Mario Spin
Tu nombre
me inspira
Antología de cuentos titulados con
nombres de mujer.
Tu nombre me inspira
Primera edición: Julio 2021
©De esta edición, Luna Nueva Ediciones. S.L
© Del texto 2020, Mario Espín
©Edición: Genessis García
©Maquetación: Gabriel Solorzano
©Diseño de portada: Daniel Espín
©Ilustración pagina 15: Josselyn Navarro ( @jndraw26)
©Ilustración pagina 99: Sara Espín ( @s.arae)
©Ilustración pagina 107: Richard Morán ( @richardmoran01)
©Ilustración pagina 143: Daniel Espín ( @deg_ilustrador)
©Ilustración pagina 201: Sara Macías Chonlong ( @smch_draw)
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Luna Nueva Ediciones.
Guayas, Durán MZ G2 SL.13
ISBN: 978-9942-8853-9-5
ISBN digital: 978-9932-8854-8-0
¿Sabes? Escribí una historia que lleva de título tu nombre.
El dilema ahora es:
¿De quién será el crédito?
¿Mío?, por escribirlo. ¿O tuyo?, por inspirarlo.
Recomendaciones del autor
Antes de leer cada cuento, piensa en el Nombre, ¿qué te inspira? ¿De qué crees qué trata? ¿Sobre una mujer? ¿Un color? ¿Una ciudad? ¿Un elemento de la naturaleza? ¿O qué te indica tu imaginación?
Entonces empieza a leer, y descubre que tan cerca o lejos, estuviste de acertar.
Primer cuento
Hasta que la última hoja del árbol caiga
Siempre lo veía cuando pasaba por esa esquina. Era un muchacho de cabello negro, con una mirada penetrante. Sus manos parecían no tener vida y él era prácticamente un solitario.
Los primeros días cuando nos mudamos a ese barrio, me daba miedo mirarlo. Por la expresión de su cara, él parecía saber todo de mí. Además siempre estaba sentado detrás de aquella ventana color gris oscuro.
Una noche me quedé a observarlo desde mi casa, con la ayuda de un telescopio. No recuerdo haberlo visto mover los labios. Solo un mayordomo le traía lo que él quería. Se comunicaban a través de algo parecido a una computadora.
Este muchacho esperaba algo o a alguien. Una tarde me di cuenta de lo que anhelaba. Quería que caiga la última hoja de un árbol enorme, pero: ¿para qué?, era mi pregunta.
Pasaron semanas, el otoño ya se terminaba, y aún quedaba follaje. Hasta que en la última noche de la estación, cayó la esperada hoja. Entonces el joven falleció.
Soñé con su muerte durante meses. Luego decidí platicarles a mis padres. Ellos me contaron que ese niño era paralítico y como no tenía padres, prefirió esperar hasta que la última hoja del árbol caiga, para tener el descanso eterno.
Mario Spin, 12 años (2002)
Alisson
w x y z A b c d e
Después de 6 años volví a casa. Había logrado lo que parecía imposible: graduarme en una prestigiosa Universidad extranjera, en la carrera de mis sueños. En el aeropuerto me recibieron como héroe. Y en casa, mis familiares me organizaron una pequeña reunión. Fue realmente reconfortante. Sentir que había alcanzado la cima.
Nos tomamos fotos para conmemorar el momento. E inevitablemente terminaron en las redes sociales. En poco tiempo, la mayoría de conocidos se enteraron: había vuelto y triunfante. Inmediatamente la gente escribió para felicitarme.
Algunos me invitaron a salir o reunirnos a platicar, sea por genuino interés o simplemente por el chisme. No confirmé nada a nadie, solo les dije que eventualmente nos podríamos juntar. Y entre tantos mensajes, solo uno me llamó la atención: el mensaje de Alisson.
Alisson era una amiga de muchos años, de quien yo estaba perdidamente enamorado. Nunca le dije lo que sentía, por miedo al rechazo. Mi temor era que se alejara de mí. Yo era consciente que sus gestos eran amables. No estaba mal interpretando su amistad. Simplemente era inevitable sentir cosas por ella. Alisson realmente me encantaba. Ella me ponía nervioso, y al mismo tiempo, me sentía tan cómodo estando a su lado.
La última vez que nos vimos, fuimos a un supermercado. Compramos refrigerios. Al pasar por una repisa, vio un vino llamado “Alisson”, igual que ella. Entonces asumió que “el destino quería que brindemos”. Cada uno compró una botella y nos fuimos a mi casa. Estuvimos comiendo todas las frituras. Antes de abrir las botellas, recordé: el vino mientras más añejo, sabe mejor. Así que le propuse:
—¿Te parece si guardamos este botella y la bebemos cuando regrese, para celebrar?
Ella aceptó de inmediato. Buscó unos papelitos adhesivos y una lapicera de su cartera. Me dijo que lo anotara. Lo hice y pegué la nota con el motivo escrito, junto al envase de mi botella.
Tomé el sacacorchos, dispuesto a destapar la restante, pero ella lo impidió.
—Tú ya escogiste cuando beberemos tu botella. Me toca elegir una ocasión, para abrir la mía —me dijo.
Se quedó pensativa un instante, luego su rostro se iluminó y comenzó a escribir. Pegó el papelito en el envase y no me lo mostró. Yo había asumido que beberíamos al menos un vino esa noche. Ella mantuvo su decisión: no me mostraría la nota, ni me diría el motivo. ¿Cómo se supone que yo iba a adivinar?
Ella me aseguró.
—Cuando sea el momento indicado, beberemos juntos.
Tal vez pasarían muchos años para entonces. Pero esa era la ventaja del vino: mejoraba con el tiempo. Yo acepté sus condiciones, porque era muy difícil para mí decirle que no. Ella guardó su botella en la cartera, y yo puse la mía en el ropero, esperando la ocasión prometida.
Aquella, fue la última vez que nos vimos. Ella tenía un trabajo de medio tiempo, y no asistió a mi despedida en el aeropuerto. Yo no podía reprocharle nada. Había sido maravillosa conmigo todo este tiempo. Una vez en el extranjero, Alisson y yo nos escribíamos con frecuencia. A veces hacíamos una videollamada y conversábamos hasta la madrugada.
—¿Cómo estás? ¿Ya comiste? ¿Estás aprendiendo? ¿Tienes amigos nuevos? ¿Qué has hecho? ¿Has visitado lugares turísticos?
Eran varias de las cosas que ella me preguntaba, y yo tenía tanto que contarle. Y así fueron los primeros meses.
Con el tiempo, la frecuencia fue disminuyendo. Sea porque ella estaba ocupada, o porque yo tenía que entregar algún proyecto o estudiar para un examen. No era culpa de nadie, son cosas que pasan. Uno no siempre puede estar disponible para quienes les importa, porque las responsabilidades se interponen.
A finales del segundo año pasó lo inevitable. Ella cambió la foto de perfil de su teléfono. Aquella donde se veía con su hermosa sonrisa y su sombrero, con la playa de fondo. La reemplazó por una, donde estaba abrazada con un tipo. Alisson no era una persona de poner fotos con “cualquiera”. Supe que él representaba algo para ella. Semanas después lo oficializaron: estaban saliendo.
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