A la nueva Duma, según la Constitución proclamada en abril de 1906, le competía legislar, pero a la vez, a modo de una segunda cámara o senado, se erigía un Consejo de Estado de grandes del reino designados por el zar con derecho de veto a toda ley antes de promulgarla. De hecho, el poder del zar siguió siendo decisivo, pues las Leyes Fundamentales le reservaban grandes competencias: la dirección de la política exterior, el declarar la guerra o la paz, el mando sobre el ejército, innúmeros nombramientos administrativos...
De las elecciones en el invierno 1905-1906 sale una Duma que hace imposible el gobierno del país. Han conseguido importante representación los liberales –el partido kadete– , que protestan contra las limitaciones de la Constitución. Los diputados campesinos forman el grupo mayor, pero tardan en definirse por uno u otro partido; muchos se proclaman leales al zar, pero a todos sorprenden votando a favor de cualquier medida que les dé tierras, algo no previsto por el zar y su primer ministro Witte. El zar decide en julio de 1906 disolver la Duma con la esperanza de conseguir mejores resultados en las siguientes elecciones. Pero fue en vano, pues los diputados del campo se organizan como grupo político y reclaman la totalidad de las tierras para el campesinado, lo que desencadena numerosas sublevaciones180.
Disolución de la Duma en 1907
El nombramiento por el zar del nuevo primer ministro, Stolipin, lleva en junio de 1907 a la disolución de la Duma tras reprimir la sublevación campesina (unos 15.000 muertos) y hacer ejecutar a cientos de activistas revolucionarios, sobre todo de la facción terrorista de los eseritas. La disolución de la Duma se produjo sin práctica reacción popular en contra. Comenta significativamente Bushkovitch: “la revolución había agotado sus fuerzas”.
La nueva Duma, con un sistema electoral cambiado, es en gran manera noble y rusa. La representación campesina quedó muy mermada. Ahora Stolipin tendrá que hacer frente al recrecido poder de la aristocracia en la Duma para llevar adelante su plan de modesta reforma agraria. Encuentra la mayor oposición en la nobleza de las provincias occidentales al tratar de dar en 1911 a sus aldeas un mayor peso político estableciendo el zemstvo (asamblea representativa de cada aldea para su gestión comunal). Pero Stolipin, antes de alcanzar resultado alguno, muere en 1911 en el atentado de un eserita.
A partir de este momento, el gobierno carece de conducción definida. Entre los mismos más leales al zar se extiende la convicción de que no afronta, de que elude los problemas del país. La presencia del monje Rasputín en la corte, a quien la zarina atribuye poderes misteriosos y le confía la curación de su hijo hemofílico, el heredero Alexis, aún contribuye más al descrédito público del zar. Finalmente, en 1916, unos jóvenes aristócratas adictos al zar, que se enfurece cuando le previenen contra Rasputín, para atajar los rumores que desacreditan al matrimonio imperial, asesinan al extraño y amoral monje181.
Los partidos marxistas se recomponen en el exilio
Los marxistas, salvo Trotski, habían tenido muy poca participación en la revolución de 1905, dominada del todo por el gobierno en 1907. Cunde entonces un gran desánimo entre muchos de los protagonistas de la revolución. Los desmoralizados partidos más revolucionarios habían perdido en ella miles de miembros, sobre todo entre la intelectualidad. Una minoría marcha entonces al exilio para mantener vivo el movimiento. Trotski (1879-1949), que se ha separado de los mencheviques, funda periódico propio en Viena y acude a los cafés para hacer toda suerte de comentarios sobre política mundial.
Lenin discrepa de esta táctica e insiste de nuevo entre sus colegas bolcheviques en la necesidad de un partido clandestino. Gana progresivamente adherentes a sus criterios, y pronto sucede en el liderazgo del bolchevismo al anciano Plejanov. Una nueva generación se adhiere a él: jóvenes de origen plebeyo, no proletario, rara vez con estudios universitarios, pero con experiencia de actuar en la clandestinidad y en contacto con obreros en su lucha con la policía. Uno de estos jóvenes es el georgiano Soso Yugashvili, hijo de un zapatero del Cáucaso, de madre muy religiosa y antiguo seminarista, el futuro Jósif Stalin.
Ante un intento de algunos notables bolcheviques de reconciliar el socialismo con la religión, Lenin reacciona con violencia en su extensa obra filosófica Materialismo y empiriocriticismo. Con enorme energía combate a todos sus adversarios y mantiene así la unidad del grupo bolchevique182.
162Cf. BS, 227-240; FZ, 320-322
163Cf. BS, 235-243
164Cf. BS, 243-245
165Cf. BS, 245s
166Cf. CR, 19-23; VC2, 415¸ FZ, 326s
167Cf. CANALS, Francisco, Textos de los grandes filósofos. Edad contemporánea, Herder, Bna 1976, 19-22; FERNANDEZ, Clemente, Los filósofos modernos, II, Bac 1976, 203-205; Aps5, 322-327
168Cf. RODRIGUEZ DE YURRE, Gregorio, El marxismo, II, Bac 1976, 59
169Cf. CR, 23
170Cf. CR, 30s
171VC2, 413-415
172Cf. RODRIGUEZ DE YURRE, Gregorio, El marxismo, II, Bac, Md 1976, 46-93
173Cf. CR, 41-60.
174Cf. BS, 246
175Cf. BS, 237, 289-294, 300s
176Cf. BS, 294-296, 301-308. Sobre “la paz armada” y el juego de alianzas que precedió a la Primera Guerra Mundial (cf. 472-481)
177Cf. Cf. MARX, Carlos, Manifiesto del partido comunista, en FERNANDEZ, Clemente, Los filósofos modernos. Selección de textos, II, Bac, Md 1976, 209s. Las conocidas predicciones de Marx sobre Alemania, como pionera de la revolución internacional comunista no se cumplieron, pese a que al final del XIX su partido socialista era el más fuerte de Europa. El alemán Bernstein (1850-1932), ante tal incumplimiento, emprende la revisión de los postulados de Marx y lidera dentro del partido, pese a la gran oposición de Kautsky, Rosa Luxemburg y otros, un socialismo reformado que asume la legalidad. Menos aún cuaja en Inglaterra un socialismo “ortodoxo”, marxista, por el arraigo en el mundo laboral del sindicalismo de las trade unions de viejo origen medieval (cf. VC2, 415; GER4, voz Bernstein, Edouard).
178Cf. BS, 296-300
179Cf. BS, 300; VC2, 448s; FZ, 347-349
180Cf. BS, 300-303: FZ, 435-437
181Cf. BS, 305-307; CR, 61-67; FZ, 437s
182Cf. BS, 307s; CR, 61-81; FZ, 438-440
9. La Iglesia en España (1898-1902)
(la Restauración)
El retorno de los Borbones al trono de España al fin de 1874 en la persona de Alfonso XII, hijo de Isabel II, recibe el nombre de “la Restauración”; término, que más adelante se utilizará también para designar toda una época de la historia de España de más de 50 años, hasta la caída de Alfonso XIII en 1931.
Clave de la implantación del nuevo régimen fue el acuerdo entre Cánovas del Castillo, el gran promotor de la causa de Alfonso XII, y el jefe de los liberales, Práxedes Sagasta (1875-1902), antiguo republicano atraído en 1875 por Cánovas hacia la monarquía restaurada para juntos establecer un régimen de “turno pacífico” en el gobierno de la nación entre sus respectivos dos partidos: el liberal-conservador y el liberal.
Alfonso XII, pronto viudo, contrae nuevo matrimonio con la austriaca María Cristina de Habsburgo, pero en 1885, a los 28 años, muere y sin dejar descendiente varón. Se teme por la continuidad del régimen. Pero, Cánovas y Sagasta, por el llamado “pacto del Pardo”, acuerdan que sea proclamada regente María Cristina. Su regencia se prolongará durante 17 años, hasta que el hijo póstumo, Alfonso (XIII), llegue en 1902 a la mayoría de edad y le suceda como rey.
Problemas que hereda la Regencia
La Regencia de María Cristina transcurre con bastante paz social y mejora de la economía, pero hereda un conjunto de problemas183 que en parte se habían mitigado (tras el caos del “sexenio revolucionario” 1868-74) y aflorarán con gravedad en el siguiente reinado de Alfonso XIII:
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