Pérez López pone de manifiesto que la ética se basa en la realidad misma de la decisión y no en principios racionales abstractos, utilizados en las teorías éticas, ni en determinados resultados extrínsecos. Si crecen la racionalidad −querer− y la voluntad, −hacer−, en un plan de acción consistente, crece al mismo tiempo el afecto por el otro en el mismo acto −sentir−. Un directivo sólo puede captar lo que una persona hace por él –lo que cuesta la acción– en la medida en que él ha sido capaz de hacerlo por esa u otra persona. Esto supone entrar en el círculo de la afectividad y de la gratuidad de las acciones, en lugar de quedarse encerrado en el juego de los intereses oportunistas.
Frente a la racionalidad completa del modelo de Pérez López, para otras teorías el uso de la racionalidad es instrumental: el racionalismo ignora las realidades afectivas en el ser humano; el voluntarismo anula e impide la unidad de la persona, al concebir la libertad como independencia incapaz de compromiso; y el sentimentalismo sustituye el valor por el sentimiento o la respuesta afectiva, considerando la acción humana como un simple producto de impulsos sentimentales[6]. Pérez López insistía en que lo peor que le puede pasar a una persona es que se adentre en una línea experimental que le produzca satisfacciones –adicciones–, que a su vez le deterioran –aíslan–. Cuando se busca la eficacia oportunista o la eficiencia sin consistencia, se inicia un aprendizaje evaluativo negativo, fruto de una motivación espontánea –por motivo extrínseco o intrínseco–.
Por el contrario, el aprendizaje evaluativo positivo surge en la medida en que somos capaces de conocer las necesidades de otros y de tenerlas en cuenta al decidir. De ahí que Pérez López constantemente hable de la importancia de cómo tomamos las decisiones, no sólo de los resultados obtenidos, ya que el aprendizaje motivacional/evaluativo se produce a lo largo de toda la vida.
Nada es tan elocuente como ver surgir la verdad en alguien que la personaliza. En el lenguaje coloquial decimos de una persona que es buena si se preocupa de los demás y que es egoísta cuando va a lo suyo. Como veíamos al principio, el egoísmo es corrosivo para la vida social, como cuando el empresario que sólo busca el beneficio económico; el político que sólo busca el poder; el científico que sólo busca superar retos o la reputación...
Pérez López pone énfasis en mostrar la diferencia que hay entre motivos (fines, valores, bienes) y motivaciones (valoraciones), y entendemos la finalidad de esta distinción de la siguiente manera: los valores están en la realidad, que es valiosa, y, en la medida en que la poseo, gozo de la satisfacción de dicho valor; las valoraciones, en cambio, están dentro de cada sujeto, y cambian como consecuencia del aprendizaje adquirido. No desarrollar el conocimiento evaluativo significa, en la práctica, incapacitarnos para ver el daño que nos causamos y que causamos con nuestra forma de actuar e inhabilitarnos para mantener futuras relaciones de calidad.
El tratamiento unificado de la decisión nos abre una vía para abordar un modo de hacer ciencia que integra criterios de racionalidad ética, de racionalidad psicosociológica y de racionalidad económica, pues el ser humano no tiene una acción para ser bueno, otra para desarrollar sus capacidades cognoscitivas y operativas, y otra para ganar dinero. Pérez López integró la antropología en la toma de decisiones y demostró que es así cómo se consiguen los resultados técnicos, científicos o económicos.
El propósito de la edición digital del libro Fundamentos de la Dirección de Empresas es abrir nuevos campos para la investigación y resolución de problemas, especialmente en las empresas, donde con mayor facilidad pueden observarse las relaciones entre la eficacia, la eficiencia y la consistencia, y por tratarse de la institución con mayor impacto en la vida diaria de las personas. Durante muchos años, este libro y las teorías de Pérez López han sido fuente de inspiración y motor para muchos. Si nos referimos sólo al IESE Business School, ha sido prolija la investigación basada en sus teorías de colegas como Antonio Argandoña, Josep Rosanas y Miguel Ángel Ariño, entre otros; sin contar con los innumerables antiguos alumnos que han enriquecido su labor directiva tras conocer sus teorías con la lectura de este libro, de sus notas técnicas y de su aplicación en la discusión de casos. Ahora te toca a ti, lector, adentrarte en la lectura del libro y hacer rendir el tesoro que Pérez López ha puesto en nuestras manos.
[1]Prólogo de la edición digital del libro de J. A. Pérez López, Fundamentos de la dirección de empresas, Rialp 2014.
[2]Libro póstumo de J. A. Pérez López (1998), Liderazgo y ética en la dirección de empresas. La nueva empresa del siglo XXI, Deusto, Bilbao.
[3] En oposición a los otros modos de influir en los demás: la coacción o la manipulación.
[4]El error de derivar el relativismo moral a partir del relativismo sociológico, o deducir lo que es bueno o malo a partir de las costumbres o modos de vida mayoritariamente aceptados en un pueblo o época determinados, es considerar que, si P es condición suficiente de Q, es también condición necesaria. Por ejemplo: «“Llueve: el suelo está mojado” (no se puede inferir que el suelo está mojado porque llueve); “El coche no tiene gasolina: no anda” (no se puede inferir que no anda porque no tiene gasolina)». En esta idea se encuentran bloqueados los pensadores del paradigma psicosociológico.
[5]Nuestra libertad no es independiente: puedo elegir el principio del camino, pero no sus consecuencias; si elijo un fin, he de seguir el camino que me lleva a él. Estamos condicionados por nuestra propia naturaleza y el aprendizaje que vamos adquiriendo, ya sea positivo o negativo.
[6]Para mayor profundización en el tema, véase M. López-Jurado (2010), La decisión correcta, Desclée De Brouwer, Bilbao.
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