His books and articles are filled with indications that for him writing was sometimes work, sometimes recreation, sometimes psychic and spiritual release, but always necessary for Merton to keep going. One suspects that often enough he wrote for reasons not unlike those of people who consume drugs and alcohol: to assure himself he was real. The present writer has listened to an incredibly revealing tape which Merton once sent to a friend in lieu of a letter. He spoke of his compulsions, and especially complained of his constant need “to secrete self-justifications like perspiration”. Indeed, some of Merton’s writing is nearly that sticky! Certainly no one can write so much under such conditions as Merton did, and have it all good. 51
Con todo, la propia “enfermedad” de su escritura encierra en sí la fórmula de su definitiva “curación”. Para cada uno de sus libros se podría aplicar la pregunta que él mismo formulara con respecto al libro de los libros. En un pequeño ensayo sobre la Biblia, indica: “When you ask: ‘What is this book?’ you find that you are also implicitly being asked: ‘Who is this that reads it?’... If we ask for information about the meaning of life, it answers by asking us when we intend to start living” (OB: 27, 30).
Precisamente en la religión cristiana, la Palabra revelada ocupa un lugar central, y en el sistema de símbolos de la Escritura, el mundo es signo, y nosotros mismos “imagen” y “semejanza” de Alguien innominable. Nuestra historia sigue un decurso escatológico que es el despliegue de un “discurso” pronunciado desde la eternidad. Northrop Frye, que se ha acercado a ese libro universal desde el punto de vista literario, 52 señala, con tal perspectiva, que la Biblia, en cualquiera de sus versiones y traducciones, ha actuado siempre como un artificio retórico generador de imágenes. El modo retórico de la Biblia, subraya, es la proclamación o kerygma , el vehículo de la Revelación, esto es, la información recibida desde una fuente divina objetiva por un receptor humano subjetivo. Para Frye, la Historia que contiene la Biblia posee un carácter mítico, puesto que la intención del mito no es la descripción de situaciones específicas sino su relato de forma tal que su significado trasciende estas situaciones. Lo que distingue a la Biblia de cualquier otro libro sobre la tierra es, para este autor, su peculiar estructura tipológica. La tipología es a la vez un modo de pensamiento y una forma de retórica que se despliega en el tiempo: el tipo puede encontrarse en el pasado y en ese caso el correspondiente antitipo pertenece al presente, o bien encontramos el tipo en el presente y en tal caso localizamos su antitipo en el futuro. Este modo de pensamiento articula una teoría de la historia que asume que esta tiene un sentido, que conduce a un momento que se constituirá en antitipo de los acontecimientos presentes y justificará, finalmente, el sinsentido aparente de lo que sucede en cada actualidad. La tipología, afirma Frye, podría de ese modo funcionar como una analogía de los presupuestos de causalidad que rigen nuestra visión del mundo. Si, como el entramado tipológico establece, existe una correspondencia entre los distintos planos temporales y entre los estratos sociales e individuales, así como entre el pueblo de Israel en el Antiguo Testamento y la figura de Jesús en el Nuevo Testamento, tal correspondencia incluye los acontecimientos de la vida diaria del creyente: somos, de acuerdo con ese modo de pensar, desde antes incluso de nuestro nacimiento, parte de un todo mayor que nosotros, con el que establecemos una especial vinculación, un pacto o una alianza que se cifra en un compromiso de vida con un fundamento inevitablemente religioso.
Otros autores, además de Northrop Frye, han dedicado sus estudios a la Biblia adoptando una perspectiva similar. Para Sacvan Bercovitch 53 existe una estrecha relación entre la adopción de la Biblia como norma de vida y la teoría del “plain style” en la narrativa puritana; asumir tal teoría no comportaba para sus representantes renunciar al arte de la palabra sino conformar el lenguaje a las Escrituras. Esto demandaba del predicador, o del escritor, una completa renuncia a las intervenciones egóticas, pues la persona no era, en última instancia, sino un instrumento de mediación de la Palabra. La tipología proporciona, de esa forma, una explicación basada en una arquitectura narrativa que incorpora a su edificio compositivo cualquier acontecimiento real, que así deviene un episodio cargado de significados trascendentes.
De estos apuntes podemos desprender un pequeño corolario para comprender la función que ejercía la práctica de la escritura en Thomas Merton: para este, escribir significaba dar realidad a su doble identidad, de monje y de escritor, y establecer una conciliación entre su yo exterior, compulsivo, 54 y en perpetua necesidad de perdón, y su yo interno, esa identidad nueva, redimida, y el instrumento para la “Escritura” de otra “Palabra”, de la cual la suya propia era expresión actualizada. La tensión surgía cuando las dos identidades funcionaban de forma dividida, o cuando la primera asumía un papel predominante sobre la segunda. Eso explica también el modo narrativo en forma de diario adoptado en buena parte de su obra, y la oscilación entre su posición ora como espectador ora como participante. Su “conversación” con el mundo era el resultado, y el propio proceso dinámico, de su experiencia de “conversión”, y simultáneamente una práctica terapéutica necesaria y creativa, que apuntaba más allá de su propia contingencia:
From his conversation with the world, Merton “returned to himself” more converted to his particular task in the world as a monk. Finally, we might say that Father Louis was more a priest for being an autobiographical writer. That writing functioned, in fact, as his ministry to men, and as the means by which it was possible for Thomas Merton to “return to himself” as this individual man. Perhaps Merton was never more a priest, i.e., a mediator between God and man, than when he was telling his life story… Merton’s account of “being who I am” is a story of a man made strong in weakness. Facing the paradoxical truth of Christianity entails a real journey into the unknown, for nobody “knows” that truth except by living it out. Merton made the journey and made it into a story which has a power to move us to undertake our own journey to become ourselves and to make of our lives a story which confesses God’s creative action. Merton speaks to us and helps those who read him discerningly to take a few steps inward, because his life quietly announces the presence of the transforming Word made flesh in Thomas Merton’s flesh-and-blood story of being and transcending himself. 55
III
A continuación trataremos de presentar de forma necesariamente breve su obra, y en particular su prosa, para lo cual asumiremos la clasificación de Quinn, 56 quien distingue tres estadios en su producción: un primer periodo de huida del mundo, otro de preocupación social, y un tercero de universalismo con influencias orientales; aunque la distinción se efectúa con un propósito didáctico, y destaca deliberadamente sus rasgos más acentuados, debemos indicar que algunos elementos en cada uno de ellos se pueden encontrar de manera solapada en los otras dos.
En su primera etapa Quinn incluye desde su autobiografía, The Seven Storey Mountain (1948) hasta Disputed Questions (1960), abarcando hasta un total de diecisiete libros de prosa. En el camino místico, siempre de forma muy simple, esa etapa sería el equivalente a la vía purgativa; en la vida de Merton su inicio tuvo lugar con la decisión de ingresar en la orden cisterciense, en diciembre de 1941, y su obra iba a reflejar una declarada actitud de contemptus mundi . Su biografía, a la que tendremos ocasión de acercarnos más detenidamente en el siguiente capítulo, anuncia la entrada en un interregno, un paréntesis entre el momento de su separación del mundo y su retorno al mismo, años más tarde, después de una profunda transformación interior que había de pasar por una absoluta inversión de valores: “You have contradicted everything. You have left me in no-man’s land. You have got me walking up and down all day under those trees, saying to me over and over again: ‘Solitude, solitude’. And You have turned around and thrown the whole world in my lap. You have told me, ‘Leave all things and follow me’, and then You have tied half of New York to my foot like a ball and chain” (SSM: 420).
Читать дальше