1 ...6 7 8 10 11 12 ...15 Las teorías de Filón sobre la naturaleza de Dios no se deben mirar, sin embargo, como típicamente judías. Era un escritor helenístico, fascinado por Platón. De dos maneras su doctrina no está de acuerdo con la admitida tradición judía. Primeramente insinúa él que Dios y el Señor están subordinados al Ser Supremo. Y además dice que el Ser Supremo no castiga por sí mismo a los hombres pecadores.
Como en el Nuevo Testamento no se comenta Génesis 18 y 19, no parece que las primeras y pocas generaciones de cristianos aceptaran la interpretación dada por Filón. Algunos de los Padres, sin embargo, consideraron importante Génesis 18 y 19. Justino Mártir y Orígenes dieron una interpretación cristológica, diciendo que los tres hombres eran Cristo y dos ángeles 37. Cuando Abraham dijo «mi señor» usaba el verbo en singular porque estaba hablando a Cristo. En los escritos de Ambrosio 38y de Agustín 39se da una interpretación trinitaria. La más amplia relación nos la da Agustín, quien dice que a Abraham se le aparecieron las tres personas de la Trinidad, pero solamente el Hijo y el Espíritu Santo a Lot. Agustín aborda un tipo de exégesis, preconizado por Justino y Orígenes. Si un escritor del siglo segundo hubiese sacado una interpretación trinitaria de la narración, habría dado motivo para suponer que era heredada de los tiempos del Nuevo Testamento. Pero no hay pruebas de que los cristianos usaran la narración antes del siglo cuarto para apoyar la doctrina de la Trinidad.
Aunque la mayor parte de los pasajes del Antiguo Testamento que hemos discutido no parece haber influido en el pensamiento de los cristianos en tiempos del Nuevo Testamento, sin embargo, tres importantes ideas hebreas las hicieron suyas los cristianos para expresar sus creencias sobre la singular relación del Hijo con el Padre. Son Espíritu, Sabiduría y Palabra. Estas ideas sentaron un precedente para el Binitarismo más bien que para el Trinitarismo, porque solamente se las encuentra separadas. Siempre se trata de la cuestión de la relación del Espíritu con Dios, o de la Sabiduría con Dios, o de la Palabra con Dios. Son importantes, no porque evidencien la idea de la «dualidad» en la Divinidad, sino porque apoyan la idea de la pluralidad en la Divinidad. Distintos factores contribuyeron al éxito de estos términos en la expansión de la nueva doctrina. Todos ellos estaban enraizados en la tradición hebrea. Todos ellos eran palabras clave en la filosofía griega. Y eran lo suficientemente flexibles como para posibilitar a los cristianos la formulación de una altísima concepción de Cristo sin caer en el politeísmo.
EL ESPÍRITU
Relación del Espíritu con Dios
Al Espíritu se le consideraba de origen divino y, frecuentemente, se afirmaba que venía de Dios y que era el Espíritu Santo 40. En ciertos pasajes el paralelismo entraña una identificación del Espíritu con Yavé 41. En la mayor parte de los casos, sin embargo, no se identifica con Dios, pero se encontraba íntimamente unido a Él, como si fuera parte suya. Él es el divino poder de Dios, el aliento de Dios que da vida a los hombres, los guía, los impulsa a la acción 42. Pero en ningún pasaje del Antiguo Testamento es identificado explícitamente con Dios 43.
¿Se consideró persona al Espíritu?
Los hebreos describían al Espíritu con términos antropomórficos: «Enojaban al Espíritu» 44. «El Espíritu guiaba a los hombres» 45y «los instruía» 46, «les invitaba al descanso» 47o «se apoderaba de ellos» 48. Hay razones para creer que este lenguaje es más que metafórico. Kirk hace notar que hay una analogía entre espíritus malignos y Espíritu de Dios 49. Tanto los espíritus malignos como el Espíritu de Dios podían dominar las acciones del ser humano. A los espíritus malignos se les concibe personalmente, y esto hace razonable suponer que el Espíritu de Dios es también concebido personalmente. Kirk sostiene también que el Espíritu en el Antiguo Testamento tiene la característica de iniciativa al elegir, que es lo que distingue lo personal de lo impersonal.
«El Espíritu no es lo mismo para todos; se trate de una “cosa” o de un estimulante, escoge sus receptores entre los hombres, como a él (o a Yavé) le place. Es digno de atención el hecho de que los cuatro evangelistas, al comparar el Espíritu al viento, escogen como punto de comparación un rasgo en el que justamente el viento es menos impersonal (aunque la verdad es que de ninguna manera constituye una característica suya): su entera libertad de iniciativa. En lo tocante a los hombres, por consiguiente, no iremos más allá de la evidencia, si decimos que el Espíritu en el Antiguo Testamento se comporta con respecto a ellos como persona» 50.
Está claro, sin embargo, como admite Kirk, que en general la iniciativa en los actos del Espíritu es la iniciativa de Yavé. Dice que en un más tardío judaísmo al Espíritu se le adjudicaba «carácter hipostático» en relación a Yavé; y cita Ag 2, 5: «Cuando vosotros salgáis de Egipto, y mi Espíritu more entre vosotros» 51. Pero aún en este ejemplo no existe insinuación de interacción entre Yavé y su Espíritu. La acción es en una sola dirección, Dios actuando a través del Espíritu.
La palabra ruah , que se traduce «espíritu», significa «viento» o «aliento», y esto sugiere que al espíritu se le consideraba como algo material o físico 52. En un judaísmo posterior al Espíritu se le consideraba como una clase de luz, o como un sonido, o como un objeto que tiene peso 53. Pero, aunque el Espíritu sea considerado como físico en cierto sentido, no se sigue que el Espíritu deba ser impersonal 54. Las cualidades personales del Espíritu son la capacidad de guiar, de enseñar, de apenarse, cualidades que no son propias del viento, del aliento, de la luz, del sonido o de los cuerpos sólidos como tales. Pero no existen indicios de que los judíos considerasen al Espíritu como personal hasta tal punto que pudiera comprometer su monoteísmo.
En dos pasajes del Antiguo Testamento al Espíritu se le ha vinculado al Mesías. El primero de estos pasajes profetiza la venida de un descendiente de David que será bendecido con el séptuplo espíritu:
«Y brotará una vara del trono de Jesé, y retoñará de sus raíces un vástago, sobre el que reposará el espíritu de Yavé, espíritu de sabiduría y de inteligencia, espíritu de consejo y de fortaleza, espíritu de entendimiento y de temor de Yavé» (Is 11, 1. 2).
El segundo pasaje no es claramente mesiánico, aunque contenga la palabra «ungido» 55:
«El espíritu del Señor, Yavé, descansa sobre mí, pues Yavé me ha ungido y me ha enviado para predicar la buena nueva a los abatidos» (Is 61, 1).
La actividad moral del Espíritu
En los más antiguos documentos aparece el Espíritu como causa de comportamientos estáticos y violentos. Se precipitó sobre Sansón y le capacitó para matar a los treinta hombres de Ascalón. Arrebató poderosamente a Saúl y le hizo capaz de cortar en pedazos una yunta de bueyes 56. El Espíritu era un regalo intermitente que se iba tan rápidamente como había venido. En escritos posteriores la idea del Espíritu como posesión permanente llegó a destacarse más y más. El Espíritu de juicio, de consejo, de poder, Espíritu de gracia y de súplica llega a ser un don durable 57.
La antigua idea de un don intermitente del Espíritu no desapareció, pero dejó de ser su característica. En la medida en que al Espíritu se le consideró más y más como realidad permanente, posesión no-extática, su cometido moral se fue poniendo cada vez más de manifiesto. Él guio a toda clase de hombres por los caminos de la justicia y de la honradez. Esta faceta de la actividad del Espíritu fue más ampliamente puesta de relieve en el Nuevo Testamento y se desarrolló la idea de que el conjunto de la vida era adoración y sacrificio que podía ofrecerse a Dios en el Espíritu 58.
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