Pedro J. Sáez - Emboscada en Dallas

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Emboscada en Dallas: краткое содержание, описание и аннотация

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Emboscada en Dallas se puede clasificar dentro del subgénero de la novela histórica, que en ocasiones se acerca al género ensayístico. Su narrativa dibuja los sentimientos y emociones de los personajes de la época. No solo se limita a relatar los sucesos, sino que va más allá al describir un enjambre de intrigas, donde la emboscada referida es solo un asunto más dentro de la compleja etapa de lo que se ha venido a llamarse «Guerra Fría», conflicto en el que el asesinato del presidente Kennedy juega un papel importante.
La teoría del autor se basa en la mucha documentación cotejada y analizada de diversas fuentes escritas y documentales publicados hasta el momento, donde personajes famosos, muchos, fueron jueces, y otros tantos, parte de unos hechos que cambiaron el curso de la historia. En ese juego de la «Seguridad Nacional», muchos testigos perdieron la vida por el único error de saber demasiado o estar en un lugar equivocado.

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—Dígame —contestaron al otro lado.

—¿El señor Jalo?

—¿Quién le llama?

—Un amigo de Scott.

—Jalo murió hace diez meses. Soy su hija.

Me quedé sin habla por unos momentos, pero cuando iba a colgar escuché:

—¿Necesita ayuda?

—Sí, pero tengo que hablar personalmente.

—El lunes próximo a las 10:00 horas. ¿Le parece bien?

—OK.

—Ya conoce el lugar. Esté de pie, leyendo el periódico Helsingin Sanomat de ese día.

—Gracias.

Casi no me dio tiempo de escuchar lo último que dijo, porque colgó muy rápido. Desde el mismo aeropuerto compré un billete para Helsinki con escala en Londres para el jueves 18 de diciembre de ese año. La vuelta, una semana después. Ocupé esos cuatro días de espera hasta coger el vuelo en repasar las pertenencias que tenía que destruir, recopilar y guardar, sobre todo los archivos de Nueva Orleans, que tenía con documentos de Dorothy. Di órdenes a mi amigo James Alcock para que empaquetase todo lo suyo y de Dorothy. Luego escribí una carta a mi socio Ed Mantle, para entregársela cuando llegara el momento con todo tipo de explicaciones y favores. Llegado el jueves, tomé el vuelo a las 19:30 con la Pan Am y llegué a Helsinki un día después a las 14:10 hora local. Me hospedé en el mismo lugar que la primera vez que visité la ciudad, en el Radisson Blu Plaza Hotel. De eso hacía ya algunos años. El lunes 22 compré el periódico indicado y me dirigí al lugar de la cita. No había cambiado en nada la ciudad; la encontré tal como la dejé, con ese manto blanco que al pisar escuchas el ruido de la nieve aprisionada bajo tus pies, incitando a pasear por el mero placer de sentir la naturaleza fría y helada en tu rostro. Fui dando un pequeño rodeo hasta llegar al lugar de encuentro: la fuente Havis Amanda. No llevaba ni un minuto con el periódico abierto, como leyendo, cuando escuché mi nombre.

—¿Señor Sullivan?

Plegué el periódico y presté atención a la persona que tenía enfrente. Era un rostro como de un ángel, pelo rubio y ojos claros.

—¡El mismo! —contesté.

—Paseemos, por favor. ¿En qué podemos ayudarle?

Le expliqué brevemente el problema que tenía y que, según mi criterio, podría ser el más difícil de resolver conforme pasara el tiempo, atendiendo a lo que le había avisado al señor Scott. La joven me escuchó sin interrumpirme. Luego comenzó a ofrecerme ciertas sugerencias y ruegos a los que no tuve nada que objetar.

—El primer problema que tenemos es el idioma, aunque eso se puede salvar. Esto es lo que haremos.Antes de volver a casa le daré una dirección de uno de nuestros hombres en Nueva York; con él aprenderá finés, y le pido que se aplique y haga el máximo esfuerzo por aprenderlo; de ello depende su vida. Será con él, solamente, con quien tratará este asunto. Una pregunta: ¿de cuánto dinero estamos hablando que debe sacar?

—Lo tengo en efectivo en una caja de seguridad. Cerca de 300000 dólares.

—Eso es mucho.

—Son los ahorros por los esfuerzos de mi trabajo.

—No digo que no se los merezca. Lo comentaba por cómo pasarlo sin levantar sospecha.

Hubo unos minutos de silencio.

—¿Se fía de nosotros, señor Sullivan?

—Por eso estoy aquí.

—¡Bien! Cada vez que tenga un encuentro con nuestro hombre, usted le entregará 25000 dólares en un paquete bien cerrado. Buscaremos una nueva identidad y abriremos con ese nombre una cuenta en el Banco de Finlandia, donde iremos depositando cada uno de los importes que recibamos.Así, solo usted los podrá retirar cuando ya sea ciudadano finlandés. Cuídese de tener suficiente efectivo para poder moverse hasta entonces.

—¿Cuándo prevén que esto ocurra? —pregunté.

—Dentro de un año, a no ser que todo se precipite; en ese caso, ya resolveremos.

—De acuerdo.

—Ahora está la otra cuestión, la más importante: por precaución, necesitaría un lugar en Finlandia, una casa aislada, cerca de la frontera rusa. Cuando pase un cierto tiempo, podríamos buscar residencia en Helsinki u otro lugar. ¿Qué le parece?

—Lo que usted diga, señorita.

—Llámeme Inkeri. Piense en su alias, que utilizaremos a partir de mañana.

—¿Por qué mañana?

—Mañana nos trasladaremos a Karelia y buscaremos una casa que se acomode a sus preferencias. Le recogeré a las 11:00 horas, estaremos unos tres días ocupados. Así conocerá mejor el país que le va a acoger. ¿Está casado?

—No. Estoy solo. No llevo ninguna mochila.

—Eso lo hace todo más fácil. ¡Que descanse!

Aquella preciosa mujer se marchó alejándose con paso ligero, dejándome con un montón de preguntas y dudas que tenía en mente. Segundos después, volví al hotel. Haber escuchado ese plan con tanta seguridad me tranquilizó, aunque, por otra parte, no dejaba de pensar en los paquetes que debía entregar al profesor de finés.

—¿Qué otra solución tienes, Stowe? —me pregunté.

Al día siguiente Inkeri me recogió con su coche.

—¿Está preparado?

—Lo estoy.

—Nos esperan en un lugar que creemos que reúne todas las condiciones que buscamos. Si no es así, subiremos hasta Joensuu, e incluso hasta Kajaani. No hay prisa ni tenemos que precipitarnos, máxime cuando el lugar que elija podría ser para el resto de su vida. ¿Le parece bien?

—OK.

—¿Ha pensado su apodo?

—¿Sibelius?

—Simple pero bonito. Me gusta —afirmó Inkeri.

—¿Lo cree acertado?

—Es acertado. Hasta que tenga su carta de ciudadano finés, solo utilizaremos este nombre.

—OK.

—Mi primer consejo es que evite pronunciar «OK», eso delata mucho. Intente decir una expresión más nuestra como «mukaan», que es como decir «conforme», pero sin abusar.

—OK. Perdón, mukaan.

Después de un momento en silencio, Sibelius inició una conversación.

—Siento lo de su padre.

—Sí, ha sido un duro golpe. Todos sentimos su pérdida, pero la vida continúa. Y esto que estamos haciendo por usted es lo que él hubiera hecho para ayudarle.

—¿Sigue con actividad su red?

—Prácticamente está dormida. Nos activamos según sea la importancia de la persona.

—No creía que fuese tan importante.

—Usted no, esto se hace por el señor Scott.

Después de bastante tiempo en silencio y recorridos unos cien kilómetros, Inkeri comenzó a hablar en un tono más personal.

—¿Por qué no se ha casado?

—No he tenido mucho éxito con las mujeres.

—¿Por alguna circunstancia especial?

—Quizá sea mi actividad la que no me ha permitido echar raíces, no sé…

—Usted es aún muy joven. Ahora, en su nueva vida, seguro que tendrá la oportunidad que espera.

—La verdad es que no sé si tengo tiempo ya para eso.

—¿Qué edad tiene?

—Cuarenta y cuatro; aunque bien pensado, tal vez puedo tener alguna oportunidad.

—Me parecía más mayor. En cuanto a sus posibilidades de conquistador, creo que las tiene todas, confíe en mí. Bueno, dejemos esta cuestión; ahora escúcheme con atención. A donde vamos nos espera una pareja que nos acompañará; veremos dos lugares muy próximos a la frontera rusa. Ellos serán los que pregunten y serán los interesados en la compra. Usted péguese a mí, y si le gusta algo que veamos, hágamelo saber.

—OK.

—¡Sibelius! Ese OK… —le recriminó.

—¡Perdón!

No tardaron mucho en llegar a Hamina, una ciudad con puerto al Báltico. Inkeri se dirigió al ayuntamiento, en cuya plaza les esperaba una pareja. Hechas las presentaciones, se marcharon a comer. Después reanudaron la marcha hacia Imatra, que estaba en Karelia del Sur. Los nuevos acompañantes, Heikki y Seija, no tuvieron ningún problema de comunicación.Ambos hablaban perfectamente inglés, lo que hizo el resto del viaje mucho más cómodo.

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