2. Enviado a los pobres. Este es el espíritu de Don Orione cuando, a inicios de 1937, aceptó la misión en el Chaco, como coronación de su impulso evangelizador: “ Pusimos pie en el Chaco, por la insistencia de los dos Obispos y la Nunciatura, y por la necesidad de esas almas. Acepté… cuando todos habían rechazado... Creo que los otros no aceptaron por el calor insoportable y la enorme pobreza; pero nosotros queremos ser pobres y para los pobres... Pensé en todas aquellas almas y en Jesucristo; y lo que mi madre decía que a falta de caballos, trotan los asnos, y nosotros somos precisamente los pequeños asnos de la Providencia o, al menos, deseamos serlo… Pediría ir al Chaco para morir allí, para consumirme y vivir como un verdadero misionero...”.
Para una Iglesia que busca vivir el espíritu de las bienaventuranzas, la presencia de la Obra de Don Orione aparece también hoy como el signo providencial de un carisma destinado a todos. Durante el viaje por barco hacia Chaco y Corrientes (Itatí) escribe: “ Esta obra es tan querida al Señor que parecería ser la Obra de su Corazón; ella vive en el nombre y en el espíritu y la Fe en la Divina Providencia: el Señor no me ha mandado a los ricos sino a los pobres, a los más pobres, y al pueblo ” (24.06.1937).
La luz de este carisma alienta a nuestra Iglesia a encarnar “ el sentido social de la existencia, la dimensión fraterna de la espiritualidad, la convicción sobre la inalienable dignidad de cada persona y las motivaciones para amar y acoger a todos ”, como expresa el Papa Francisco ( Fratelli tutti , 86). Porque “ La inclusión o la exclusión de la persona que sufre al costado del camino define todos los proyectos económicos, políticos, sociales y religiosos ” (ib., 69).
3. Para tiempos nuevos. De estas páginas recogemos el compromiso para trabajar con valentía creativa por la Iglesia, por la patria y por la sociedad: “ ¿Son tiempos nuevos? Fuera los temores y las vacilaciones: marchemos a la conquista de los tiempos con ardiente e intenso espíritu de apostolado, y de sana e inteligente modernidad. Lancémonos a nuevas formas, a los nuevos métodos de acción religiosa y social, bajo la guía de los Obispos, firmes en la fe, pero con amplitud de criterios y de espíritu. Nada de espíritus tristes o cerrados: siempre con el corazón abierto, en espíritu de humildad, de bondad, de alegría. Hay que rezar, estudiar, avanzar. No nos fosilicemos. Los pueblos avanzan: avancemos también nosotros, con la mirada en lo alto, en Dios, con la Iglesia, empujando y no a la rastra” (“¡Trabajar! Sembrar…”; 1934).
Mezclados con la realidad presente estamos desafiados a vivir por el Reino de Dios en la Iglesia de Cristo. Ni arrogantes, ni miedosos, con parresía y entrega generosa, con despojo de sí que se apoya en la confianza de la fe: “ ¡De la fe, nace la vida! ¡No avanzar, es retroceder! ”. Así el santo aconsejaba a sus seguidores. Y estas exhortaciones renovarán, en el oyente o lector, el desafío presente de vivir por la fraternidad y la amistad social que “ nos invita a que resurja nuestra vocación de ciudadanos del propio país y del mundo entero, constructores de un nuevo vínculo social ” ( Fratelli tutti , 66).
* * *
Nuestra memoria agradecida se hace comunión con la vida y el mensaje de Don Orione. En este caminar eclesial, recogemos de su inmenso amor a la Virgen, un fragmento de la invocación a María, que nos ayuda a servir a su Hijo, presente en los miembros de su Cuerpo, que es la Iglesia:
“Llévame, Virgen bendita ,
a las muchedumbres de las plazas y caminos;
empújame a abrazar huérfanos y pobres,
a los miembros abandonados, dispersos,
sufrientes, del Cuerpo de Cristo,
tesoros de la Iglesia de Dios”
(abril de 1933: Oración a María, fragmento).
+ Mons. Ramón Alfredo Dus
Arzobispo de Resistencia, Chaco.
Argentina
Resistencia (Chaco), 16 de mayo de 2021 Solemnidad de San Luis Orione
PRÓLOGO a la primera edición
He tenido la gracia de conocer personalmente, siendo yo seminarista en La Plata, a Don Orione. “ Ese sí que es un santo de verdad ”, nos lo presentó el arzobispo Mons. Francisco Alberti, de indudable fama de santidad. Nos hizo besar las manos de ese sacerdote humilde, pequeño, con los ojos bajos. No puedo olvidar su figura y la irradiación serena de su presencia. Los santos contagian santidad e invitan a vivir con humildad. Pero el encuentro con un santo no queda en un momento. Se ahonda y se prolonga. Yo no puedo olvidar aquella mañana fría de agosto (era la fiesta del Santo Cura de Ars), la irradiación del encuentro de dos santos: monseñor Alberti, a quien yo debía espiritualmente la vida y el sacerdocio, y Don Orione, a quien veía por primera vez en su pequeñez de hombre grande. Mi vida y mi ministerio han tenido mucho que ver con la vida y la obra (con la pequeñez y la humildad) de Don Orione.
El encuentro con los santos toca profundamente las almas y las cambia. No es únicamente una presencia pasajera; queda grabada en el alma como una irresistible atracción a la santidad. Yo la encuentro ahora en estas “bellas páginas” que se ofrecen como un don de Dios a las almas sencillas. Harán un bien inmenso a los sacerdotes y religiosos, a los pobres y profesionales, a los que gozan y buscan. En un mundo como el nuestro ‒cargado de dolor y de angustias‒ ¡qué bien nos hacen estas “bellas páginas” que nos hablan de la Divina Providencia, nos invitan a la caridad y nos abren el corazón a la esperanza! ¡Cómo quisiera que las leyeran, con sencillez de pobres, todos los que buscan la paz y la alegría, la seguridad y la fortaleza, la serenidad y la confianza! Que las leyeran sin prisa y sin temor los que buscan la fecundidad de la esperanza y la fortaleza de la caridad.
Nos hace bien leer y releer la Divina Providencia, la confianza en el amor del Padre, la realidad sorprendente de Dios-Madre, en la bondad y el amor de un Dios que habita en nosotros, nos hace fuertes y felices. Y cuánto bien nos hace sentir la presencia materna de la Virgen. Siento la fuerza de la invitación de Don Orione: “ Ave María y adelante! ”. Quisiera que estas “bellas páginas” que nos ha regalado Dios, por intermedio del beato Don Orione, nos ayudaran a recrear el mundo, a las puertas del Tercer Milenio. Que nos ayudaran a vivir en la bondad y en la sencillez, en la caridad heroica y cotidiana, en la confianza filial, en la entrega gozosa a la Divina Providencia. Que nos abrieran el corazón al amor profundo y sencillo a la Virgen, que nos entregaran gozosamente a su amor de madre y que nos enseñaran a vivir como Ella en la humildad y en el amor a los pobres.
Vuelvo a insistir que estas “bellas páginas” de Don Orione nos harán muchísimo bien y nos abrirán senderos de santidad. Nos darán paz y alegría. Pondrán en nuestro corazón bondad y confianza, amor a la Divina Providencia, caridad a los más necesitados y profundidad de amor a Dios Padre y a María Santísima, nuestra Madre. Acogemos estas “bellas páginas” de Don Orione con amor y gratitud y auguramos para todos un aumento de alegría, de paz y de esperanza.
Eduardo F. Card. Pironio
Roma, 10 de noviembre de 1997
Publicado en la revista “L’Opera della DivinaProvvidenza (04.09.1898)”; en este escrito de juventud -tenía 26 años- Don Orione se refiere con entusiasmo al anuncio de la verdad cristiana y al testimonio de la caridad.
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