Las acampadas y las excursiones –puestas de moda por los Wandervögel alemanes a principios del siglo XX– 5se volvieron formas de ocio habituales de la juventud. Y aunque los jóvenes tampoco habían sido ajenos a la participación política, especialmente en la etapa previa a la primera conflagración mundial, 6esta participación alcanzó el carácter propio de la nueva sociedad de masas tras la Gran Guerra. Algunas de las organizaciones juveniles más importantes en el periodo de entreguerras existían con anterioridad al conflicto bélico –es el caso de los Boy-Scouts , pero también de organizaciones políticas como las juventudes socialistas–, pero alcanzarían en ese momento su mayor desarrollo, y en el caso de las últimas citadas, sus mayores cotas de independencia. En casi toda Europa, las organizaciones juveniles socialistas fueron las principales exponentes del rechazo a las posiciones nacionalistas adoptadas por muchos de los partidos socialistas ante la Primera Guerra Mundial y reclamaron una participación más activa en las decisiones políticas. Fueron también, en casi todos los países y como consecuencia de la crisis de la Internacional Obrera Socialista (IOS) o Segunda Internacional y del impacto de la revolución de octubre de 1917 en Rusia, el origen de los partidos comunistas. 7
No menos importante fue el sentimiento de fracaso que provocaron los estragos de la Gran Guerra en todos los países europeos –incluso en aquellos que no la habían sufrido, como España– que dio lugar a nuevas actitudes de y hacia los jóvenes. Por una parte, se desarrollo una legislación que les consideraba personas con problemas a las que había que proteger, pero, por otra, fueron vistos como la base del futuro, los transformadores de la sociedad. La imagen de los jóvenes como fuerza para la renovación y la regeneración cobró una gran importancia durante el breve periodo de entusiasmo por la reconstrucción que siguió al armisticio de 1918. Por ejemplo, la Ley de Bienestar de la Juventud de la República de Weimar, de 1922, consideraba que los jóvenes iban a empezar «el proceso de curación y renacimiento físico, mental y ético» de Alemania. Ya en los años treinta, los llamamientos a la juventud como fuerza de cambio se hicieron generales en prácticamente todo el espectro político europeo: en el caso francés, se ha destacado que en todas las organizaciones «había una esperanza común de que el mañana no sería como el ayer y que la juventud proporcionaría el ímpetu para los cambios, revolucionarios o no, que Francia necesitaba». 8
Los jóvenes mantuvieron sus organizaciones recreativas tradicionales, que lograron un gran crecimiento, pero también renacieron o se crearon organizaciones políticas juveniles que vivieron un doble proceso: por una parte, un gran crecimiento y la búsqueda de mayor autonomía frente a las organizaciones de adultos y, por otra, una mayor participación en la política y de una forma más radicalizada, opción favorecida por la crisis económica, social, política e ideológica de la época: el desempleo, la ruptura de las lealtades políticas tradicionales, las mayores dificultades en las condiciones de vida de los jóvenes, una cultura que apoyaba valores violentos y agresivos y que consideraba a la juventud como agente del cambio social, el abandono de los valores sociales tradicionales por parte de los jóvenes, que creían que las fórmulas de los adultos habían fracasado, o el desarrollo de nuevas ideologías, como el fascismo y el comunismo, que daban un papel muy activo a la juventud. Este doble proceso de autonomía y radicalización se ha destacado en toda la Europa de entreguerras y para todos los ámbitos ideológicos, incluyendo desde países como Checoslovaquia y Polonia a organizaciones como las juventudes del Partido Radical Francés. 9Una característica común a esta movilización juvenil, especialmente en los años treinta, fue la paramilitarización: grupos de jóvenes uniformados y armados marchaban por las calles de las principales ciudades europeas, produciéndose numerosos enfrentamientos entre grupos política e ideológicamente opuestos, como muestran los ejemplos de Alemania o Austria. 10Los jóvenes adoptaron una actitud poco respetuosa hacia los adultos que les habían fallado –como parecía haber demostrado la Primera Guerra Mundial y la evolución política del periodo y la crisis económica de 1929 parecían confirmar–, como se refleja en la frase con que comienza este capítulo, y la juventud jugó un papel destacado, e incluso protagonista, en la conflictividad social y política: la actividad social y política de los jóvenes se extendió a buena parte de la juventud de la clase media y de la clase obrera urbana y rural. 11
Esta movilización juvenil de escala continental fue claramente percibida por los jóvenes españoles . Así, la Federación de Juventudes Socialistas (FJS), la organización juvenil del Partido Socialista Obrero Español (PSOE), planteó en 1934 que «el eje alrededor del cual vivieron los países occidentales durante los cuatro años sangrientos [la Primera Guerra Mundial] fue sólo éste: la juventud» y «al firmarse el armisticio, las grandes masas supervivientes inundaron las ciudades, los partidos políticos, las organizaciones sindicales», rompiendo «el ritmo normal de vida de sus respectivos países». La organización juvenil socialista consideraba que el fascismo y el bolchevismo habían tenido como base la juventud, «que les abrió camino, que los alienta, que los estudia y que tiene fe en ellos», y concluía que «hoy, las Juventudes Socialistas no son la cola del león, la retaguardia del Partido» sino que tenían que ocupar «el primer puesto de la lucha». También los organizadores del primer fascismo español tenían muy claro el papel que estaban jugando los jóvenes en Europa. El fundador de las Juntas de Ofensiva Nacional-Sindicalistas (JONS), Ramiro Ledesma, dijo en 1935 que «el paso al frente de las juventudes es una orden del día (sic) incluso mundial. Están siendo por ello en todas partes el sujeto histórico de las subversiones victoriosas». 12
Y es que el retraso español en la modernización socioeconómica y en el establecimiento de un verdadero sistema democrático tuvo su correlato en un más tardío desarrollo de las políticas dirigidas hacia la juventud y de las organizaciones juveniles. Sin embargo, a pesar de que España había permanecido neutral en la Primera Guerra Mundial, la sociedad española no iba a escapar a lo que se puede considerar la primera oleada de movilización juvenil europea. 13Aunque algunas organizaciones juveniles surgieron con anterioridad al periodo de entreguerras, su movilización y la participación de los jóvenes en la política no cobrarían importancia hasta el final de la dictadura de Primo de Rivera (1923-1930) y prácticamente alcanzarían el carácter que tenían en el continente europeo en los años treinta. Como han destacado los escasos estudios previos existentes, sólo a partir de finales de los años veinte y principios de los años treinta se puede hablar en España de «organizaciones juveniles propiamente dichas». 14
Esta movilización juvenil se reflejó en el papel de los jóvenes en la caída de la dictadura de Primo de Rivera, principalmente de los estudiantes agrupados en la conocida como Federación Universitaria Escolar (FUE), aunque oficialmente se llamaba Unión Federal de Estudiantes Hispanos (UFEH): 15las Asociaciones Profesionales de Estudiantes existentes (APEs) se coordinaban en cada distrito universitario en las FUEs, la primera de las cuales se formó en Madrid, según José López-Rey, en enero de 1927. Esta movilización estudiantil contra Primo de Rivera, como ha estudiado Isaura Varela, era muy diferente a la de principios de siglo, centrada en temas exclusivamente académicos y definida por el adjetivo troyano con el significado que se le dio en los años treinta: un tipo de estudiante «amigo de algaradas, poco amante del estudio y escasamente comprometido con su entorno cultural y social». La acción de la FUE estuvo influida por las dificultades para la estabilización profesional de los jóvenes universitarios, se inició como oposición a la reforma educativa que permitía a los colegios religiosos dar grados universitarios y dio paso a una clara politización de la organización, que recibió el apoyo de destacados profesores liberales y se convirtió en un movimiento contra la dictadura. 16La organización estudiantil no pudo celebrar su primer congreso hasta después de la caída de aquella, en abril de 1930, cuando contaba ya con 127 asociaciones y se definió como una organización «sin carácter confesional ni político», centrada en la acción social, económica y cultural. 17
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