De acuerdo con Hall, es a través del significado que damos a las representaciones como podemos entender el funcionamiento de la cultura. Como comunidad damos sentido a ciertos elementos que expresan o comunican ideas, conceptos o sentimientos. Estos elementos son parte de nuestro mundo material y natural, pero su importancia reside en que logran significar, es decir, ser vehículos o medios por los cuales el significado puede operar como símbolos o signos. «Sin estos sistemas de ‘significación’, no podríamos comprender otras identidades (o de hecho rechazarlas) y consecuentemente no podríamos construir o mantener aquella ‘vida común’ la cual llamamos cultura» ( Hall, 1997, p. 5).
Los elementos propuestos por Stuart Hall constituirán la base de nuevas formas de comprender las interacciones sociales y las comunidades que se derivan de dichos intercambios simbólicos. En este sentido, una de las propuestas que ha venido tomando mayor relevancia es la relacionada con la comprensión hermenéutica a través de la materialidad que genera la cultura. La sociología cultural propuesta por Alexander y Reed (2009) evidencia que más allá de las interacciones entre los individuos y entre estos y el mundo social que los rodea, es necesario establecer el concepto de cultura como articulador de las relaciones intersubjetivas. En este sentido, la propuesta de estos autores busca analizar cómo gran parte de las transformaciones sociales tiene un origen cultural más que estructural.
Esta visión de la sociología cultural se caracteriza por tener lo que se ha denominado un ‘programa fuerte’ que implica un análisis interpretativo de las variables que dan forma a un fenómeno social como la entronización de un ícono o la construcción de un trauma. Para construir estas teorías, el autor ha propuesto diversas categorías que le han permitido establecer los vínculos entre los agentes, los escenarios, las audiencias y los medios de producción simbólica que intervienen en la construcción de dichas narrativas, prácticas y representaciones en la vida cotidiana de las sociedades. Uno de los aspectos más destacados de esta metodología de investigación y análisis en los estudios sociológicos es la mirada interdisciplinar que posibilita sobre los grupos sociales y las formas en que han construido sus imaginarios a partir de sus vínculos intersubjetivos.
Las políticas de la cultura
Las políticas de desarrollo cultural en el mundo, además de planificar el rumbo de las industrias culturales en diferentes latitudes del hemisferio han tendido a establecer marcos regulatorios para su investigación, promoción y proyección. De igual manera, las políticas culturales buscan que la cultura de cada nación sea un eje fundamental de su desarrollo y conduzca a su protección patrimonial incentivada tanto desde el sector público como privado. Los lineamientos y parámetros que han sido elaborados en las naciones que han acogido la implementación de políticas culturales para sus territorios, buscan incentivar la protección de la diversidad cultural, la promoción de la identidad cultural, el fomento de la creatividad e incentivar la participación ciudadana.
En búsqueda de establecer un concepto homogéneo en torno del cual las políticas culturales sean ejecutables, entidades como la Unesco han establecido su propia definición de cultura vinculada a las políticas públicas de las naciones:
La cultura puede considerarse actualmente como el conjunto de los rasgos distintivos, espirituales y materiales, intelectuales y afectivos que caracterizan a una sociedad o un grupo social. Ella engloba, además de las artes y las letras, los modos de vida, los derechos fundamentales al ser humano, los sistemas de valores, las tradiciones y las creencias. (Unesco, 2002)
Este concepto que tiene claramente una visión pragmática de la cultura y de sus manifestaciones materiales e inmateriales busca que las instituciones, especialmente públicas, conlleven al establecimiento de canales de negociación e interlocución con los gestores culturales. A partir de estos acuerdos es posible promover la participación de las entidades públicas, privadas y de la población civil para definir las acciones a emprender dentro de los planes de desarrollo cultural.
En este mismo sentido, el Estado colombiano creó en 1997 la Ley General de Cultura y en el año 2008 la modificó a través de nuevas disposiciones descritas en la Ley 1185. La definición de cultura proporcionada en el primer artículo del documento es «el conjunto de rasgos distintivos, espirituales, materiales, intelectuales y emocionales que caracterizan a los grupos humanos y que comprende, más allá de las artes y las letras, modos de vida, derechos humanos, sistemas de valores, tradiciones y creencias» (Ley 1185, párr. 1). La variación con respecto al concepto de cultura de la Unesco es mínima y demuestra la alineación de las naciones en torno a las políticas que se buscan establecer en el entorno global. Uno de los propósitos de mayor importancia en relación con esta normatividad es precisar los procedimientos a través de los cuales se llevarán a cabo la gestión de la cultura y prever los inconvenientes derivados de la aplicación de la normatividad. Otros aspectos fundamentales derivados de estas reglamentaciones están vinculados con los procesos de patrimonialización material e inmaterial de bienes culturales de la humanidad. Si bien este aspecto es clave para el desarrollo identitario de las naciones, también tiene visos políticos y económicos que facilitarán la posterior protección de recursos que sean considerados fundamentales para la sobrevivencia de la población mundial.
La presentación de las diferentes perspectivas del concepto de cultura permite ver tanto el esfuerzo por aproximarse a este desde las diferentes áreas de conocimiento, como la dificultad para asirlo en estudios multidisciplinares. Las convergencias y divergencias frente a las categorías con que es abordado el concepto de cultura generan reflexiones valiosas acerca de su lugar en las fronteras disciplinares. Esta insalvable ubicación en las márgenes de conocimientos variados propone el reto de crear nuevos estudios que apunten al diálogo de saberes e investigaciones inter y transdisciplinares en las cuales se combinen metodologías y andamiajes conceptuales en torno a un mismo objeto de estudio. Por último, vale la pena recalcar que el dinamismo del concepto de cultura obedece, al mismo tiempo, a que las prácticas, las representaciones y los discursos que se originan en el mundo de la vida de los grupos sociales, se transforman con un ritmo similar.
Alexander, J. C. y Reed, I. (2009). Cultural sociology. The New Blackwell Companion to Social Theory, (pp. 378-390).
Boas, F. (1990). Cuestiones fundamentales de antropología cultural. Bogotá: Círculo de lectores.
Clifford, J. (1991). Introducción: verdades parciales. Retóricas de la antropología , (pp. 25-60).
Elias, N. (2015). El proceso de la civilización: investigaciones sociogenéticas y psicogenéticas. México: Fondo de cultura económica.
Feyerabend, P. (1996). Matando el tiempo. Madrid: Debate.
Feyerabend, P. K. (2001). Contra la inefabilidad cultural, el objetivismo, el relativismo y otras quimeras. Archipiélago. Cuadernos de crítica de la cultura , (20), 45-52.
Fornet-Betancourt, R. (1994). Hacia una filosofía intercultural latinoamericana. Costa Rica: DEI.
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