Los enjambres digitales no son masas, no tienen características unificadoras; todos son individuos aislados. Las movilizaciones actuales son concentraciones causales de actores sociales, los individuos no desarrollan ningún nosotros, por tal razón no tiene voz, sino una multiplicidad de voces, inclusive apuntando a objetivos distintos, con filtración e inconsistencia en los contenidos. Por eso es percibido como un ruido37.
Han sostiene que los modelos colectivos de estos movimientos son fugaces e inestables, además, actúan de manera carnavalesca, lúdica, pero muy poco vinculante; por tal razón, no desarrollan una energía política38. Las acciones colectivas de los enjambres funcionan más como shitstorms39 o aluviones de críticas insultantes en los que no se cuestionan las relaciones de poder, sino que se recurre al escándalo mediático como mecanismo para ejercer presión.
Estas nuevas formas de movilización son resultantes de dos fuerzas contrapuestas que crea la globalización. Está el orden capitalista de dominación, mejor conocido como imperio global, y la multitud como una composición de singularidades que se comunican entre sí a través de la red. Este postulado es propuesto primeramente por Hardt y Negri con base en el modelo de la lucha de clases40. La clase multitud es la única que tiene la capacidad de realizar acciones en común.
Ahora bien, para Han no es necesario reavivar la lucha de clases para tematizar el antagonismo entre dos fuerzas. De hecho, la multitud es la única clase que existe, a ella pertenecen todos los que hacen parte del sistema capitalista. La creencia de que existe una clase con ínfulas oligárquicas que explota a los demás debe ser estudiada con mayor cuidado; hoy, cada quien se explota a sí mismo. Hoy todos somos explotadores y multitud; por demás, una connotación y dinámica capaz de producir mayor capital que cualquier forma anterior de capitalismo: hoy es posible una explotación sin dominación41. Uno de los principales factores que influyen en esta lógica de autoexplotación y la hace posible, es la transición de seres sociales a sujetos neoliberales en los que el egoísmo y la atomización destruyen cualquier capacidad de pensar en términos de “nosotros”. La erosión de lo comunitario hace cada vez menos probable una acción común, esto explica la continua intención del sistema de finalizar con cualquier representación de lo público –como es la educación superior– bajo la excusa de optimizar y generar rentabilidades.
En el estado social de esta contemporaneidad existe una lógica de autodominación: el máximo aporte de la democracia neoliberal es convertir a cada uno en su propio explotador, pequeños hologramas de capitalistas que buscan generar rentabilidad y capitalizar lo que tienen a mano, en este caso, el sí-mismo. La capitalización del sí-mismo es posible por la educación, esta se convierte en una estrategia de mercadotecnia para autopromocionarse. Los capitales económicos colosales invierten en universidades, programas educativos y cursos de corta y mediana duración como alternativa de “democratizar” el acceso a la capitalización.
Ahora bien, en una sociedad con una creciente desigualdad social es necesario crear alternativas para que las personas que no pueden acceder a la capitalización, puedan hacerlo, no por un espíritu altruista sino por la codicia de capitalizar al máximo, es por ello que aparecen cuotas de endeudamiento flexibles para créditos educativos. La propuesta del sistema capitalista nunca ha sido tan avasalladora como hoy, hasta el punto de generar capital con la idea de futuro; es un capitalismo que está por encima de la misma tensión temporal. Para lograrlo aparecen holdings educativos que venden una educación insuficiente a cuotas, en los que el “cliente” debe cursar para aspirar a un trabajo mal remunerado. Esta educación no concibe ningún tipo de investigación e incrementa la desigualdad educativa.
La desigualdad educativa es el apartheid del siglo XXI, limita la investigación y el desarrollo científico en zonas específicas; desde los países del “primer mundo” se domina no solo la industria, la economía y la geopolítica, sino el conocimiento y los avances tecnológicos. Espacios como Silicon Valley se convierten en la meca de la civilización del siglo XXI, mientras que la investigación en otras latitudes es recortada y condenada a reproducir lo investigado en una ilusión de innovación.
§ Nuevos actores sociales y psicopolítica
Si se habla de una nueva construcción en los movimientos sociales, de una nueva forma de protestas y de organizarse, es posible que también haya una nueva formación de actores sociales. Las innovaciones tecnológicas del siglo XXI modifican al individuo mismo. Vilém Flusser plantea un panorama futurista de los individuos del siglo XXI:
El hombre con sus aparatos digitales vive ya hoy en la “vida sin cosas” de mañana. Es característica de esta nueva vida la atrofia de las manos. Los aparatos digitales hacen que las manos se atrofien. Pero ellos traen también la liberación del peso de la materia. El hombre del futuro ya no necesitará manos. No tendrá que tratar y elaborar porque ya no tendrá que habérselas con cosas materiales, sino solo con informaciones ajenas a la condición de cosas. En el lugar de las manos se introducen los dedos. El nuevo hombre teclea en lugar de actuar. Él solamente querrá jugar y disfrutar. Lo que caracterizará su vida será la musa y no el trabajo. El hombre del futuro no cósico no será un trabajador, un homo faber, sino que será el jugador, el homo ludens42.
Más que una descripción de cómo la cultura de los medios modifica a los seres humanos, el trabajo de Flusser representa toda una radiografía de la generación milénica y sus formas de operar frente a la virtualidad. Al ser humano de Flusser no le interesa actuar, solo quiere jugar y cuando debe hacerlo confunde actuar con teclear. La protesta del siglo XXI tiene doble faceta, por un lado, está la clásica protesta que se toma las calles y muestra la inconformidad con arengas, pancartas y, en algunos casos, enfrentamientos con la fuerza pública. Pero también ejerce presión por medio de iniciativas virtuales como los ataques cibernéticos a páginas gubernamentales ocasionados en la última década y extendidos por todo el mundo. En Colombia estos ataques son visibilizados a partir del año 2011. Actualmente los embates contra el oficialismo no se dan en su mayoría contra instalaciones físicas sino contra portales gubernamentales. Durante el año 2011 es muy común encontrar despliegues en los medios de información en los que se muestra de manera alarmante los ataques a portales institucionales y gubernamentales del Estado colombiano como el Departamento Administrativo de Seguridad (DAS), el Ministerio del Interior o la cuenta en Twitter del presidente Juan Manuel Santos Calderón. Grupos como Anonymous43 con ataques de denegación de servicios (DDoS) saturan los servidores44 y es así como ponen en jaque las instituciones del Estado.
Si el año 2011 se configura como un nodo de protestas y movilizaciones es conveniente preguntarse: ¿de dónde sale tanto malestar? Nuevamente, el filósofo Han reflexiona al respecto en Psicopolítica. El problema radica en la ilusión de libertad en contradicción con ideas que comercializan la ilusión en los sujetos de creerse libres para replantearse y reinventarse permanentemente. Esta libertad da lugar a coacciones45 en una sociedad que flexibiliza los deberes y no considera límites, paradójicamente termina aprisionando al sujeto en una jaula de libertad.
Este hiperbolismo de la libertad convierte a los sujetos neoliberales en empresarios del sí mismo, con una obligación continua a triunfar o por lo menos a sobresalir. Tal imposición lleva a que los individuos sean incapaces de relacionarse con otros individuos empresarios del sí mismo. El aislamiento al que se está sometido por la necesidad de autosuperarse y superar a los demás conduce a una ausencia de amistad o relación alguna. Un contrasentido porque ser libre significa estar con amigos46. En otras palabras, la libertad es una cuestión plenamente relacional. No obstante, la obligación de triunfar y consumir explota incluso el concepto de libertad y a todas aquellas prácticas libres como las emociones, el juego y la comunicación.
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