Asumir la responsabilidad de sanar nuestras heridas es un regalo extraño, envuelto en un papel de regalo sucio y arrugado. Sin embargo, desenvolver ese paquete, como escribe Geri Scazzero en The Emotionally Healthy Woman [La mujer emocionalmente sana], puede ser lo mejor que hagamos: “Permitirme sentir mi propia tristeza me ha permitido ser más compasiva con la tristeza de los demás. Ahora estoy convencida de que este es uno de los mejores regalos que tengo para dar”.
Señor, tú puedes sanarme. Tú puedes usar lo que me sucedió para demostrar tu poder y gloria. Acepto mi responsabilidad en el proceso de sanidad: voy a buscar ayuda, voy a ser paciente. Ya no quiero huir de mis responsabilidades, sino aceptarlas por tu gracia, que me fortalece.
10 de febrero
La libertad es un país extranjero
“Para libertad fue que Cristo nos hizo libres; por tanto, permaneced firmes, y no os sometáis otra vez al yugo de esclavitud” (Gál. 5:1, LBLA).
La libertad es como un país extranjero: tienen diferentes costumbres allá. Una de las primeras veces que viajé al exterior, visité la hermosa y cosmopolita ciudad de Vancouver, en Canadá. Un día, después de mis clases de inglés en el instituto de idiomas, decidí salir a caminar. Llegué a una esquina, con un semáforo, y me paré a esperar. Esperé y esperé, pero la luz seguía roja. De pronto, apareció un muchacho canadiense, que se acercó al semáforo y presionó un diminuto botón en el poste, apenas perceptible. La luz inmediatamente cambió a verde. Crucé la calle riéndome; ¡podría haberme pasado la tarde entera esperando!
Después de sacar al pueblo de Israel de Egipto, Dios comenzó el proceso de deconstrucción y reconstrucción de su identidad colectiva. Aunque los israelitas eran libres a nivel físico, aún tenían una mentalidad esclava. Los efectos de más de cuatrocientos años de historia no desaparecieron instantáneamente al cruzar el Mar Rojo.
Añorando lo que solían comer cuando eran esclavos, los israelitas se quejaban: “Nos acordamos del pescado que comíamos gratis en Egipto, de los pepinos, de los melones, los puerros, las cebollas y los ajos” (Núm. 11:5, LBLA). Más allá de que estuvieran cansados de comer maná todos los días, el hecho de que dijeran que la comida de Egipto era “gratis” es muy significativo: esa comida era un mínimo sustento, dado por sus amos, con el único propósito de seguir explotando su mano de obra esclava ¡Cada esclavo pagaba con su vida, con su sudor y con su libertad!
Cuando Jesús nos libera, pasamos por el mismo proceso de deconstrucción y reconstrucción. La libertad se siente incómoda y extraña, como un país extranjero donde no entendemos las reglas ni el idioma. Por eso nos tienta volver atrás, porque al menos la esclavitud es familiar. ¡Pero Dios nos ama demasiado como para permitir esto! Dios nos llama a conquistar terreno espiritual y emocional; a permanecer libres. Nos llama a recibir nuestra identidad de hijas, no de esclavas.
Señor, quiero aprender a ser libre. Con pasos valientes, por pequeños e imperfectos que sean, quiero marcar una trayectoria de fe. Hacia adelante y hacia arriba, quiero avanzar y nunca volver atrás. Gracias por guiarme de la mano a cada paso, con paciencia y fidelidad.
11 de febrero
Sin guantes blancos
“Tendrá otra vez compasión de nosotros, perdonará nuestras culpas y arrojará todos nuestros pecados a las oscuras profundidades del mar” (Miq. 7:19, PDT).
Jillian Monet dejó de estudiar cuando se dio cuenta de que estaba embarazada de tres meses. Como era líder en su iglesia local, tenía miedo de que si la gente se enteraba la avergonzaran. Entonces, decidió realizarse un aborto en secreto. Jillian juntó el dinero que necesitaba y condujo hacia la clínica. En el camino, recibió dos mensajes de texto. Aunque estas personas no sabían lo que estaba sucediendo, ambas le aseguraron que oraban por ella y que Dios podía manejar cualquier crisis. Sin embargo, Jillian estaba apurada porque tenía que cantar en la iglesia esa misma noche, y siguió conduciendo. Pero al llegar a la autopista, supo que estaba tomando una mala decisión. “Yo no sabía que estaba a punto de experimentar la gracia soberana de Dios, pero puse mi vida en sus manos y decidí que no abortaría”, me dijo al contarme su historia. Sin embargo, las cosas no mejoraron automáticamente. El padre del bebé no quiso casarse con ella y muchos de sus amigos la abandonaron. “Me sentía deprimida por la culpa que cargaba. No tenía suficiente dinero, así que, pasé varias noches en el auto con mi bebé. Había gente dispuesta a ayudarme, pero mi orgullo y la vergüenza me impedían acercarme”, me dijo.
Jillian comenzó a usar drogas para intentar adormecer la culpa y vergüenza que sentía. Llegó a estar tan deprimida que consideró suicidarse. “Me impacta que Dios nunca me haya abandonado. A veces creemos en un Dios de guantes blancos, pero para rescatar a alguien como yo, seguro se ensució las manos. Él comenzó a decirme cuánto me amaba y mi vida comenzó a cambiar”. Aunque fue un proceso lento y difícil, Dios restauró completamente la vida de Jillian.
“Ahora sé muy bien quién es el Dios del que canto. ¡Créeme que te ama incondicionalmente! Aunque estés pasando por algo muy doloroso, él no se ha olvidado de ti. Él se especializa en [salvar a] la gente imperfecta. Ahora puedo hablarles a los que pasan por situaciones similares y decirles que tenemos una esperanza: Cristo Jesús. Él ama. Él perdona. Él restaura, redime y rejuvenece”.
Señor, te agradezco porque tu amor nunca jamás me abandonará. Tú arrojas mi vergüenza y mi pecado a las oscuras profundidades del mar. Tú me abrazas, me perdonas y sanas mi vida. ¡Aleluya!
12 de febrero
La competencia con tu hermana
“Entonces Jacob durmió también con Raquel, y la amó mucho más que a Lea. Y se quedó allí y trabajó para Labán los siete años adicionales” (Gén. 29:30, NTV).
Raquel era más hermosa que su hermana Lea y contaba con el amor incondicional de Jacob. Él trabajó por ella siete años para pagar la dote y le parecieron solo unos pocos días. Sin embargo, esta historia de amor no tiene un final feliz. Cuando llegó la fecha acordada para la boda, Jacob fue engañado y recibió a Lea como esposa, en lugar de Raquel.
La mayoría de los comentadores bíblicos suponen que Lea estaba de acuerdo con el engaño. Tal vez amaba a Jacob en secreto, o tenía celos de su hermana, o creía que esta sería su única oportunidad para casarse. Sin embargo, Lea cosechó un fruto amargo por su parte en el engaño: años de competencia con su hermana por el amor de Jacob.
Como Lea había puesto su sentido de valor personal en conquistar el amor de Jacob, continuó frustrada e infeliz hasta que permitió que Dios fuera la fuente de su autoestima. Podemos ver su recorrido de crecimiento emocional a través del significado de los nombres que eligió para sus hijos. Rubén, el primogénito, significa “Mira, un hijo”. Lea dijo: “Ahora mi esposo me amará”. ¡Pero Jacob no la amaba! El nombre del segundo hijo, Simeón, significa “escuchada”, porque Lea dijo: “El Señor oyó que yo no era amada y me ha dado otro hijo”. Sintiéndose aún rechazada, Lea llamó a su tercer hijo Levi, que significa “apego”. Lea todavía creía que podía ganar la competencia con su hermana y hacer que su marido se apegara a ella por haberle dado tres hijos. ¡Pero Jacob aún no la amaba!
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