre que orientan su ser entero hacia ambas dimensiones, para personalizarlas, pueden actuar íntegramente, pues su acción transformadora es la de seres humanos aspirando a convertirse día a día en nuevo Adán o nueva Eva.
New Seeds of Contemplation (1961) es una versión revisada y ampliada del libro que publicara en 1949, Seeds of Contemplation . La revisión estableció, ahora sí, un puente definitivo entre la espiritualidad individual y la solidaridad humana. En síntesis: “The more we are one with God the more we are united with one another; and the silence of contemplation is deep, rich and endless society, not only with God but with men. The more we are alone with God the more we are with one another, in darkness, yet in multitude. And the more we go out to one another in work and activity and communication, according to the will and charity of God, the more we are multiplied in Him and yet we are in solitude” (NSC: 65-66).
En Life and Holiness (1963) encontramos un retroceso a su primera etapa, en forma de breves meditaciones, algunas de índole social pero de carácter abstracto y tono formal, con constantes referencias a las Escrituras y a la encícilica del papa Juan XXIII, Mater et magistra . Como contrapunto, Seeds of Destruction (1964) está por completo dedicado a tratar problemas sociales, fundamentalmente el racismo y la guerra, de una forma crítica y directa. En él apela, por ejemplo, al Señor de la historia para abogar por la ruptura de la servidumbre de las personas negras en Norteamérica sin necesidad alguna de la aprobación paternalista del hombre blanco. El énfasis recae ahora, decididamente, sobre las implicaciones de la presencia de Dios, inmanente y encarnada, en el prójimo y en la historia: “Christians have perhaps too often been content to delude themselves with vague slogans and abstract formulas about brotherly love. They have too easily become addicted to token gestures of good will and ‘charity’ which they have taken as a total dispensation from all meaningful action and genuine concern in the crucial problems of our time. As a result they have become unable to listen to the voice of God in the events of the time, and have resisted that voice instead of obeying it” (SD: 88-89). En ese momento crucial, Merton asume plenamente la dificultad extrema de su posición como monje de su siglo: “the monastic paradox of separation from the world and yet openness to it” (SD: 219).
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