Hasta el momento, no hay un tratamiento específico disponible contra el sars-CoV-2 y el tratamiento actual se basa en medidas de apoyo a los pacientes, sobre todo a los que tienen complicaciones clínicas. Sin embargo, se han emprendido una multitud de trabajos para probar varias sustancias farmacológicas y algunas evidencias sugieren que el uso de algunos medicamentos, usados para otras condiciones, pueden ser una opción terapéutica. Por ejemplo, se ha señalado que el Remdesivir, un fármaco en estudio para tratar la infección por el virus del Ébola, bloquea la infección por sars-CoV-2 in vitro. También se ha dicho que el Favipiravir, diseñado para tratar la infección por el virus de la influenza, exhibe actividad antiviral contra el sars-CoV-2 (Saxena et al., 2020). Asimismo, se ha hecho mucha propaganda al hallazgo de que el uso de hidroxicloroquina resulta eficaz contra el sars-CoV-2 in vitro, dado que interfiere con la glucosilación de los receptores celulares, aunque se ha mostrado lo limitado de los estudios existentes (Pimentel y Andersson, 2020). De igual manera, se ha señalado que los inhibidores de la proteasa tmprss2 bloquean la infección por sars-CoV-2 en las células pulmonares (Maurya et al., 2020).
Las líneas de investigación se multiplican, aunque la esperanza está puesta en el desarrollo de una vacuna. Al respecto, son varias las propuestas que se han hecho, aunque, en general, la mayoría de los expertos considera que aún es prematuro pensar en esta opción, dado el tiempo que se requiere para hacer todos los análisis necesarios1. La orientación básica del trabajo sobre la vacuna es hacer uso de la respuesta humoral que el organismo genera sobre la proteína S presente en los coronavirus, dado que esta proteína participa en la internalización del virus en la célula mediante la unión a un receptor de la enzima convertidora de angiotensina celular (ace2). Las funciones de la proteína S en la unión del receptor y la fusión de membranas la convierten en el objetivo ideal para la producción de vacunas; otras estrategias recurren a vacunas recombinantes o al uso de arn mensajero (Srivastava y Saxena, 2020).
Pero, dada la inexistencia de un tratamiento o una vacuna, la acción frente a la pandemia se ha efectuado mediante medidas no farmacológicas de vigilancia de casos y aislamiento preventivo. Esto ha implicado implementar fuertes restricciones en la movilidad de las personas y amplias medidas de higiene personal y otras acciones, orientadas a la reducción de la transmisión persona a persona del sars-CoV-2. El mundo está conmocionado y atemorizado, y pese al intenso trabajo investigativo desplegado para conocer los detalles de la enfermedad y el comportamiento de la epidemia, aún es mucho lo que se desconoce.
Sin embargo, el saber hasta ahora acumulado, procesado a una enorme velocidad y producido a una escala impresionante, ya nos permite tener una aproximación general a la complejidad de la pandemia y establecer su vínculo con las dinámicas sociopolíticas, económicas y culturales de las sociedades contemporáneas. Al revisar alguna de la documentación existente y analizar los hallazgos que tenemos a la mano, podemos decir, por lo pronto, que contamos con un conjunto de evidencias importantes, que nos señalan que la pandemia actual no es un simple fenómeno natural que relaciona un virus con una especie biológica susceptible.
Por supuesto que dicha relación está en la base del fenómeno pandémico, pero el asunto va más allá, toda vez que la pandemia se relaciona de manera estrecha con el tráfico de animales silvestres, la producción agroindustrial, el manejo fabril de las granjas, el abarrotamiento de los mercados de comida, el saqueo de la biodiversidad y, en últimas, la destrucción sistemática de los ecosistemas (Svanpa, 2020; Wallace et al., 2020). De la misma manera, están involucradas cuestiones tan propias de nuestro mundo actual como el intenso comercio intercontinental, la hipermovilidad de los ejecutivos empresariales, el desplazamiento intensivo de personas dentro de las redes turísticas, la rapidez de los sistemas de transporte, la masificación de las urbes y la enorme desigualdad social existente (Neiderud, 2015; Ramonet, 2020).
Todo esto nos conduce a una comprensión más amplia y profunda de la pandemia que exige, por demás, ahondar en el análisis de sus causas y consecuencias. El presente escrito busca reflexionar, justamente, sobre las causas, tanto próximas como profundas, de la pandemia y sobre las consecuencias sociales, mediatas e inmediatas que ella ha traído, con el fin de entender la complejidad del momento actual e imaginar posibles escenarios pospandémicos.
Causas de la pandemia
Como era de esperar, desde el inicio del brote epidémico de la actual enfermedad denominada covid-19, la pregunta por el agente causal no se hizo esperar. Dado el cuadro clínico de la enfermedad, el contexto epidemiológico en que se presenta el brote y la tradición salubrista contemporánea, la búsqueda de un agente viral fue asumida como un asunto casi natural. Por ello, la respuesta más inmediata a la pregunta frente a la causa de la pandemia hace referencia al agente causal y, hoy en día, se asume sin mayor dificultad que el causante de la enfermedad es el sars-Cov-2, un virus del género Coronavirus y de la familia Coronaviridae.
Si bien esta respuesta tranquiliza a los temperamentos más sosegados, para los más agitados, la respuesta conduce a otra pregunta más profunda sobre el origen del virus; al respecto, las hipótesis son varias e incluyen algunas teorías del complot. Desde un comienzo, los estudios genómicos y filogenéticos han insistido en que el sars-Cov-2 está relacionado con virus de murciélagos y de alguna otra especie intermediaria como el pangolín. Sin embargo, un estudio, publicado a finales de enero y retirado por sus autores a comienzos de febrero, debido a la presencia de equivocaciones, llevó a postular que el sars-Cov-2 había sido creado de modo artificial, como una mezcla entre coronavirus y el vih (López-Goñi, 2020); opinión que, asimismo, fue expresada en prensa por el virólogo francés y premio Nobel de medicina, Luc Montagnier.
También se ha dicho que el virus salió de las instalaciones del Instituto de Virología de Wuhan y se diseminó de modo accidental (Mosher, 2020); y aunque la duda surge debido, entre otras razones, a la capacidad técnica que, desde hace varios años, se tiene para la manipulación genética de microorganismos, muchos investigadores han desmentido los rumores de la creación artificial del virus y han defendido su origen natural. En una carta publicada por un grupo de científicos, salubristas y médicos en la revista Lancet, se señala expresamente que la labor de muchos científicos de varios países, que han publicado y analizado genomas sars-CoV-2, concluye de manera contundente en que este coronavirus se originó en la vida silvestre (Calisher et al., 2020); efectivamente, eso es lo que dicen diversas investigaciones (Chan et al., 2020; Li et al., 2020; Paraskevis et al., 2020; Zhu et al., 2020).
Por ello, y dada la atribuida improbabilidad de que el virus haya sido creado en el laboratorio (Andersen et al., 2020), una segunda respuesta que se ha dado a la pregunta acerca de la causa de la pandemia se basa en el reconocimiento de que la enfermedad corresponde a una zoonosis; de modo que la causa está relacionada con la manera como el reservorio del virus (para este caso, los murciélagos) se relacionan con los seres humanos; aún se discute la participación de otra especie intermediaria que pudiera ser el pangolín, pero aquí no hay acuerdo entre los expertos (López-Goñi, 2020).
Una tercera respuesta que se ha dado se refiere a la propagación de la enfermedad y las formas de contagio. En términos generales, se sabe que una persona puede contraer la enfermedad covid-19 por contacto con otra que esté infectada por el virus. La enfermedad se propaga principalmente de persona a persona a través de las gotículas que salen despedidas de la nariz o la boca de una persona infectada al toser, estornudar o hablar. Estas gotículas son relativamente pesadas, no llegan muy lejos y caen rápidamente al suelo, aunque se ha discutido bastante acerca del hecho de la generación de aerosoles y la permanencia del virus durante varios minutos en el aire (Gibbens, 2020; Lanese y Writer, 2020; Lok, 2016).
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