A mediados del siglo XIX (1856), el inglés Bessemer obtiene el acero, una vez que se ha eliminado al mínimo el contenido de carbono, manganeso y silicio en el hierro fundido. Esto lo consigue a través de una corriente de aire que atravesaba, por el fondo de un convertidor, el baño de hierro fundido que previamente se había obtenido en el horno alto. Estos elementos se oxidan por efecto del aire y de la elevada temperatura, con lo que pasan a formar parte de la escoria, y ese hierro con bajo contenido de estos es lo que llamamos acero . El convertidor Bessemer permitirá a la siderurgia europea producir nuevas calidades de acero a gran escala. La incorporación de esta tecnología por la siderurgia vizcaína fue uno de los factores que le llevaron a la primacía siderúrgica en España.
Los hermanos Siemens, para poder elevar la temperatura de llama, desarrollaron la idea de calentar previamente el aire de combustión por medio de regeneradores o apilados de material refractario calentados por los gases de combustión antes de salir por la chimenea. Con el aire caliente y utilizando gas de carbón, se pudieron alcanzar temperaturas superiores a 1.525 grados centígrados, necesarios para fundir el acero.
Los hermanos Martin consiguieron mejorar el sistema fundiendo una mezcla de arrabio y chatarra, por lo que a este proceso se le conoce como Siemens-Martin. Con la aparición del «horno abierto» Martin-Siemens se mejora el método Bessemer. Vizcaya incorpora este sistema y mantiene su hegemonía en España.
En las ciudades austriacas de Linz y Dusenverforen en 1952 y 1953 se utilizó la aplicación directa del oxígeno puro en los convertidores, por lo que a este procedimiento se le conoce por las siglas L.D., iniciales respectivas de las dos ciudades mencionadas.
2. ORÍGENES DE LA INDUSTRIA SIDERÚRGICA EN ESPAÑA
La industria siderúrgica en España tiene una antigua tradición debido a la abundancia y calidad de sus menas, de fama reconocida desde la época más remota.
Los inicios de la industria del hierro se remontan a la denominada Edad del Hierro, entre los siglos VIII y II a. C., con los celtas e íberos fundamentalmente. Pero desde los tiempos primitivos hasta la aparición del horno alto habrá que esperar bastantes siglos, en el transcurso de los cuales se practica una técnica rudimentaria, limitada a reducir minerales muy ricos por medio de carbones vegetales.
En el siglo XII aparecen las Ferrerías del Norte y las Forjas catalanas, y España llega a adquirir una posición destacada por la alta calidad de sus aceros, entre los que sobresalen los de Toledo, Vizcaya y Mondragón, que compiten ventajosamente con otros extranjeros.
En su decurso, la industria española pierde su prestigio por razones de tipo político y económico, derivadas de sus empresas guerreras y el mantenimiento de sus extensos dominios. Sin embargo, el primer horno alto construido en España del que se tiene noticia corresponde a la época de las manufacturas reales, en 1726, en el pueblo de Júzcar, correspondiente a la serranía de Ronda (Málaga), en la denominada «Real Fábrica de Hoja de Lata de San Miguel». Este horno consumía carbón vegetal y producía 2,5 Tm/día en barras o lingotes que luego pasaban por un rudimentario tren de laminación. Estas instalaciones funcionaron hasta finales del siglo XVIII.
Posteriormente, en la última década del siglo XVIII se instalaron otros hornos altos como en La Cavada (Santander), Sargadelos (Lugo) en 1791 y Trubia (Asturias), a orillas del Nalón, en 1794, donde se empezó a utilizar el carbón de coque, con el que se obtuvieron resultados satisfactorios hacia mediados del siglo XIX. También son de esta época las fábricas de Heredia, en Marbella (Málaga); la de Pedroso, en Cazalla de la Sierra (Sevilla); la de Guriezo, en Santander, y las de Villayana, Mieres y Sama, en Asturias. En 1848 se fundó la empresa Santa Ana de Bolueta (Vizcaya), que será la que ponga en funcionamiento el primer alto horno en la provincia.
En 1855 se instaló en Baracaldo la fábrica de hierro de Nuestra Señora de la Merced. En ella se instalaron tres hornos altos, de los que uno de ellos funcionaba con carbón vegetal y los otros dos con coque. El hierro obtenido se transformaba en acero por medio de hornos «Pudler».
Pero es a partir del inicio de la implantación de los métodos Bessemer, Siemens y Thomas, para la fabricación de aceros, cuando surgen las industrias de mayor importancia, como son Altos Hornos y Fábricas de Aceros de Bilbao SA Echevarría. Esta empresa se había creado en 1882 a partir de la fusión de la de Santa Ana de Bolueta y la Fábrica Nuestra Señora del Carmen, creada por la familia Ibarra en Baracaldo; junto a ella se encuentran también: la SA Metalúrgica y Construcciones La Vizcaya; las fábricas de San Francisco del Desierto; la Compañía Anónima Basconia; San Pedro de Elgóibar; Industrial Asturiana; Sociedad Metalúrgica Duro Felguera; Fábrica de Mieres; La Unión Cerrajera; Nueva Montaña del Hierro y del Acero; José María Quijano; Forjas de Buelma. A su vez, en 1902 se funden Altos Hornos y Fábricas de Acero de Bilbao con La Vizcaya e Iberia, constituyéndose la sociedad anónima Altos Hornos de Vizcaya, durante mucho tiempo emblema de la industria bilbaína; y, por último, la Siderúrgica del Mediterráneo, ya bien entrado el siglo XX.
De este modo, aunque Cataluña continuó siendo el complejo industrial más grande de España, en la década de 1870 se estaba desarrollando un segundo centro en las provincias vascas en torno a la industria del hierro, por lo que la prosperidad vasca se basó en las minas de hierro de Vizcaya.
Fueron las leyes liberales sobre la minería de la Revolución de Septiembre de 1868, unidas a las demandas del proceso Bessemer para las «menas rojas» vizcaínas de bajo contenido en fósforo, las que animaron la inversión extranjera, en particular la británica, en las minas de Vizcaya. Las minas de hierro abiertas se encontraban próximas al mar y había una importante oferta de trabajo barato. En 1889 se exportaron al sur de Gales cinco millones de toneladas de mineral.
Estas inversiones se contemplaban como una «explotación colonial». Pero fueron las rentas que se pagaban a los propietarios de las minas y los fletes de regreso con coque barato los que proporcionaron el dinero y el combustible barato para modernizar la industria del hierro vasca, técnicamente atrasada. El primer horno de coque –horno alto– empezó a funcionar en 1865, tal como se ha apuntado arriba. El primer convertidor Bessemer para la producción de acero dio su primera colada en 1885 en la Fábrica Altos Hornos de Bilbao creada en 1882. En esta misma instalación, en 1900 había instaladas tres baterías de coque y tres hornos altos de 100 Tm de capacidad cada uno.
También apareció, a finales de siglo, una industria astillera y de metalurgia pesada. La primera locomotora se fabricó en 1884. Las distintas factorías siderúrgicas de AHV SA en Baracaldo, Sestao y Sagunto producirán este tipo de productos. Muchas embarcaciones propiedad de AHV aparecen relacionadas con nombres de personas que son accionistas importantes de la susodicha empresa. 2 Conviene recordar que el transporte marítimo de mineral constituirá siendo uno de los elementos de la acumulación originaria de capital para la industria siderúrgica y, además, posterior sostén para un desarrollo sostenido. También resulta oportuno señalar que los principales propietarios de AHV lo son también de empresas relacionadas con el sector: astilleros, minería, transporte marítimo y entidades de crédito, formando, así, un grupo empresarial muy potente.
Durante estos años se establecieron los grandes bancos mixtos vizcaínos, que junto con las compañías ferroviarias, no solo fueron las primeras corporaciones modernas de España, sino que en el caso concreto de Vizcaya iban a desempeñar un papel importante al inyectar ahorros para el crecimiento industrial. El Banco de Bilbao y el Banco de Vizcaya, luego fusionados en BBV, ocuparon un papel importante en la financiación de esta industria. Se puede observar una coincidencia de apellidos en los consejos de administración del Banco de Bilbao, AHV y la Sociedad Española de Construcción Naval, 3 donde se localizan las familias Ibarra, Chavarri, Urquijo y Gandarias, todas ellas pertenecientes al grupo oligárquico empresarial referenciado arriba.
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