Y, en cambio, ¡la querella entre el Sacerdocio y el Imperio no resulta siempre divertida! Cuando uno la estudia en Fliche, aún. Es divertido, ¡y tan simple! El hombre generaliza mucho; esto satisface en un primer momento, pero cuando se reflexiona sobre ello, y se compara a E. Jourdan, ¡qué superficial (desgraciadamente) se revela nuestro «maestro»! Claro que Jordan, él, es tan profundo y minucioso que, cuando uno lee sus cursos de los pasados años, no comprende nada de nada, y sin embargo a él le gustaría que conociéramos sus cursos de 1921, 1922 y 1923 de la Sorbona sobre el Sacerdocio y el Imperio. ¡No es un trabajo pequeño este...! Y «esto» se parece a Fliche como yo al papa; ¡el uno solo se ocupa de rivalidades políticas con todas sus complicaciones, y el otro de disputas teleológicas y jurídicas con todas sus simplificaciones!
El 10 de enero de 1927, después de las vacaciones de Navidad, marcadas por la excomunión papal de Maurras y la Action Française, que hacían más actual el tema, Vilar expuso ante sus compañeros la primera fase de la disputa del Sacerdocio y el Imperio, uno de los temas a los que había dedicado más tiempo de estudio. También explica que se había entrevistado con Meuvret para ver la bibliografía del arrianismo, el tema que él expondría en el seminario del vicebibliotecario de la École, cuya preparación describe con ironía el 20 de enero:
Estoy preparando mi «Arrianismo» para Meuvret; es decir, que estoy haciendo teología trascendental. Desde hace ocho días cada vez estoy más convencido de que el Padre no es el Hijo, el Hijo no es el Padre, y el Espíritu Santo no es ni el Padre ni el Hijo, como decía el Catecismo de los Católicos: he aprendido el Credo en griego, y sé muchas cosas sobre las relaciones del Logos de Platón y Filón de Alejandría con el Verbo del Evangelio de San Juan.
Nueve días después, Vilar, valorando que aquella sesión había ido bastante bien, declaraba acabada la etapa de las exposiciones y se disponía a explorar nuevos temas de historia medieval, ya que el tema que tanto tiempo le había ocupado parecía agotado, como muestra este comentario sobre los dosieres hechos con la máquina de escribir de Ruffel: «Toda la disputa del Sacerdocio y el Imperio –me refiero a los caminos que dividen esta cuestión– ha sido expuesta: de manera muy limpia y muy clara; ¡está realmente bien!». Pero el 9 de febrero se confesaba invadido por la pereza ante la idea de tener que estar aún todo un mes, puesto que el examen estaba programado para el 7 de marzo, absorbido por la Edad Media, y hacía esta observación: «estos programas tan precisos en apariencia se revelan inabarcables cuando uno se implica a fondo: los Árabes... cinco o seis volúmenes por leer; los Bizantinos del 395 al 867, toda la obra de Diehl; Francia e Inglaterra, ni hablemos, ¡no sé ni una palabra!». Lo único que parecía provocarle una cierta satisfacción era el hecho de haberse convertido en un experto en el tema de «El Sacerdocio y el Imperio»: «tengo un verdadero curso de la Sorbona, mi composición con cubiertas mecanografiada». Y aún el 17 de febrero de 1927 dice que la carta será corta porque quería acabar una pequeña disertación que quería entregar el sábado a Jordan sobre «el papel de Sicilia en la disputa del Sacerdocio y el Imperio antes de 1159». El 22 de febrero de 1927 compara nuevamente a Fliche y a Jordan con un comentario que vuelve a revelar además del contraste entre las dos escuelas históricas, la centralidad de las cuestiones de papas y emperadores en la preparación de aquel examen:
si, habiendo estudiado el curso que daba el señor Augustin Fliche y que mi hermana me pasó, consiguiera, gracias a la buena voluntad del director, la mención «muy bien», después de haber asistido regularmente cada miércoles a las clases del Maestro, tenéis que saber que habría sacado un 2 y un 3 con el señor Edouard Jordan. Me importa poco la mención «muy bien», pero ¡tampoco quiero sacar un 2 para tener la paz con los papas y los emperadores, que empiezan a afectar a mi sistema nervioso!
A finales de febrero de 1927 Vilar escribe a su padre que suspender aquel certificado sería desastroso porque le impediría dedicarse al diploma durante el tercer trimestre: «Trabajo mucho, estos días; a pesar de ello tranquilizo a mi tía y a mi hermana que parecen temer que desfallezca». En el fondo, está muy convencido de su éxito. Cinco días antes del examen volvía a tranquilizar a la hermana y a la tía: «Sacerdocio e Imperio acabados, Imperio bizantino entendido, Alemania en curso; aún habrá cosas demasiado vagas en mi espíritu: Árabes, instituciones francesas e inglesas, pero difícilmente saldrán. Estoy decidido a no preocuparme demasiado, hasta que llegue el momento». El momento llegó, tal como estaba previsto, el 7 de marzo. Y a las tres de la tarde de aquel día, en una carta destinada a relatar el examen, Vilar escribe, después de seis líneas de puntos suspensivos, una larga crónica de la cual hemos extraído algunos párrafos. El relato comenzaba con esta introducción:
Si Dhombres es diligente, mi hermana ya conocerá los incidentes o accidentes que nos han ocurrido antes de leer estas líneas –porque yo le he escrito unas palabras que la señora Dhombres tiene que hacerle llegar cuando reciba una carta parecida a esta de su hijo–. Expliquémonos: yo me he (o nosotros nos hemos) lastimosamente hundido esta mañana, ante un tema más que impreciso, absolutamente improbable: la Hansa germánica en los siglos XIV y XV.
Las referencias a Dhombres se explican por que aquel curso la hermana enseñaba en Alès, que era la ciudad del compañero de estudios. A continuación Vilar explicaba lo que había sucedido:
He aquí el estado exacto en el que me hallaba sobre este tema en el programa de Alemania de 1273 a 1519: 1) yo había leído atentamente el «Lavisse y Roubaud» y lo conocía bien; en él hay exactamente media página sobre la Hansa; 2) Fabry nos había pedido un resumen de la Historia de Alemania en 7 volúmenes de Zeller: sobre la Hansa, 3 o 4 informaciones anecdóticas ¡suficientes para habernos hecho sospechar que había estado involucrada en acontecimientos que ignorábamos!; 3) Jordan ha dado un curso sobre Alemania que yo sabía casi de memoria; no ha llegado más allá de 1320 y aún no había pronunciado la palabra «Hansa»; 4) yo había consultado la cronología y sabía que no daba ninguna información útil al respeto; 5) yo sabía que existía un curso de Jordan de hace cuatro años en el que la Hansa había sido tratada a fondo, pero solo lo había tenido en mis manos un día, hace dos meses, en los inicios de enero y, naturalmente, con tan poco tiempo, apenas había mirado la cuestión, que juzgué secundaria.
Considerando todo esto, me he sentido incapaz de exponer nada; devolver la hoja en blanco, era bastante molesto, sobre todo para nosotros; tratar de escribir algunas elucubraciones, significaba obligarse moralmente a inquietarse por el resultado y por el oral, con la casi certeza de suspender. ¡Salir pronto de allí y aparecer como no presentado era lo que parecía más honorable! He convocado al Espíritu Santo, pero no ha descendido. Así que he decidido salir por peteneras: en la inmensa sala, no nos habíamos hecho ninguna señal entre nosotros, pero en la puerta había una aglomeración de gente saliendo y hallé a Bruhat y Dhombres ¡intentando hacerse borrar de la lista de los presentados!
Solo Marrou se ha quedado: acabo de verlo: está muy descontento, pero al menos él había leído alguna cosa: ¡el artículo Hansa en la Grande Encyclopedie! En cuanto a Joxe, que el año pasado suspendió dos veces en Historia Medieval, que también se ha quedado, está relativamente contento, porque se había empapado del curso de Jordan de hace cuatro años, y parece que no se han entregado más de 30 exámenes, lo que le da algunas posibilidades. El señor Celestin Bouglé, que vigilaba el examen, ¡levantaba los brazos al cielo ante el éxodo! ¡No parecía comprender nada de lo que estaba pasando!
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