Gianluigi Pascuale - 365 días con Francisco de Asís
Здесь есть возможность читать онлайн «Gianluigi Pascuale - 365 días con Francisco de Asís» — ознакомительный отрывок электронной книги совершенно бесплатно, а после прочтения отрывка купить полную версию. В некоторых случаях можно слушать аудио, скачать через торрент в формате fb2 и присутствует краткое содержание. Жанр: unrecognised, на испанском языке. Описание произведения, (предисловие) а так же отзывы посетителей доступны на портале библиотеки ЛибКат.
- Название:365 días con Francisco de Asís
- Автор:
- Жанр:
- Год:неизвестен
- ISBN:нет данных
- Рейтинг книги:5 / 5. Голосов: 1
-
Избранное:Добавить в избранное
- Отзывы:
-
Ваша оценка:
- 100
- 1
- 2
- 3
- 4
- 5
365 días con Francisco de Asís: краткое содержание, описание и аннотация
Предлагаем к чтению аннотацию, описание, краткое содержание или предисловие (зависит от того, что написал сам автор книги «365 días con Francisco de Asís»). Если вы не нашли необходимую информацию о книге — напишите в комментариях, мы постараемся отыскать её.
365 días con Francisco de Asís — читать онлайн ознакомительный отрывок
Ниже представлен текст книги, разбитый по страницам. Система сохранения места последней прочитанной страницы, позволяет с удобством читать онлайн бесплатно книгу «365 días con Francisco de Asís», без необходимости каждый раз заново искать на чём Вы остановились. Поставьте закладку, и сможете в любой момент перейти на страницу, на которой закончили чтение.
Интервал:
Закладка:
(Tomás de Celano, Vida primera, I, 6: FF 343-345)
14 de febrero
Cubierto de andrajos el que tiempo atrás vestía de escarlata, marchaba por el bosque cantando en lengua francesa alabanzas al Señor; de improviso caen sobre él unos ladrones. A la pregunta, que le dirigen con aire feroz, inquiriendo quién es, el varón de Dios, seguro de sí mismo, con voz llena les responde: «Soy el pregonero del gran Rey; ¿qué queréis?». Ellos, sin más, le propinaron una buena sacudida y lo arrojaron a un hoyo lleno de mucha nieve, diciéndole: «Descansa, rústico pregonero de Dios». Él, revolviéndose de un lado para otro, sacudiéndose la nieve –ellos se habían marchado–, de un salto se puso fuera del hoyo, y, lleno de gozo, comenzó a proclamar a plena voz, por los bosques, las alabanzas del Creador de todas las cosas.
Así llegó, finalmente, a un monasterio, en el que permaneció varios días, sin más vestido que un tosco blusón, trabajando como mozo de cocina, ansioso de saciar el hambre siquiera con un poco de caldo. Y al no hallar un poco de compasión, y ante la imposibilidad de hacerse, al menos, con un vestido viejo, salió de aquí no movido de resentimiento, sino obligado por la necesidad, y llegó a la ciudad de Gubbio, donde un antiguo amigo le dio una túnica. Como, pasado algún tiempo, se extendiese por todas partes la fama del varón de Dios y se divulgase su nombre por los pueblos, el prior del monasterio, recordando y reconociendo el trato que habían dado al varón de Dios, se llegó a él y le suplicó, en nombre del Salvador, le perdonase a él y a los suyos.
(Tomás de Celano, Vida primera, I, 7: FF 346-347)
15 de febrero
Después, el santo enamorado de la perfecta humildad se fue a donde los leprosos; vivía con ellos y servía a todos por Dios con extremada delicadeza: lavaba sus cuerpos infectados y curaba sus úlceras purulentas, tal y como él mismo refiere en su testamento: «Como estaba en pecado, me parecía muy amargo ver leprosos; pero el Señor me condujo en medio de ellos y practiqué con ellos la misericordia». En efecto, tan repugnante le había sido la visión de los leprosos, como él decía, que en sus años de vanidades, al divisar de lejos, a unas dos millas, sus casetas, se tapaba la nariz con las manos. Sin embargo, una vez que, por gracia y virtud del Altísimo, comenzó a tener santos y provechosos pensamientos, mientras aún permanecía en el siglo, se topó cierto día con un leproso, y, superándose a sí mismo, se llegó a él y le dio un beso. Desde este momento comenzó a tenerse más y más en menos, hasta que, por la misericordia del Redentor, consiguió la total victoria sobre sí mismo.
También favorecía, aun viviendo en el mundo y siguiendo sus máximas, a otros necesitados, alargándoles, a los que nada tenían, su mano generosa, y a los afligidos, el afecto de su corazón. Pero en cierta ocasión le sucedió, contra su modo habitual de ser
–porque era en extremo cortés–, que despidió de malas formas a un pobre que le pedía limosna; enseguida, arrepentido, comenzó a recriminarse dentro de sí, diciendo que negar lo que se pide a quien pide en nombre de tan gran Rey es digno de todo vituperio y de todo deshonor. Entonces tomó la determinación de no negar, en cuanto pudiese, nada a nadie que le pidiese en nombre de Dios. Lo cumplió con toda diligencia, hasta el punto de llegar a darse él mismo todo en cualquier forma, poniendo en práctica, antes de predicarlo, el consejo evangélico que dice: A quien te pida, dale, y a quien te pida un préstamo, no le des la espalda (Mt 5,42).
(Tomás de Celano, Vida primera, I, 7: FF 348-349)
16 de febrero
Francisco, ya cambiado perfectamente en su corazón, y a punto de cambiar también en su cuerpo, anda un día cerca de la iglesia de San Damián, que estaba casi derruida y abandonada de todos. Entra en ella, guiándole el Espíritu, a orar, se postra suplicante y devoto ante el crucifijo, y, visitado con toques no acostumbrados en el alma, se reconoce luego distinto de cuando había entrado. Y en este trance, la imagen de Cristo crucificado –cosa nunca oída (cf Jn 9,32)–, desplegando los labios, habla desde el cuadro a Francisco. Llamándolo por su nombre (cf Is 40,26): «Francisco –le dice–, vete, repara mi casa, que, como ves, se viene del todo al suelo». Presa del miedo, Francisco se pasma y como que pierde el sentido por lo que ha oído. Se apresura a obedecer, se reconcentra todo él en la orden recibida. Pero... nos es mejor callar, pues experimentó tan inefable cambio, que ni él mismo ha acertado a describirlo.
Desde entonces se le clava en el alma santa la compasión por el Crucificado, y, como puede creerse piadosamente, se le imprimen profundamente en el corazón, bien que no todavía en la carne, las venerandas llagas de la pasión.
(Tomás de Celano, Vida segunda, I, 6: FF 593-594)
17 de febrero
¡Cosa admirable e inaudita en nuestros tiempos! ¿Cómo no asombrarse ante esto? ¿Quién ha pensado algo semejante? ¿Quién duda de que Francisco, al volver a la ciudad, apareciera crucificado, si aun antes de haber abandonado del todo el mundo en lo exterior, Cristo le habla desde el leño de la cruz con milagro nuevo, nunca oído? Desde aquella hora desfalleció su alma al oír hablar al Amado (cf Cant 5,4). Poco más tarde, el amor del corazón se puso de manifiesto en las llagas del cuerpo.
Por eso, no puede contener el llanto desde entonces; gime lastimeramente la pasión de Cristo, que casi siempre tiene ante los ojos. Al recordar las llagas de Cristo, llena de lamentos los caminos, no admite consuelo. Se encuentra con un amigo íntimo, que, al conocer la causa del dolor de Francisco, luego rompe a llorar también él amargamente.
Pero no descuida por olvido la santa imagen misma, ni deja, negligente, de cumplir el mandato recibido de ella. Da, desde luego, a cierto sacerdote una suma de dinero con que comprar lámpara y aceite para que ni por un instante falte a la imagen sagrada el honor merecido de la luz. Después, ni corto ni perezoso, se apresura a poner en práctica lo demás, trabajando incansable en reparar la iglesia. Pues, aunque el habla divina se había referido a la Iglesia que había adquirido Cristo con su sangre (cf He 20,28), Francisco, que había de pasar poco a poco de la carne al espíritu, no quiso verse de golpe encumbrado.
(Tomás de Celano, Vida segunda, I, 6: FF 594-595)
18 de febrero
Entretanto, el santo de Dios, cambiado su hábito secular y restaurada la iglesia (de San Damián), marchó a otro lugar próximo a la ciudad de Asís; allí llevó a cabo la reedificación de otra iglesia muy deteriorada y semiderruida; de esta forma continuó en el empeño de sus principios hasta que dio cima a todo.
De allí pasó a otro lugar llamado Porciúncula, donde existía una iglesia dedicada a la bienaventurada Virgen Madre de Dios, construida en tiempos lejanos y ahora abandonada, sin que nadie se cuidara de ella. Al contemplarla el varón de Dios en tal estado, movido a compasión, porque le hervía el corazón en devoción hacia la madre de toda bondad, decidió quedarse allí mismo.
Cuando acabó de reparar dicha iglesia, se encontraba ya en el tercer año de su conversión.
En este período de su vida vestía un hábito como de ermitaño, sujeto con una correa; llevaba un bastón en la mano, y los pies calzados.
Pero cierto día se leía en esta iglesia el evangelio que narra cómo el Señor había enviado a sus discípulos a predicar; presente allí el santo de Dios, no comprendió perfectamente las palabras evangélicas; terminada la misa, pidió humildemente al sacerdote que le explicase el evangelio. Como el sacerdote le fuese explicando todo ordenadamente, al oír Francisco que los discípulos de Cristo no debían poseer ni oro, ni plata, ni dinero; ni llevar para el camino alforja, ni bolsa, ni pan, ni bastón; ni tener calzado, ni dos túnicas, sino predicar el reino de Dios y la penitencia (Mt 10,7-10; Mc 6,8; Lc 9,3), al instante, saltando de gozo, lleno del Espíritu del Señor, exclamó: «Esto es lo que yo quiero, esto es lo que yo busco, esto es lo que en lo más íntimo del corazón anhelo poner en práctica».
Читать дальшеИнтервал:
Закладка:
Похожие книги на «365 días con Francisco de Asís»
Представляем Вашему вниманию похожие книги на «365 días con Francisco de Asís» списком для выбора. Мы отобрали схожую по названию и смыслу литературу в надежде предоставить читателям больше вариантов отыскать новые, интересные, ещё непрочитанные произведения.
Обсуждение, отзывы о книге «365 días con Francisco de Asís» и просто собственные мнения читателей. Оставьте ваши комментарии, напишите, что Вы думаете о произведении, его смысле или главных героях. Укажите что конкретно понравилось, а что нет, и почему Вы так считаете.