Nuestros vecinos decian que éramos buenos, que no les enojábamos, y aquellos viejos y papas avisaron dello al capitan Xicotenga cómo habian dado la comida y las indias, y riñó mucho con ellos, y fueron luego á la cabecera á hacello saber á los caciques viejos; y como supieron que no les haciamos mal ninguno, y aunque pudiéramos matalles aquella noche muchos de sus gentes, y les enviábamos á demandar paces, se holgaron y les mandaron que cada dia nos trujesen todo lo que hubiésemos menester, y tornaron otra vez á mandar á los cuatro principales, que otras veces les encargaron las paces, que luego en aquel instante fuesen á nuestro real y llevasen toda la comida y aparato que les mandaban; y así, nos volvimos luego á nuestro real con el bastimento é indias y muy contentos; é quedarse há aquí, y diré lo que pasó en el real entre tanto que habiamos ido á aquel pueblo.
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CÓMO DESPUES QUE VOLVIMOS CON CORTÉS DE CIMPACINGO, HALLAMOS EN NUESTRO REAL CIERTAS PLÁTICAS, Y LO QUE CORTÉS RESPONDIÓ Á ELLAS.
Vueltos de Cimpacingo, que así se dice, con bastimentos y muy contentos en dejallos de paz, hallamos en el Real corrillo y pláticas sobre los grandísimos peligros en que cada dia estábamos en aquella guerra, y cuando llegamos avivaron más las pláticas; y los que más en ello hablaban é insistian, eran los que en la isla de Cuba dejaban sus casas y repartimientos de indios, y juntáronse hasta siete dellos, que aquí no quiero nombrar por su honor, y fueron al rancho y aposento de Cortés.
Y uno dellos, que habló por todos, que tenia buena expresiva, y aun tenia bien en la memoria lo que habia de proponer, dijo como á manera de aconsejarle á Cortés, que mirase cuál andábamos malamente heridos y flacos y corridos, y los grandes trabajos que teniamos, así de noche con velas y con espías, y rondas y corredores del campo, como de dia é de noche peleando; y que por la cuenta que han echado, que desde que salimos de Cuba que faltaban ya sobre cincuenta y cinco compañeros, y que no sabemos de los de la Villa-Rica que dejamos poblados; é que pues Dios nos habia dado vitoria en las batallas y rencuentros que desde que venimos en aquella provincia habiamos habido, y con su gran misericordia nos sustenia, que no le debiamos tentar tantas veces; é que no quiera ser peor que Pedro Carbonero, que nos habia metido en parte que no se esperaba; si no, que un dia ó otro habiamos de ser sacrificados á los ídolos; lo cual plega Dios tal no permita; é que seria bueno volver á nuestra villa, y que en la fortaleza que hicimos, y entre los pueblos de los totonaques, nuestros amigos, nos estariamos hasta que hiciésemos un navío que fuese á dar mandado á Diego Velazquez y á otras partes é islas para que nos enviasen socorro é ayudas.
É que ahora fueran buenos los navíos que dimos con todos al través, ó que se quedaran siquiera dos dellos para la necesidad si ocurriese, y que sin dalles parte dello ni de cosa ninguna, por consejo de quien no sabe considerar las cosas de fortuna, mandó dar con todos al través; y que plegue á Dios que él y los que tal consejo le dieron no se arrepientan dello; y que ya no podiamos sufrir la carga, cuanto más muchas sobrecargas, y que andábamos peores que bestias; porque á las bestias que han hecho sus jornadas las quitan las albardas y les dan de comer y reposan, y que nosotros de dia y de noche siempre andamos cargados de armas y calzados; y más le dijeron, que mirase en todas las historias, así de romanos como las de Alejandro ni de otros capitanes de los muy nombrados que en el mundo ha habido, no se atrevieron á dar con los navíos al través, y con tan poca gente meterse en tan grandes poblaciones y de muchos guerreros, como él ha hecho, y que parece que es autor de su muerte y de la de todos nosotros.
É que quiera conservar su vida y las nuestras, y que luego nos volviésemos á la Villa-Rica, pues estaba de paz la tierra; y que no se lo habian dicho hasta entónces porque no han visto tiempo para ello, por los muchos guerreros que teniamos cada dia por delante y en los lados; y pues ya no tornaban de nuevo, los cuales creian que volverian, y pues Xicotenga con su gran poder no nos ha venido á buscar aquellos tres dias pasados, que debe estar allegando gente, y que no debiamos aguardar otra como las pasadas; y le dijeron otras cosas sobre el caso.
É viendo Cortés que se lo decian algo como soberbios, puesto que iba á manera de consejo, le respondió muy mansamente, y dijo que bien conocido tenia muchas cosas de las que habian dicho, é que á lo que ha visto y tiene creido, que en el universo no hubiese otros españoles más fuertes ni que con tanto ánimo hayan peleado ni pasado tan excesivos trabajos como nosotros; é que andar con las armas á cuestas á la continua, y velas, rondas y frios, que si así no lo hubiéramos hecho ya fuéramos perdidos, y que por salvar nuestras vidas, que aquellos trabajos y otros mayores habiamos de tomar; é dijo:
—«¿Para qué es, señores, contar en esto cosas de valentías, que verdaderamente nuestro Señor es servido ayudarnos? É que cuando se me acuerda vernos cercados de tantas capitanías de contrarios, y verles esgrimir sus montantes y andar tan junto de nosotros, ahora me pone grima, especial cuando nos mataron la yegua de una cuchillada, cuán perdidos y desbaratados estábamos, y entónces conocí vuestro muy grandísimo ánimo más que nunca; y pues Dios nos libró de tan gran peligro, que esperanza tenia en él que así habia de ser de allí adelante, pues en todos estos peligros no me conoceriades tener pereza, que en ellos me hallaba con vuestras mercedes.»
Y tuvo razon de lo decir, porque ciertamente en todas las batallas se hallaba de los primeros.
—«He querido, señores, traeros esto á la memoria, que pues nuestro Señor fué servido guardarnos, tengamos esperanza que así será de aquí adelante, pues desque entramos en la tierra, en todos los pueblos les predicamos la santa doctrina lo mejor que podemos, y les procuramos deshacer sus ídolos.
»Y pues que ya viamos que el capitan Xicotenga ni sus capitanías no parecian, y que de miedo no debian de osar volver, porque les debiéramos de hacer mala obra en las batallas pasadas, y que no podria juntar sus gentes, habiendo sido ya desbaratado tres veces, y que por esta causa tenia confianza en Dios y en su abogado señor San Pedro, que era fenecida la guerra de aquella provincia; y ahora, como habeis visto, traen de comer los de Cimpacingo y quedan de paz, y estos nuestros vecinos que están por aquí poblados en sus casas; y que en cuanto dar con los navíos al través, fué muy bien aconsejado, y que si no llamó á alguno dellos al consejo, como á otros caballeros, fué por lo que sintió en el arenal, que no lo quisiera ahora traer á la memoria; y que el acuerdo y consejo que ahora le dan y el que entónces le dieron es todo de una manera y todo uno, y que miren que hay otros muchos caballeros en el real que serán muy contrarios de lo que ahora piden y aconsejan, y que encaminemos siempre todas las cosas á Dios, y seguillas en su santo servicio será mejor.
»Y á lo que, señores, decis, que jamás capitanes romanos de los muy nombrados han acometido tan grandes hechos como nosotros, vuestras mercedes dicen verdad. É ahora en adelante, mediante Dios, dirán en las historias que desto harán memoria, mucho más que de los antepasados; pues, como he dicho, todas nuestras cosas en servicio de Dios y nuestro gran Emperador don Cárlos, y aun debajo de su recta justicia y cristiandad, serán ayudadas de la misericordia de Nuestro Señor, y nos sosterná que vamos de bien en mejor.
»Así que, señores, no es cosa bien acertada volver un paso atrás; que si nos viesen volver estas gentes y los que dejamos atrás de paz, las piedras se levantarian contra nosotros; y como ahora nos tienen por dioses y ídolos, que así nos llaman, nos juzgarian por muy cobardes y de pocas fuerzas.
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