Poco a poco, ese personaje se fue transformando en un hombre actual, su rostro fue cambiando y su calavera se convirtió en una esfera terrestre. William Stowe se vio a sí mismo. Podía verse como un espectador más, podía saber lo que estaba pensando y podía ver cómo la decoración cambiaba. Y en esa transformación leyó su pensamiento.
Fue tal la intensidad y el realismo vivido en ese sueño que me incorporé bruscamente sobre la cama.Tuve que levantarme para mojarme la cara y sentir que aún estaba vivo. Luego miré tras la ventana; estaba nevando. ¿Qué otra cosa podría ocurrir en Finlandia en diciembre? La abrí y extendí el brazo, quería sentir cómo los copos de nieve se posaban acariciando mi mano. Luego, sin saber por qué, dije:
—¡No me abandones!
¿A quién iba dirigida esa petición? Ni yo mismo lo sé; quizás a la nueva tierra que me había acogido, a la esperanza de una nueva vida, a la naturaleza que ya me saludaba o al Creador de todo aquello.
A la mañana siguiente, teníamos que ver tres propiedades en venta en Imatra, en la región de Karelia del Sur. Una ciudad tranquila a las puertas de uno de los países más poderosos de la tierra: la Unión Soviética.Vimos las tres. Yo ya lo había decidido, no necesitaba ver más, y así se lo hice saber a los compañeros. El lugar era un terreno de unos 5850 m², con una casa de madera de 110 m² que aún se conservaba bien, situado en la avenida Kuparintie. El precio era asumible, 138325 dólares, de manera que la búsqueda, por lo que a mí respectaba, había acabado aquel mismo día. Así pues, decidimos volver a Helsinki.
Esa misma noche cenamos juntos para celebrarlo y, por supuesto, invité yo. Se habló de todo. Recuerdo que un sentimiento de fidelidad y sinceridad nos envolvió aquella noche; todos confesaron su identidad y su pasado, incluyéndome a mí como por la familia de Jalo. Era Nochebuena y todos los corazones se abrieron.
Cuatro días después, Sassa me explicó su nuevo plan. Era un poco complejo y difícil de ejecutar, pero se jugaba con el factor sorpresa y el de la anticipación, y eso era una gran ventaja. Tuve que cambiar el billete de vuelta y retrasarlo hasta el sábado 3 de enero. Ni que decir tiene que recibí en compañía de la familia de Jalo el nuevo año. Aquel ambiente y atmósfera familiar me insuflaron nueva energía y esperanza por mi nueva vida.
Tal como se había previsto, regresé a casa, a Nueva York. Solo que esa vez, en el pasaje de aquel vuelo iban también, separados de forma deliberada, Heikki y Sassa, los hijos de Jalo.
Y así comenzó el plan de retirada. Lo primero que hice al aterrizar fue llamar al segundo de La Oficina para mantener una entrevista urgente y darle información personalmente, dada la importancia de esta. Quería anticiparme y poner una bomba en la línea de flotación del FBI para que apretase las tuercas a la Agencia Central de Inteligencia.
El miércoles 7 de enero, cuatro días después de su llegada, a las 10:00 horas y con un plan más que premeditado, me entrevisté en Washington con el subdirector del FBI, Clyde Tolson.
—Me alegro de volver a verle, señor Sullivan. ¿Noticias importantes?
—Más que importantes.
—¡Estoy impaciente!
—Todo ha resultado un poco rocambolesco.
—Cuénteme.
______________________
8Déjeme que le ayude.
9Gracias por la ayuda.
10Agradezco mucho (traducido literalmente).
11Richard Nixon.
3. Plan «Sibelius»
Dejando a un lado lo que Stowe le contó a Tolson, sigamos al grupo finlandés y cómo fue ejecutando el plan de huida y la adaptación de aquel a su nueva patria.
Mientras realizaba la reunión con el FBI, los hijos de Jalo mantenían una conversación con Hannes Nieminen, un agente de aduanas que no era otro que su hombre en Nueva York, perteneciente a la red finlandesa, el cuarto hombre que iba a intervenir en el plan «Sibelius».
El tiempo previsto para su total ejecución sería inferior a 60 días. En dicho plan, se utilizarían ocho pasaportes falsos y se llevarían a cabo ciertos viajes para dejar rastros falsos, que hasta al más sabueso dejarían estupefacto. Llegado el momento, todos tomaron sus vuelos en el mismo día y con diferentes destinos, a saber:
William Stowe, con pasaporte a nombre de Pedro Alvarado Aguilar, y Sassa, con pasaporte a nombre de Miska Harmaajärvi, volaron desde el Aeropuerto Internacional de La Guardia hacia Toronto, Canadá. Allí cogieron vuelo a Londres, y desde allí hasta Finlandia; en el caso de Stowe, con un pasaporte diferente a nombre de Aleksi Sibelius Virtanen.
Heikki Smirnov (hermano de Sassa), con pasaporte a nombre de William Stowe, salió delAeropuerto Internacional de Idlewild hacia Río de Janeiro, Brasil. Desde esta ciudad viajaría a Ciudad del Cabo, Sudáfrica, como Kevin Sullivan. Tras una corta estancia, regresaría a Finlandia con el mismo nombre con el que salió de su país, Kustaa Laukkanen.
Hannes Nieminen (el hombre de Nueva York de la red de Jalo) viajó a París, Francia, desde el aeropuerto de La Guardia como Kevin Sullivan. Días después volaría a Ciudad de México como Kallio Mäkinen y regresaría tres días más tarde a Nueva York con pasaporte a su nombre.
Con todo ello se pretendía que, si hubiera algún seguimiento o rastreo a posteriori, se produjera un cruce de nombres diferentes, suficiente como para dudar de cuál era el destino verdadero del nombre a buscar y rastrear, que no era otro que William Stowe, más conocido en las agencias de inteligencia como Kevin Sullivan. Y tendrían que buscarlo en cualquier estado norteamericano, Brasil, Sudáfrica, Francia o quizá México, el país en el que más probabilidad de estar tendría, a vista de los futuros rastreadores, dado que lo conocía y disponía de los contactos suficientes como para moverse fácilmente por todo su territorio.
A primeros de marzo de 1970 todos estaban definitivamente en su lugar de destino, tal como se había previsto. El plan se había ejecutado sin ningún problema, incluso las primeras transferencias habían llegado ya a la cuenta del Banco Central de Helsinki a nombre de su titular, que no era otro que el de Aleksi Sibelius Virtanen, nombre muchas veces reflejado en la solicitud de la ciudadanía finlandesa, lo que implicaba esperar a obtenerla para poder utilizar aquellos recursos.
Sin embargo, no todo había terminado. Con cierta frecuencia recibía pequeños paquetes de la documentación que había guardado en su archivo de Nueva Orleans, tal como le había indicado Stowe a su amigo Jim Alcock meses atrás. De esta manera, en su nuevo hogar, fue repasando día tras día los documentos; clasificaba los importantes, y los que no tenían importancia los quemaba. Desde aquel escondido rincón, olvidado y perdido por el momento de sus amigos y antiguos compañeros, se dispuso a escribir los hechos más importantes de su pasado, incluyendo ciertos aspectos personales, para otorgar, si cabía, más autenticidad a los relatos y vivencias de su pasado. Con ayuda de todas las notas y de aquella selecta fuente, en el verano de ese mismo año comenzó a escribir sus memorias.
El prefacio decía así:
Creo que muchos sucesos, por increíbles que puedan parecer, están sujetos a las voluntades de numerosas personas cuyos intereses pudieran verse afectados o en peligro. No todo es lo que parece, o muchos intentan que parezca, sino que la realidad es más compleja o, por qué no, a veces más sencilla. El hilo de la madeja de la vida está lleno de imperfecciones, de irregularidades que a veces, si estiramos demasiado, acaban por romperse, y nosotros, marionetas del poder, caemos con más frecuencia de lo debiéramos en el vicio de hacer de la mentira una verdad.
El ejemplo que mejor describe lo que en estas líneas acabo de manifestar es el magnicidio del presidente norteamericano John Fitzgerald Kennedy; hay muchos otros, pero este, por su universalidad, es el que tomo como ejemplo.
Читать дальше