Así que estar escondido detrás del dolor, sin demostrar sentirlo, fue una herramienta de doble filo que trajo perjuicios a futuro, que se mostró como una característica de vida enalteciendo un Ego de mentiras, generando a la imagen publica una versión simplemente superpuesta para dejar en claro que la dignidad del ser que se presentaba estaba fuerte, firme y con la convicción de poder mostrar ese poder ante el mundo, pero definitivamente era una forma de sarcasmo que solo engañaba al exterior.
Y por último Jennifer, Figura 2, detalla esa arrogancia antagónica, esa cúspide alcanzada donde se minimiza al otro, operando desde una superioridad exagerada, no real, la cual al ser vivida transgrede los límites de identidad y dignidad del otro, humillando y denigrando su humanidad. Esto no es más que el miedo grande a ser rechazado, excluido y no visto: rechazo y humillo al otro antes que eso suceda conmigo.
Después de este corto, pero elocuente recorrido, llego a un espacio en donde con claridad encuentro que lo que hay detrás de esa arrogancia y soberbia, solo mostraba la necesidad de ser visto, valorado, resignificado desde una fuerza débil, queriendo lucir poderosa, una fuerza que demostraba que la dignidad de ese ser había sido transgredida y disfrazada para mostrarse ante el mundo, hoy no me alerto desenfrenadamente por lo que los demás vean de mí, el orgullo y esa suerte de sarcasmo vividos, solamente escondían un alma que aprendió a hacer lo demostrado y que hoy es consciente que la humildad de reconocer una dignidad valedera es el camino para permitirse ser visto.
¡Acompáñenme a construir esa dignidad!
Capítulo 4. Una dignidad naciente
Del origen latín dignitas y este de dignos, que significa digno o merecedor, que conviene o merece, palabra usada en ocasiones para enmarcar el valor, merecimiento, libertad, con derecho, respeto e inclusive con poder, pero expresado contrariamente como indigno, no honesto, desleal, no merecedor, juicio emitido comúnmente por alguna autoridad, sea grupo o persona que tiene algún tipo de conocimiento superior o con poder para evaluar el valor de ser digno basado en parámetros de vida, escritos y/o estipulados por el sistema donde se nace .
Antes de iniciar una profundidad en el análisis de esta distinción, es importante pararse en un lugar que permita distinguir cuáles son los límites de la dignidad, cuándo no se alcanza llegar a serlo, qué implica ser digno y qué genera su exceso.
Un comentario comúnmente encontrado en nuestra vida diaria, es que todos nacemos dignos, por el hecho de ser humanos, la dignidad viene con nosotros, somos iguales, libres, pero con derechos y deberes escritos y determinados por quienes ya hacen parte del sistema; y si ya nacemos dignos, ¿por qué debemos ser evaluados por la mirada de otros?, ¿qué tipo de medición se puede realizar para medir la dignidad? Si cada sistema mira algo específico en la dignidad, ¿en qué sistemas seremos dignos y en cuáles no? Es aquí en donde el límite inicial de ser digno comienza a generar un abanico de posibilidades, ya que si nacemos dignos, podremos pertenecer a todo tipo de sistema, pero no es así; por ejemplo, en las religiones, el merecimiento de ser digno, de pertenecer a alguna de ellas, está limitado por una serie de requisitos que permitirán o no serlo y es alguien o un grupo de integrantes, que indicará, basados en sus conocimientos de su dignidad y la definición de su religión, quienes puedan aprobar el merecimiento de pertenecer, de hacer parte, de ser digno de ser incluido, entonces bien, ¿Realmente nacemos dignos? Si así fuera, ¿por qué existen diferentes estándares para evaluar la dignidad? Pues es aquí donde es importante mencionar que, para acceder a la dignidad de pertenecer y hacer parte, se debe cumplir con normas dadas, así que si revisamos lo mencionado anteriormente, nacemos en el lugar donde somos dignos de nacer y tenemos nuestra determinada dignidad, pero, para movernos a otro sistema, debemos mostrar que la dignidad definida allí puede ser alcanzada por nosotros. Me quedo con la pregunta: ¿Hay varias dignidades, con la que nacemos por ser humanos y las que nos piden para entrar en los diversos sistemas?
Ahora que somos parte y demostramos ser dignos, ¿qué representa ser dignos para estar allí?, ¿solo por pertenecer y estar en un lugar donde somos dignos, esto nos mantendrá siéndolo siempre? Al parecer, continuar siéndolo amerita unas tareas o demostraciones de pertenecer, y es aquí donde cabe preguntar: ¿Qué debo hacer para ser digno siempre en este sistema? ¿Se logrará cabalmente este cometido? Al parecer, si se cumplen todas las normas y requisitos para pertenecer, la dignidad se mantendrá, se validará, y mereceremos llevar el título, de lo contrario seremos indignos de ello, y es aquí donde aparece su contrario, la negación de representar algo con lo que normalmente nacemos, no somos merecedores y este es uno de los puntos claves, ya que nos indica que por más dignos que nacemos podemos perder la dignidad de pertenecer a un sistema, pero nunca nuestra dignidad de seres humanos; en otras palabras, perdemos el ser dignos de ser parte de un grupo, pero como personas continuamos con la esencia y lo que viene con nosotros, nuestra propia dignidad .
¿Y si excedo los estándares de dignidad? Me voy al extremo opuesto del no ser al serlo y de manera rebosante, ¿Qué implicaría esto?, ¿me haría mejor ser exceder las expectativas?, ¿ganaría algo por ir más allá? En muchas ocasiones esto está ligado al merecer más de lo normal, tener un calificativo superior, estar por encima de la media; esto entrega en algunas ocasiones más poder, quizás habilite nuevas posibilidades y entregue un valor diferente y diferenciador que destaque entre los otros, esto me termina de llevar a que definitivamente hay niveles de ser digno, en algunos casos se alcanza a serlo cumpliendo las expectativas mínimas, pero excederlo premiara y privilegiará a quien lo haga.
Este pequeño boceto de los límites de la dignidad entrega información valiosa que me permite identificar que, efectivamente, somos dignos, ya estamos en el mundo y eso nos hace pertenecer a un sistema macro, pero definitivamente hay que demostrar serlo para pertenecer a otros sistemas, y quizás exceder las expectativas, nos lleva a ser premiados. ¿Puede ser este el inicio de la arrogancia humana?
Con lo que se ha revisado anteriormente, también es importante reconocer que a veces el no ser digno de algo viene también de nosotros. Entonces, ¿cuándo no somos dignos?, ¿tenemos nuestro propio estándar? O, ¿son las reglas impuestas y creadas en el sistema las que nos hacer reflexionar? Y aquí podemos ir a ejemplos concretos, en donde no hay dignidad, los niños muestran muchas veces un ejemplo claro de cuando se es o no digno de pertenecer; muchas veces existe un grupo que debe evaluar, según sus estándares, si quien llega es digno de entrar al grupo y pertenecer a él, esto puede ser para un simple juego, o hay un solo niño con el poder de decidir, según sus estándares, si quien llega pertenece y hace parte del grupo consolidado, el típico dueño del balón, así que con estos dos comentarios llegamos a la orientación de dignidad colectiva e individual. ¿Y qué se siente ser o no parte de un sistema? ¿El no ser aceptado o no pertenecer elimina mi dignidad?
Es interesante encontrar este punto de vista, porque al parecer existen estándares de dignidad, la creada por un grupo, la definición que cada individuo da, basado en los juicios aprendidos por el sistema donde vive y adicionalmente se encuentra nuestra dignidad propia por pertenecer a este planeta; si hilamos más fino, llegaremos a las definiciones de pertenecer a una determinada región, el círculo de amigos, el estrato social, el país donde vivimos, etc. Definitivamente, estamos hablando de dignidad establecida por una comunidad y nuestra dignidad individual como seres humanos pertenecientes a este macro sistema.
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