Las cartas a la tía y a la hermana no constituyen la única fuente primaria de este libro. Durante el noviazgo, de septiembre de 1932 a junio de 1933, y, una vez casado, durante unos meses de 1938, serán las cartas a Gabrielle Berrogain las que nos darán la máxima información. También se han consultado las cartas de sus mejores amigos y de algunos catalanes como el geógrafo Pau Vila, y se han leído con atención sus primeros escritos académicos. El libro se detiene voluntariamente en 1939. En primer lugar porque hay una voluntad explícita de dar la palabra al joven Vilar, que entonces tenía 33 años. Si se hubiese alargado el periodo de estudio hasta 1945, además, mi trabajo se hubiese ampliado considerablemente, al disponer de las cartas escritas a Gabrielle, desde diferentes campos de prisioneros de la Europa central, durante la Segunda Guerra Mundial. Recordemos, además, que en aquellos años escribió su Histoire de l’Espagne . En cambio, en el periodo anterior a la Segunda Guerra Mundial, que es el periodo que nos ocupa, aún no existe ninguna gran obra que analizar.
Pero también hay una razón menos pragmática. El libro muestra con mucha claridad que en 1939 la vocación histórica de Vilar ya estaba bien definida. Por decirlo con una expresión suya, ya pensaba históricamente . No puedo evitar, en esta especie de justificación del libro que contiene esta introducción, hacer referencia a algunas críticas que recibió el viejo Vilar por haber finalizado su último libro, publicado en 1995 y titulado precisamente Pensar históricamente , con la experiencia del cautiverio de la Segunda Guerra Mundial. Se le acusaba, entre otras cosas, de haber querido esconder sus simpatías por la causa comunista en los años posteriores. Cuando le leí una reseña publicada en la revista Recerques , donde el autor le reprochaba, entre otras cosas, que aquel libro dictado a partir de recuerdos se hubiese detenido en 1945, me dijo, entristecido: «esta persona no ha entendido que lo que yo he querido explicar ha sido sobre todo mi proceso de formación como historiador». Yo sabía que esta había sido su intención, y que el título del libro había querido resumirla y reflejarla. «Quizá –le respondí– porque a algunos nos ha sido muy fácil hacernos historiadores. Simplemente, decidimos estudiar Historia en nuestra adolescencia, como usted, pero estudiamos la carrera de Historia sin ningún desvío, como en su caso fue el paso por la Geografía. A este proceso no le dedicaríamos un libro. Pero precisamente por eso pienso que vale la pena que usted lo haya escrito». Con Vilar siempre hablábamos del libro dictado como si lo hubiese escrito, porque de hecho, como me confesó, dictándolo había experimentado las mismas sensaciones que cuando escribía un libro.
Querría en esta ocasión avanzarme a las voces que opinen que no vale la pena reflexionar sobre el proceso de formación de un historiador y, en este caso concreto, de Vilar. Los que no quisieron creer que el viejo Vilar, ya ciego, hubiese podido dictar las páginas de Pensar históricamente , a pesar de la evidencia de las cassettes grabadas, seguramente tampoco entenderán que yo haya caído otra vez en el mismo error. No ha sido pensando en ellos por lo que he escrito este libro. Lo he escrito pensando, especialmente, en mis alumnos, pero estoy convencida de que el libro contiene, además de un interesante testimonio histórico, documentos de primera mano que, si bien no aportan sorpresas sobre Vilar, no dejan de ser interesantes para los estudiosos y críticos de la obra del historiador, en tanto que prueban que el proceso de formación como historiador escrito y recordado por el Vilar maduro, y el papel importante que desempeñó Cataluña en aquel proceso, no eran una recreación realizada a posteriori, una especie de reconstrucción artificiosa y lineal, hecha a partir y como consecuencia de lo que habría pasado después.
Dejemos que sean los especialistas en la memoria los que diriman hasta qué punto el fenómeno de la literalidad de los recuerdos de Vilar es un caso excepcional o no. Personalmente, como cómplice intelectual del libro de 1995, celebro que las cartas del joven Vilar nos hayan permitido someter las reflexiones autobiográficas del viejo Vilar a una especie de detector de falsos recuerdos . El lector de este libro tiene a su disposición realizar la prueba.
He dicho que, en la confección de este libro, mi papel ha sido pequeño. Quiero acabar esta introducción con algunos datos personales que lo expliquen. Comencé a leer a Pierre Vilar en 1974, cuando tenía 17 años, antes de que muriese Franco, y cuando estaba dudando entre estudiar Historia o Sociología. Tuve la suerte de conocerlo personalmente en 1988 y ahora, en 2016, quiero agradecer de todo corazón a Jean y Sylvia Vilar, testigos de la amistad y complicidad intelectual que nos unieron desde aquel año hasta 2003, año de su muerte, que me abriesen también los archivos personales y familiares. No quiero esconder la importancia que ha tenido en el diseño de este libro el convencimiento –fruto en parte de aquella relación personal– de que los documentos de Pierre Vilar analizados en este libro fueron escritos –casi como una característica de su personalidad– desde la sinceridad y la honestidad. Confío en que la lectura de los fragmentos reproducidos en el libro avale suficientemente esta impresión. Porque ha sido este convencimiento lo que hace que este estudio, que también quiere ser honesto y sincero, y por eso quiero dejar clara aquí mi posición, resulte especialmente ambicioso. En el sentido de que no quiere limitarse a conocer mejor la vida del biografiado, sino que quiere rastrear sus reflexiones en su proceso de formación y, en definitiva, la génesis intelectual del conjunto de su obra. Y es evidente que un planteamiento de este tipo solo se puede sostener si consideramos sinceras y honestas sus palabras. He procurado reunir el máximo de pruebas para que la complicidad intelectual con Pierre Vilar exhibida pero también, en cierta manera, requerida –por la autora al lector– no pueda ser nunca percibida como un simple brindis al sol. Serán los lectores los que juzgarán, al acabar el libro, si los esfuerzos han valido la pena.
En la última fase del proceso de elaboración de la edición catalana del libro, fue especialmente dolorosa la noticia de la muerte de Jean Vilar, el 18 de julio de 2015. Justo unas semanas antes, la cuidadosa lectura de un primer manuscrito le había permitido detectar algunos errores en las transcripciones de las cartas. La edición en castellano me ha permitido subsanar un número importante de incorrecciones que nos pasaron por alto en aquella ocasión. De las que aún puedan quedar, soy yo únicamente la responsable. Finalmente también quiero manifestar mi agradecimiento a Josep Fontana, por su disposición a escucharme, a aconsejarme y a leerme siempre que lo he necesitado, a Josep M. Muñoz, por haber aceptado, en su momento, la edición de un libro arriesgado, y a los responsables de Publicacions de la Universitat de València por seguir, ahora, su ejemplo.
Para facilitar la lectura del libro, hemos incorporado un breve glosario con aquellos conceptos y palabras relativos al mundo académico parisino, poco familiar a los lectores españoles, y una cronología que puede ayudar a situar todo aquello que en el libro, condicionado por las fuentes y la necesidad de contención, se explica demasiado fragmentariamente.
Por las mismas razones se ha limitado a conciencia el número de notas. Este habría resultado demasiado voluminoso, tal como se explica en el epílogo, si se hubiesen recogido y reproducido las diferentes veces que Vilar se refirió, a lo largo de su vida, a los hechos que se explican en este libro. Para tener esta información, el lector tendrá que acudir, necesariamente, a Pensar históricamente. Reflexiones y recuerdos , traducción de la obra autobiográfica de 1995 a la que hemos hecho referencia. Para ir más allá y conocer realmente el pensamiento histórico de Pierre Vilar será necesario introducirse en la obra del historiador maduro. Todo este libro quiere ser una invitación a hacerlo.
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