—Puedes utilizar mi teléfono.
—Gracias. Pero necesito tener acceso a mi agenda.
Me levanta y, de nuevo en sus brazos, me lleva a la habitación mientras me besa el cuello.
—Necesito estar dentro de ti —lo repite varias veces durante el corto trayecto. Su erección me indica que está totalmente excitado, pero la expresión de sus ojos, el tono de su voz y su cuerpo me dicen que lo que realmente ansía es sentirse unido a mí de esa forma sobrehumana. Su cuerpo demanda de manera urgente el mío como si lo necesitara para no perder la cabeza. Yo siento lo mismo. Y cuando eso ocurre, todo lo demás no importa. Me llena y el placer es infinito, pero nada que ver con lo que llega a sentir mi alma. Se infla y se eleva, resplandece, se siente libre, pero a la vez parte de alguien. Es la sensación más plena que todo mi yo ha experimentado.
Me siento en una silla de la cocina, pongo a cargar el móvil y lo dejo sobre la mesa. Necesito beber agua así que, mientras espero a que cargue lo bastante para poderlo encender, abro el frigorífico, cojo una botella y bebo. Después de lo que acabamos de hacer en la habitación del placer, termino con ella de un trago.
Vuelvo a sentarme y enciendo el terminal. Tengo cinco llamadas perdidas de mi hermano. Son de las últimas veinticuatro horas. Decido escribir un mensaje a Sara y después llamar a Fernando. Abro la aplicación de WhatsApp y empiezo a escribir. En ello estoy cuando el teléfono empieza a vibrar en mi mano. Descuelgo.
—Hola, Fernando.
—¡Dani! —suspira— ¿Estás bien?
—Sí...
—Por favor —me corta—, dime que no estás con Alejandro Fernández.
—No estoy con Alejandro Fernández —miento. Esta vez no me ha costado tanto y, para mi sorpresa, no tengo remordimientos. Prácticamente no he mentido. No está aquí conmigo en estos momentos y no estamos saliendo, al menos, eso creo. Y de todas formas sólo he repetido palabra por palabra lo que me ha ordenado. Acabo de descubrir que tengo otro don. Coger una lógica aplastante, darle la vuelta y hacer que parezca lo que yo deseo. Porque lo parece, ¿no?
—Escucha. No puedo hablar ahora. Estoy embarcando en estos momentos en el aeropuerto. Estaré una semana en Indonesia. Te lo explicaré todo cuando vuelva, pero, por favor, prométeme que no te acercarás a él —habla de manera atropellada, suplicándome, no entiendo por qué, pero es así—. No me iría en estos momentos si tuviera otra opción.
No tiene de qué preocuparse, pero está a punto de colgar y no tengo tiempo de explicarle nada. Ya le contaré todo lo que me ocurre cuando vuelva de su viaje de negocios, así que lo sereno.
—Tranquilo. Todo está bien. Nos vemos cuando vuelvas.
Nos despedimos. Vuelve a repetir que me cuide y tenga cuidado y colgamos. Termino de escribir el mensaje a Sara. Le pregunto si está bien y le digo que no sé cuando volveré a casa. Me contesta al instante: "Estoy bien. Tu hermano ha estado aquí esta tarde. Estaba muy preocupado. Quería hablar contigo, saber dónde estabas".
No entiendo su preocupación. Alejandro no le gusta, eso está bastante claro, pero nunca le han gustado mis ligues, no es nada nuevo. Así que no me extraño de nada. Estoy pensando sobre cómo Fernando se ha podido enterar de mi historia con Alex cuando este me abraza por detrás y me besa el cuello. Puede que tenga alguna idea de cómo mi hermano ha averiguado que nos vemos, al fin y al cabo ellos tienen una relación, algún tipo de negocio entre manos por el que ni he preguntado porque, de todas formas, no me iba a enterar de nada.
—Acabo de hablar con mi hermano —digo sin más.
Deja de besarme y se pone tenso, demasiado tenso. Puedo notar la dureza de su cuerpo, la rigidez de sus músculos y cómo, durante una milésima de segundo, deja de respirar. Intenta que no se lo note, pero es demasiado tarde. Aquí hay gato encerrado y yo pienso abrir la jaula y dejarlo salir. Me giro y me pongo frente a él. Quiero verle la cara.
—Sabe que estamos... que nos vemos.
Su cara no cambia, pero eso no quiere decir nada. Es un respetable hombre de negocios. Supongo que saber mentir y, para sobrevivir en ese mundo, lo primero que aprendió sería a poner cara de póker.
—Nos vemos... —repite. Me atrae de nuevo hacia él, me vuelve a abrazar y esparce un reguero de deliciosos besos desde mi oreja hasta la garganta. Está intentando distraerme. Intento separarme.
—No vas a entretenerme... —sube por el cuello—. Dime cómo puede saberlo —atrapa mi labio inferior.
—No nos estamos viendo... —muerde ahora mi labio superior—. Estamos juntos.
Un momento, ahora sí que ha conseguido que Fernando pase a un segundo o tercer plano. Estamos... ¿juntos? Lo aparto de un empujón.
—¿Qué significa eso? —pregunto.
—Que tú y yo estamos saliendo. Creo que está claro —se está riendo de mí, lo tendrá claro él, yo ni de lejos.
—Pues lo tendrás claro tú —casi chillo.
—Vamos a hablar sin rodeos. Esta conversación se está demorando demasiado —vuelve a agarrarme de la cintura y pega nuestros cuerpos a la altura de las ingles—. Cuando quiero algo... —susurra— y lo consigo..., no lo dejo escapar. Y yo te quiero... a ti.
Dejo de respirar durante unos instantes. Sigue.
—¿Me quieres... tú a mí?
No voy a negar nada. Esta situación no tiene vuelta atrás.
—Sí... te quiero... a ti —estoy completamente enamorada de ti, idiota, me digo.
Nos movemos sobre arenas movedizas. Utilizando un juego de palabras muy peligroso, pero ha empezado él. Cuando esto nos explote en la cara, podré echarle las culpas de las posibles consecuencias que pueda tener.
Estoy en una nube. Me quiere a mí. Pero, ¿me quiere a su lado o me quiere de QUERER? Eso no ha quedado muy claro. Yo ansío que me quiera. Y que no me deje nunca. Y que no me haga daño. Y que no me separe de él... y casarnos, y tener dos niños... un niño y una niña... Desvarío.
«Se te está yendo la pinza».
Lo sé.
Me coge en brazos. Cerca de él, mis pies no tocan mucho el suelo.
—Necesito volver a estar dentro de ti —ruge salvaje.
Yo también necesito tenerlo dentro, así que no pongo ningún inconveniente aunque haya pasado tan sólo una hora desde que salió de mí. Mi cuerpo me pide a gritos su roce.
Él es lo que más me llena. Y no me refiero sólo a físicamente.
16
HABLA CONMIGO
Cinco años y medio antes.
Un calvario, así ha sido el último mes. Álvaro ha desaparecido. Está completamente perdido. Nos hemos visto casi todos lo días, en la facultad a la que vamos juntos la mayoría de las veces, pero no es la persona que conocí. No sonríe, no hace bromas, no me mira, no me dice que me quiere, aunque sé que aún lo siente. Alguna vez veo que me observa y se me parte el alma, parece que le duela tenerme cerca. Me desgarra el corazón cada vez que se hunde un poco más. Está destrozado y no sé cómo puedo ayudarlo. Me desquicia, me vuelve loca no saber qué hacer. Me da mucho miedo plantearme esto, pero si no quiere estar conmigo, ¿por qué no me deja de una vez? No me permite acercarme, no me deja quererle, casi ni nos vemos... ¿por qué no me aparta de su vida para siempre? Reconozco que yo no consiento que se aleje demasiado. Cuando creo que eso va a ocurrir, lo agarro fuerte y no lo dejo marchar, pero él nunca ha insistido en irse, ni siquiera lo ha insinuado. Hay días, los menos, que vuelve a mí durante unos breves instantes. Lo siento cerca y mi corazón se llena. Pero en lo que tarda un pájaro en batir las alas, lo vuelvo a perder y la oscura soledad vuelve a hacer acto de presencia.
—¡Dani! —Marta se sienta junto a mí en el banco en el que me encuentro. He salido de clase a tomar un poco el aire. Es una compañera. Los últimos meses hemos estado bastante tiempo juntas. Álvaro no quiere ni realizar los trabajos en grupo conmigo, así que me he tenido que buscar otros compañeros.
Читать дальше