Así pues, soñar es construir y los sueños se construyen en compañía, aplicando el criterio de humanidad. Se estructuran mediante la edificación de propuestas y proyectos guiados hacia la configuración de un nuevo estado de la situación con fundamento en la ciencia y el examen de los ideales. No somos el sueño de muchos, somos utopías cumplidas, como dice el profesor Memo Ánjel en una de sus conferencias. Lo propuesto aquí es justamente un sueño, pues la eutopía es la esperanza que se percibe en la dinámica social y en las contradicciones y conflictos del orden existente y los ímpetus para llegar a un orden deseado.
El primer paso para la transformación consiste en cambiar nuestro mundo interior y realizar el potencial de la comunidad, reto principal de la reconstrucción eutópica. Esto coincide con los planteamientos sugeridos por Ervin Laszlo, que buscan implícitamente la humanización del mundo, sacando el hombre del torbellino del egocentrismo codicioso generado por el mal antropoceno.
Según Mumford, la ciencia debería centrarse en las comunidades locales y las regiones en particular y sus problemas, para introducir en ellas una jerarquía definida de valores humanos, porque allí es donde deben aplicarse los conocimientos. Esto significa que lo que requerimos no es la ciencia en sí, sino una ciencia instrumental al servicio de la comunidad y de los más necesitados; una eutopía fundamentada en la ciencia como un instrumento adaptado a las necesidades humanas.
La ciencia es valiosa si sus investigaciones pueden aplicarse en una comunidad en particular, en una determinada región, y se ocupan de lo real (la ciencia como sistema al servicio del hombre), no como un pasatiempo o como un idolum arbitrario, como señala ese autor. El tema persigue la humanización de la ciencia y sus resultados; el conocimiento, más como una herramienta que como un motor. Mumford nos recuerda también una directriz esencial: sin sueños, los avances de la ciencia pueden ser ingobernables.
No se trata de poner el deseo por encima de la realidad, como lo hicieron los utopistas clásicos, sino de construir sobre la realidad, reinventando lo que se ha construido consciente o inconscientemente. Esto implica promover una especie de reconstrucción creativa, concepto que puede asimilarse con el que usó Joseph Schumpeter de “destrucción creativa”, el cual aplicaba perfectamente al surgimiento del capitalismo donde la idea de la innovación era clave en los procesos disruptivos de transformación. Algunos han sugerido que el autor finalmente era pesimista con respecto a la sostenibilidad de un proceso de esa naturaleza, pues debilitaba los marcos mismos del desarrollo capitalista.
Conviene indicar que, en el caso colombiano, no existen textos claramente orientados hacia un idealismo utópico que consideren directamente lo rural. Sin embargo, puede mencionarse al respecto la propuesta de Julio Silva Colmenares (2013) sobre una utopía posible. Esta aborda la configuración de un mundo mejor que conduzca a la libertad y la felicidad. El autor propone un modo de desarrollo humano donde se generan acciones mancomunadas y complementarias entre el Estado y el mercado, y la solidaridad social. Esta idea es muy similar al lema “Más Estado en el mercado, menos mercado en el Estado, y más participación de la sociedad en el diseño de políticas públicas y su implementación”, incluido inicialmente en el Informe nacional de desarrollo humano, Colombia rural (2011) del PNUD.
Asumir una visión desde la eutopía significa regresar a la política y no sustentarse en una tecnocracia apolítica que decide buena parte de la suerte de los demás con base en un conocimiento técnico y una manera de formular políticas sin la participación de la comunidad o de los actores potenciales, sean beneficiarios o perdedores en la misma. Frecuentemente, los técnicos tienden a seguir modelos estilizados de políticas provenientes de países donde supuestamente se han resuelto los problemas y se han alcanzado mejores niveles de vida y donde el éxito se mide por los crecimientos del Producto Interno Bruto PIB, no por la felicidad y el alcance de un mundo sostenible, de una vida buena, donde todos puedan disfrutar de un mayor bienestar según su diversidad de pensamientos y proyectos de vida.
Nuestra propuesta se sitúa en el camino trazado por Mumford para la eutopía. Llega hasta la consideración de una conciencia más universal y ética de mayor alcance, como la sugerida por Laszlo en sus trabajos en el Club de Budapest, especialmente en sus libros: El cambio cuántico (2009), La naturaleza de la realidad (2017) y Reconnecting to the source (2020); si bien también se parte de las enseñanzas de los antiguos maestros védicos de la India como punto esencial de referencia.
Como indicó Mumford: “El objetivo del verdadero euto-piano es el cultivo de su entorno, y decididamente no el cultivo —ni mucho menos la explotación— del entorno de otra persona” (Mumford, 2015, p. 287). Aquí el autor recuerda el precepto final del Cándido de Voltaire: “hay que cultivar nuestro jardín” (Ibídem). No le debemos temer a una propuesta que surja de la realidad de nuestro entorno, pues será fácil sentarla sobre cimientos firmes. Como dice el papa Francisco, “cuidemos nuestra casa común”.
Muchos analistas se preguntan con justa razón: ¿por qué no imaginamos un mundo mejor del que tenemos? ¿Somos capaces de hacerlo? Es difícil renunciar a esa formulación, pues los seres humanos casi siempre están insatisfechos con lo que alcanzan en el mundo de la materialidad, donde se mide el éxito solo por la capacidad de acumular riqueza y poder. ¿Será que nos pasa lo que plantea Bregman: que “la verdadera crisis es que no se nos ocurre nada mejor” (2017, p 20) y, por lo tanto, caemos en el conformismo?
La ventana de la mente puede abrirse con la eutopía aquí adoptada, que para mentes cerradas y conservadoras es un sueño imposible de llevar a la realidad. Ese camino alternativo no es de fácil tránsito y requiere preparación, mente abierta y un nivel de conciencia mayor. En otro plano, esto coincide con las propuestas de Maharishi Mahesh Yogui en técnica de la meditación trascendental y La Ciencia del ser y el arte de vivir (1990), la cual se fundamenta en las ciencias védicas, practicadas por muchas personas en todo el mundo a través de la meditación, y que permiten desplegar distintos niveles de conciencia 6.
4. Eutopía y rediseño de la ruralidad
Nos encontramos en el momento de seguir soñando con un mundo mejor, construir sobre lo ya construido, transformar a partir de la realidad y generar ideas conducentes para el alcance de ese propósito. Ese es el desafío, aquí y ahora, que se expresa en el rediseño de la ruralidad y de las relaciones rurales-urbanas como un foco inicial de atención. Ese proceso consiste en cambiar la realidad existente en la ruralidad, a partir de lo cual deben desatarse cambios y transformaciones que arrastren también lo urbano. Lo más profundo y prometedor es emprender cambios en ambas esferas (la rural y la urbana) simultáneamente, dada su interrelación y la mayor dinámica de una en relación con la otra.
Como se mencionó anteriormente, la ruralidad actual es el resultado de un diseño impuesto, que no cumple los requisitos necesarios para considerarla sostenible ni tiene la capacidad de brindar a sus habitantes el bienestar que requieren bajo los conceptos de equidad, progreso, justicia distributiva y dignidad. Por ello, una pregunta pertinente que surge de inmediato es: ¿qué es más fácil hoy, reformar lo urbano o lo rural, a sabiendas de que ambos requieren un cambio? O mejor, ¿A partir de dónde debe iniciarse un proceso que transforme efectivamente lo existente? No existe una respuesta precisa a ese interrogante, pues ambas son esferas muy complejas e interrelacionadas y lo ideal sería intervenirlas ambas al mismo tiempo. Por una parte, lo urbano tiene mayores capacidades de arrastrar lo rural por sus grandes ventajas en términos de desarrollo, conocimiento y diversidad; pero la dificultad reside en que desvaloriza lo rural y parte de una negatividad y un desinterés por considerar algo que percibe fuera de su ámbito. Por otra, lo rural, si bien no tiene esas mismas capacidades dinámicas, sabe que tiene grandes ventajas y poderes no desplegados, pero está mal organizado, desconfía de lo urbano y no genera la capacidad suficiente para convencer a los citadinos de que lo acompañen.
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