—¡Necesito agua, tengo las manos llenas de jabón! Quedate quieto, te vas a marear.
Casio lo seguía por el reflejo del espejo tentada de risa por su locura.
—No... Es que si… Hay un ruido… Concentrate, tenés que poder escucharlo.
—Bueno, voy a intentarlo... –Casio se miró en el espejo, apoyó sus enjabonadas manos sobre la mesada, cerró sus ojos y se enfocó en todos los ruidos que podía oír a su alrededor... En su mente los sonidos se dividían en gente gritando, bocinas a lo lejos, alguna que otra puerta cerrándose y el eco del aire del baño, Salva la miraba fijo esperando que se dé cuenta, pero nada.
—No escucho nada, Salva.
—No puede ser... está ahí el ruido, es como si alguien se zambullera a una piscina… –De pronto un extraño sonido metálico comenzó a escucharse, despacito Casio se acercó a las paredes y aquel ruido se acrecentó, las canillas hacían un ruido extraño, igual al que hacen las tripas cuando alguien tiene hambre o cuando se sufre de retorcijones... Salva observó lo que pasaba y se alejó.
—Ese no es el ruido del que yo hablaba. –Se puso alerta y se alejó de la pared.
—¿Cómo qué no?
—No…
El ruido había cesado y los dos se miraron, el silencio era extraño, de repente todas las canillas comenzaron a expulsar un caudal enorme de agua, los inodoros desbordaron y ambos estaban empapados. De un tirón Casio agarró su mochila para meter a Salva y olvidó que estaba abierta, con aquel arrebatado movimiento la brújula que se encontraba dentro había salido disparada y cayó al inundado piso y cuando la tomó su dorado relieve se iluminó.
—¡Salva, la brújula!
—Fijate dónde apunta. Era casi imposible, el agua no paraba de brotar y hasta los aspersores de incendio se habían activado, literalmente llovía dentro del baño, la brújula estaba descalabrada, sus agujas no paraban de girar, lo mismo había pasado en la expedición a San Brandán, hasta que una flecha marcó el sur.
—¡Ya está!
—¿Y? ¿A dónde apunta? –preguntó Salva desde abajo de la bacha–… ¡Al sur pero no hay nada detrás de mí!
—Yo creo que sí... –El agua había funcionado como una especie de líquido corrosivo, dejando al descubierto una extraña puerta, que antes no habían visto
Casio volteó y se quedó frente a frente con una puerta totalmente diferente a la de los demás cubículos.
De color roble oscuro y con un símbolo similar a una estrella de cinco puntas con un círculo e inscripciones varias, se presentaba ante ellos. Casiopea posó la palma de su mano y le dio un empujón, la puerta se abrió y Salvador dio unos pasos. Los dos miraban asombrados.
—Increíble ¿A dónde dará?
—Esto es un portal, vamos.
—No, pero ¿Y si mamá llega y no nos encuentra?
—Es ahora o nunca, tenemos que ir. –Los dos se encontraban de cara a un largo e inmaculado pasillo con varias puertas, dieron un paso e ingresaron en él, al mirar hacia atrás la cosa se había puesto más rara, donde debería estar la puerta solo había una pared con un gran espejo y ellos estaban secos
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