—Dani, Dani... —me llama Alejandro. Salgo de mi ensoñación—. Dani... —me tiende la mano para que me levante. Lo hago, me tiemblan las rodillas, pero consigo tenerme en pie a duras penas—. Te presento a Álvaro...
Sí, ya nos conocemos. Nos enamoramos hace muchos años, me destrozó el corazón, me dejó embarazada y desapareció. No lo he vuelto a ver jamás. Hasta hace un par de días. Por cierto, me ha dicho que me sigue queriendo y está tratando de comprobar si sigo sintiendo algo por él y de convencerme para que no deje de trabajar en la galería, donde puede controlarme y tenerme cerca. Alejandro sigue haciendo las presentaciones.
—Mi hermano, Álvaro. Ella es Daniel, mi futura esposa —¿qué?
¿Qué?
¿Qué?
¡¡¿Qué?!!
¿Ha dicho hermano?
¿Ha dicho esposa?
Por favor, las bombas informativas de una en una.
Todo comienza a darme vueltas y me encuentro bastante mareada. Alejandro se da cuenta y me sienta sobre su regazo. Me da un poco de agua y bebo.
—Estoy bien —balbuceo.
—No estás bien. Nos vamos a casa.
—En serio. No ha sido nada.
Le sonrió y se tranquiliza. Me besa sin importarle que estemos acompañados y se levanta conmigo aún en brazos. Me deja sobre mi silla y se sienta junto a mí. Miro hacia mi izquierda y Álvaro se está sentando a mi otro lado y frente a su hermano. «Su hermano». Tengo que digerirlo rápido.
Intenta sonreír, pero no le llega a los ojos, no puede esconder lo contrariado que está. Desde luego, no esperaba encontrarme aquí. Ya somos dos. Alejandro vuelve a acercarse a mí, me da un corto beso, esta vez en la mejilla y me dice bajito que en cuanto quiera nos vamos.
—No hace falta —le contesto intentando no parecer contrariada. Álvaro nos mira y no puede ocultar la sorpresa. Tampoco puede esconder el rechinar de sus dientes.
—Vaya. No sabía que tuvieras novia. Y, mucho menos, que fueras a casarte. Han cazado al indomable Alejandro Fernández —sonríe, o al menos lo intenta. Y, sin apartar su mirada de mí, sigue—. Enhorabuena, es una preciosidad —se me corta la respiración, muevo compulsivamente las manos y centro mi atención en el bordado de las servilletas.
—Lo sé. Tengo mucha suerte —deja de mirarme y se pone serio. Mira a su hermano amenazante—. Y es toda mía. Ni se te ocurra acercarte a ella. Sigue revoloteando alrededor de esas modelos que te persiguen —y ensancha una sonrisa sincera reflejándola en sus ojos, feliz de tener a su hermano cerca. Pero sé que lo ha dicho muy en serio. Aplastaría a cualquiera que osara tocarme. Ya lo ha hecho antes. No es una simple advertencia. Dios mío, si se entera de algo... Caigo en la cuenta.
Código rojo,
código rojo,
¡código rojo!
Tengo que hablar con Sara urgentemente. Necesito que me aconseje sobre qué hacer. No sé cómo le sentaría a Alejandro conocer la historia al detalle, aunque me preocupa más cómo le sentaría enterarse por otra boca sin que yo haya tenido la oportunidad de explicárselo. Pero ahora mismo no me siento capaz de sumar dos más dos, y mucho menos daría con la forma de relatar el drama ni aún con un guión delante.
«Relájate, Dani. Disimula. No es el momento de atragantarse y ahogarte con hueso de aceituna».
—Tranquilo, tío. Jamás se me ocurrirá tocar algo que te pertenece —sonríe, pero no le llega a los ojos. Se miran.
—Me alegro de verte —le dice sincero Alex.
—No te pongas sensible. No lo aguantaría —rompen en carcajadas. Esta vez, totalmente sinceras.
Y me doy cuenta de la nueva faceta que estoy descubriendo de mi dios del sexo. Relajado, sonriente, sin preocupaciones, feliz. Parece mucho más joven de lo que es. En un ambiente distendido, sin negocios, llamadas..., se muestra mucho más atractivo, si eso fuera posible. En segundos aparto mi mirada obnubilada de él y tomo conciencia de lo que realmente está sucediendo.
Mientras hablan entre ellos, yo no puedo dejar de pensar en lo mal que puede terminar esto para todas las partes. Son hermanos, por dios, y lo último que quiero es que tengan problemas por mi culpa.
En ese momento el teléfono de Alejandro vuelve a sonar. Tras mirarlo, se disculpa diciendo que sólo será un momento y sale del reservado para poder hablar, dejándonos solos a Álvaro y a mí. Intento parecer tranquila y le sonrío tímida. Mi cuerpo se alerta en cuanto este atrapa mi mano izquierda que reposa sobre la mesa con la suya. Se está pasando. Intento apartarla, pero no me deja. La aprieta fuerte. Lo miro a los ojos encolerizada sin saber a qué coño está jugando.
—Suéltame. Has prometido a tu hermano que no me tocarías. Veo que no has cambiado nada —escupo dolida.
—No te equivoques —susurra y sin atisbo de dudas atrapa mi mirada y se acerca demasiado—. Tú no le perteneces. Olvidas que fuiste mía mucho antes que de él.
Se me corta la respiración y siento como si alguien tirara de una alfombra bajo mis pies. Estoy totalmente desubicada. Perdida. Esto no está bien. Y, por mucho que lo imagino, no encuentro un final feliz para ninguno de los tres.
26
SOY TUYA
—Por favor —suplico—, estás jugando sucio —vuelvo a tirar de mi mano sin conseguir soltarme del agarre de Álvaro.
—Él tampoco juega limpio, te lo aseguro —dice a escasos centímetros de mi boca —¿qué querrá decir con eso?
—Tú… sabías…
—Por supuesto que no. Sólo quería que conociera a alguien especial —sus ojos brillan—. Dani, yo…
En ese mismo instante escuchamos pasos en el pasillo. Alejandro se despide de quien hablara por teléfono. Álvaro se aparta de mí justo un momento antes de que su hermano aparezca por la puerta mientras guarda el móvil en el bolsillo interior de su chaqueta. Mi cara lo alerta de lo nerviosa que me encuentro y, antes de sentarse, se acerca y se arrodilla junto a mí.
—¿Te encuentras bien? —me recompongo y lo miro intentando esbozar una sonrisa. No sé si lo consigo.
—No es nada. Sólo estoy un poco cansada.
—Cenamos y te meto en la cama —me da un corto pero cálido beso que consigue tranquilizarme un poco y vuelve a sentarse en su silla. Se gira ahora a su hermano.
—¿Habéis hablado ya sobre trabajo? —me empieza a arder el estómago y el fuego sube hasta mi garganta. No entiendo nada. ¿Sabe que nos hemos visto esta mañana?—. Álvaro es el dueño de la galería —me mira y sonríe—. Creo que trabajareis juntos durante algún tiempo —suspiro para mis adentros.
—Acabo de llegar a la ciudad. No he tenido tiempo de visitar D'ARTE todavía —«¡Será mentiroso!»—. Mañana por la mañana tengo intención de acercarme —dice clavando su mirada en la mía y enfatizando la palabra intención—, y, ¿cuándo será la boda? —Álvaro intenta parecer relajado sin conseguirlo.
—Pronto —asegura Alejandro.
Me supera la situación, me saca de mis casillas. No quiero engañarlo, pero tampoco estoy dispuesta a aguantar tantas sandeces. No puede decidir por sí mismo y sin más cuándo nos vamos a casar. Es más, no pienso hacerlo. No ahora mismo. Llevamos muy poco tiempo juntos. Y ni siquiera me lo ha consultado.
«Ni si quiera te lo ha pedido, Dani».
Eso. Arggg.
Estoy harta. No aguanto más. Me levanto como un resorte.
—Tengo que irme —ni me preocupo en buscar una excusa. Si no sabe lo que me pasa es que es demasiado tonto. Agarra mi mano y tira de ella.
—¿A dónde vas? —no quiero tener esta conversación delante de Álvaro. Ya le gritaré hasta quedarme afónica cuando estemos solos.
—A casa —no va a dejar que me vaya así como así. Decido dar pena, mi otra mejor opción. La primera, ahogarme con una aceituna, la he desechado antes—. Estoy un poco cansada —no debatirá si cree mi malestar. Y no miento, me estoy volviendo loca.
Читать дальше