1 ...7 8 9 11 12 13 ...29 De hecho. Cada vez que hago un ciclo, compro bastantes películas. Necesito verlas más de una vez.
Tú has sido por treinta y cinco años docente en la Facultad de Comunicación. ¿Cómo es la relación de los comunicadores con la educación?
Siempre existe una tensión. Un pequeño esquema, como una especie de diagrama de Venn. En el lado de la educación está el deber ser, una postura muy cercana a la educación tradicional: una conducta quieta y no opinar, contestar lo que el texto del profesor ha dicho.
Dijiste “deber ser”, ¿no?
El deber ser de las cosas. Lo políticamente correcto, cuando en la comunicación está la libertad de expresión, la profundidad. Un educador me criticaría, me diría que estoy viendo la educación tradicional y no la educación actual. Pero la escuela de hoy aún tiene muros. Por eso se habla de una educación que no está solamente en la escuela ni en la pizarra ni en el profesor. En Francia, se ensayó una escuela de transformadores de lenguaje, donde se propaga el encuentro entre la educación y los medios de comunicación.
¿La fórmula ideal sería una alianza entre educación y medios?
Así es. Entonces los profesores podrían contar con los materiales adecuados para ilustrar sus cursos, no retazos de material didáctico. Es un pecado utilizar un fragmento de una película o un poema para ejemplificar algo…
Tú señalas en un artículo que privilegias el cine por sobre otras expresiones artísticas gracias a su gran potencial estético. ¿Te parece el más poderoso?
Es que el cine viene a ser como un lenguaje cauce, pues recoge del teatro, de la pintura, de la arquitectura, de la danza, de la ópera. Tiene todo eso. Y, además, es cauce para que la televisión se suba al carro y para que las nuevas tecnologías también lo hagan.
No has mencionado la literatura…
La literatura, por supuesto. Mi tesis doctoral de Literatura de San Marcos iba a ser el cine de Eisenstein y Vallejo.
¿Ibas a tomar como referencia los textos periodísticos o los guiones de Vallejo?
Todos sus textos. Sí, hizo un guion muy hermoso donde Carlitos trata de matar a Charles Spencer Chaplin, el magnate. Lo trata de eliminar porque lo ha explotado.
Vallejo y Mariátegui escribieron textos muy valiosos sobre Chaplin.
Sí, claro.
Volviendo a la importancia del cine… ¿su poder también radica en el enorme acceso que tiene?
Claro. El cine, por ejemplo, se hace chiquito y se mete en la televisión. El cine está en internet, en YouTube. Está en los afiches, en el fotograma, en los personajes de la industria cinematográfica. Hasta en sus objetos: todavía son famosos los botines, el bastón y el sombrero de Chaplin.
Tú has citado a un gran cineasta francés, François Truffaut, cuando denuncia la vulgaridad y la insinceridad de las obras… Él es también un pedagogo del cine. ¿Cómo, qué criterios nos sirven para calificar una película? ¿Qué la hace valiosa y qué no?
El arte no puede ser encasillado. Es tan relativo, porque su juicio es subjetivo. Yo recuerdo mucho el estupor que causa cuando uno lee la historia del arte y ve que las obras que eran las más hermosas en un período, en el siguiente resultan repudiadas.
¿No crees que existan paradigmas que nos permitan señalar dónde podría ubicarse el buen cine?
Hay unos aspectos que ha recogido Desiderio Blanco de un libro que no tiene que ver con el cine, sino con la poesía: La poesía. Hacia la comprensión de lo poético (1951), de Johannes Pfeiffer, publicado por el Fondo de Cultura Económica. Allí hay unos planteamientos respecto a la obra y los criterios de necesidad, autenticidad, consistencia y originalidad. Esos criterios son los que yo he heredado de Desiderio y que he aplicado al lenguaje cinematográfico. Es tan importante la necesidad y la autenticidad, la consistencia y la coherencia… Yo les digo siempre a los chicos que un caldito no es una sopa, que necesita algo más para tener consistencia. O que la originalidad es ese toque especial que la hace distinta. Desiderio agregaba un poder más, que era el poder de las imágenes, la fluidez del lenguaje cinematográfico, donde una imagen llama a otra imagen. Es un encadenamiento que va formando el discurso cinematográfico.
EDUCACIÓN Y CINE
Vivimos hablando de las maravillas que nos ofrece el cine; sin embargo, ciento veinte años después de haber sido creado todavía no ingresa a los colegios. ¿A qué lo atribuyes?
A varias razones. Estuve estudiando el asunto a raíz de una investigación que hice para la Universidad de Lima. Primero, los profesores se quejan de que una película dura casi dos horas. Justamente comenté ahí el pecado de mostrar fragmentos o de mandar a ver la película en casa. Aunque prefiero lo último a ofrecer fragmentos…
Pero verla en casa no te garantiza…
Exacto. Lo que hacen los chicos es agarrar YouTube y van a las escenas más importantes de la película y ya está. No se dan cuenta de la riqueza que aporta una película. Por eso estoy haciendo ahora “CinEduca” en la Universidad Católica. La idea es convencer a los estudiantes, futuros educadores, y de paso a los profesores, de la riqueza que hay en el cine.
¿Qué recepción tienen en los futuros docentes?
Muy poca. He optado por otra manera: llevarlo a mi curso. Aquí mido la recepción que tiene en tres o cuatro aspectos. El primero es qué han sentido. He hecho un listado de sentimientos. Después, qué escena les ha gustado más. Yo doy las opciones y ellos marcan. Les pido que me expliquen por qué. Por ejemplo: terror, alegría, suspenso, emoción. Luego viene la apreciación de cuál es el personaje que más le ha impresionado y qué valores encuentran en la película. La última es cómo utilizarían didácticamente la película. Por ese lado es que tengo conquistados a mis colegas profesores.
¿No tocas nada de técnica o vocabulario cinematográfico?
Es lo que quiero hacer en el futuro. Por el momento solo trabajo el encuadre, o sea, la delimitación del espacio en el cine. Vemos cómo entra y sale el personaje… Entonces pregunto por qué la iluminación es de un modo u otro. Eso también lo trabajo en el cineclub de la Católica. Aquí entrego, como se hacía antes, una hoja con información sobre la película.
CÁTEDRA DE LA UNESCO
¿Es parecido a lo que hacías desde el 2003 en la Universidad de Lima, cuando conducías tu proyecto de cine y valores humanos con colegios de Lima? ¿Eran solo particulares o también colegios públicos?
En la Universidad de Lima se pensó únicamente en colegios particulares, y en chicos de tercero, cuarto y quinto de secundaria. Pronto me di cuenta de que los colegios particulares tenían su sala de cine, su sitio privilegiado. Así que venían algunos, no todos. Nuestra sala era un lugar para cien personas; entonces, empecé a invitar entre cincuenta y setenta de colegios particulares y otros tantos de colegios nacionales, parroquiales, cooperativos.
¿Cuáles eran los requisitos?
La primera cuestión que tuve con Óscar Quezada —que en ese tiempo era el decano de la facultad— era si les cobrábamos. Pedí que no, porque eran alumnos y profesores. Además, se trataba de imagen institucional y responsabilidad social. Aceptó. Teníamos nueve sesiones con la clausura en el primer semestre y diez con el cine debate. Las primeras sesiones eran explicaciones de elementos cinematográficos, siempre con cortometrajes y pequeños debates. Las presentaciones las hacíamos Chacho León, Julio Hevia o yo. El debate lo conducía siempre yo. Al final los chicos concursaban, rendían una prueba escrita con base en un cortometraje o largometraje que les pasaba.
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