Cristian Orellana - El Robo del Niño
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Julia reconoció los sonidos.
–Lakitas –dijo ella.
–¿Qué? –preguntó Briceño.
–Lakitas. Una tropa de zampoñas –respondió Julia mientras hacía la mímica de tocar ese instrumento.
Salieron, y efectivamente en la explanada frente al acceso principal se encontraba un grupo tocando y bailando, todos vestidos con trajes tradicionales del norte de Chile. Los detectives los miraron a distancia. En un momento detuvieron la música y la danza.
–Menos mal que terminó el recital de Los Jaivas –comentó Briceño.
–Cállate –respondió Julia, mientras le pegaba nuevamente en la cabeza.
Varios curiosos se habían acercado al lugar y muchos grababan la escena con sus teléfonos celulares. Del grupo se separó un hombre ataviado con poncho y chullo y empezó a leer una declaración.
–Hay que ver qué están diciendo... –musitó Julia.
Briceño se adelantó para acercarse al lugar, pero ella lo retuvo.
–Tranquilo –dijo ella–. Pueden entenderlo como una provocación. Andamos con chaquetas. El detective la miró con algo de fastidio pero se contuvo.
Se volvió hacia Herrera.
–¿Podría usted ir allá y conseguir una copia de lo que están leyendo?
El arqueólogo asintió y se dirigió a la explanada.
–Ya sé lo que piensas –le dijo Julia a Briceño–, es ilegal mandar a otro a recoger pistas. Esto también queda entre nosotros.
Ambos vieron que el arqueólogo se saludaba con cierta familiaridad con la gente que había estado tocando y bailando; le pasaron el papel, lo leyó y después lo devolvió. El grupo se aprestó a retomar la música y la danza. Julia y Briceño entraron. No era bueno que vieran a Herrera conversar con la policía. El arqueólogo los alcanzó en la nave principal del museo. Revisaba su teléfono.
–¿Se memorizó lo que leyeron? –preguntó Julia.
–No, lo leí pero me dijeron que lo habían publicado. Acá está.
El arqueólogo les mostró la página de internet del «Colectivo T’aki », que decía estar compuesto por personas de raíz quechua y aymara, además de gente interesada en el tema. Los detectives leyeron:
A LA OPINIÓN PÚBLICA
El Colectivo T’aki condena el robo del que fue víctima el Museo Nacional de Historia Natural, donde se sustrajo al Niño del cerro El Plomo, el Inti Wawa, Cauri Pacsa. Si bien consideramos que el Niño debe volver a ser reenterrado en un lugar especial, el museo siempre ha tenido una relación cordial y respetuosa con los pueblos originarios, distinta a la del Estado chileno que les ha quitado las tierras y el agua a los hermanos mapuche y de los pueblos coya, aymara, quechua, williche y licanantai, y los ha reprimido ferozmente. Esperamos que el Inti Wawa sea encontrado pronto y restituido íntegro al museo para que en un futuro pueda ser devuelto a un sitio sagrado. Que el próximo Machaq Mara lo podamos celebrar juntos.
Por la defensa de nuestra cultura y patrimonio
¡Jallalla!
Colectivo T’aki
Terminaban de leer cuando sonó el teléfono de Julia. Era un mensaje de la detective Rojas, encargada de monitorear las redes sociales de internet. Lo leyó y miró al grupo.
–Puede haber sido un coleccionista excéntrico –dijo ella–. Pero no podemos descartar a un grupito de fanáticos.
Capítulo III
Donde Julia y el comisario casi mueren ahogados. Ella medita frente a una fotografía y asusta a un anciano, aunque más tarde le ofrecen té y habla con un endeudado.
Horas después se reunían en el cuartel la detective Delgado con el jefe de la brigada, Ricardo Fuentes. Julia se había dirigido allá en su bicicleta desde el museo mientras los demás lo hacían en el vehículo institucional, y habían llegado todos al mismo tiempo; la ciudad de Santiago ya no soportaba tantos autos, pero siempre había espacios para la tracción humana.
–Dígame qué encontró, detective –preguntó el comisario.
–Aparte de varios fósiles, incluso algunos que creían perdidos, y otras piezas de interés arqueológico, nada. Espero el informe de criminalística, eso sí. En realidad, algo apareció pero no en el museo. La detective Rojas, de informática, encontró esto en un blog:
RECUPERACIÓN DEL INTI WAWA
El grupo de acción Wila Mallku luchadores por la cultura e identidad ancestral proclaman la recuperación y liberación exitosa del Inti Wawa para devolverlo a su Apu ancestral y vuelva a vigilar con su presencia sagrada el valle del Mapocho nuestras presencias tutelares no merecen ser atracciones de feria ni objeto de curiosidad de científicos que nada saben de nuestra cosmovisión haciendo que se pierda la trascendencia de la ofrenda de Inti Wawa Cauri Pacsa informamos a la comunidad preocupada por cualquier daño que pueda haber sufrido el Niño sagrado que él está bien resguardado y protegido en espera de su pronto retorno a la montaña pero que si la policía intenta intervenir no dudaremos un segundo en destruirlo pues preferimos verlo desaparecido que de vuelta a una indigna bodega de un museo despojado de su grandeza y sus tocados.
Por la dignidad del hombre y la mujer andina,
Grupo de Acción Wila Mallku .
–Es un secuestro. Y la redacción sin puntos ni comas es para morir ahogada. ¿Le suena convincente? –preguntó Julia.
–Recuerde que toda amenaza debe ser considerada cierta –respondió el comisario.
–Hay otra declaración, pero de un colectivo afín al museo y más amistosa.
–La revisaremos después. Que rastreen este mensaje. Redacte el informe y me lo muestra a mí para visto bueno antes de pasárselo al fiscal.
–A la orden, señor comisario.
–Un solo detalle, detective –dijo Fuentes.
–¿Cuál sería?
–Somos una brigada de patrimonio cultural y natural. No imprima declaraciones si no es necesario, bastaba mostrármela en un computador.
Julia se ruborizó y asintió.
–Voy a contactarme con la brigada de robos por si saben algo –agregó Fuentes, y luego se retiró.
Durante las siguientes horas Julia se dedicó a escribir el informe. Se preocupó de dejar en claro el valor simbólico del Niño y que no se trataba de una simple pieza antigua. Intentó hacerlo lo más breve posible y, además, conociendo los hábitos de lectura de muchos, trataba de colocar toda la información esencial en las cinco primeras líneas de cada página. «Si pudiera agregarle colores o dibujitos, lo haría», pensó. Esa era una de las cosas que añoraba de su época de profesora de Arte. Podía preparar las presentaciones como mejor le parecía que se vieran. Recordó eso, y entre el lote de datos aprovechó de ingresar cierta información que más adelante le podría ser de utilidad.
La detective hizo un resumen de las declaraciones del personal del museo, tomadas por Briceño y los dos aspirantes que habían asignado. En términos generales, no aportaban ningún dato de importancia. No habían encontrado nada extraño los días anteriores, hoy habían llegado a la hora como siempre y estaba todo normal hasta que el arqueólogo Luis Herrera descubrió el robo. Posteriormente el antropólogo Rodrigo Castillo alteró el sitio del suceso, aparentemente de buena fe. Aún faltaban los informes de criminalística, pero los podía adjuntar en la segunda entrega. También quedaba pendiente interrogar al director del museo, Luis Felipe Iturriaga. Pero Julia deseaba que al fiscal le quedara claro que el caso debía tener prioridad; un Niño congelado hace quinientos años, mantenido en una vitrina de atmósfera controlada, podía estar sufriendo daños irreversibles y había que actuar de inmediato. Ella siempre tenía esa desagradable sensación de que nadie entendía sus preocupaciones.
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