«Hay silencio que matan» y matan porque no son silencios auténticos, son mutismo, control programado de ruidos, tensión y rigidez mental, mordaza en mis labios para no hablar, control emocional angustioso, silencios que distancian la comunicación y violentan la convivencia.
Estos «silencios que matan» son silencios falsos, porque matan, crean tensión, agobian, endurecen, aplastan, distancian de los demás, bloquean la comunicación, encierran en la cárcel mental lo más creativo, humano y divino de la persona.
El silencio, el verdadero silencio, es un tesoro, es una riqueza infinita. Es un tesoro…, escondido, claro, como todo tesoro. Y como todo tesoro escondido, hay que buscarlo, sí, buscarlo seducido desde dentro del alma, como algo que te va a devolver la vida, como busca el sediento un vaso de agua cristalina y pura.
El verdadero silencio es un tesoro infinito, es un misterio que se esconde en la otra orilla de la experiencia humana, donde percibimos la caricia divina del paraíso perdido.
Sí, el silencio verdadero y auténtico existe. Existe aquí y ahora, más allá de los límites de nuestras idas y venidas.
El silencio existe más allá de nuestros parloteos mentales, de nuestros altibajos emocionales, más allá de nuestras situaciones de la vida diaria.
El silencio es un tesoro escondido en mitad de ese campo donde desarrollamos nuestras tareas y trabajos, en mitad de las calles y plazas de nuestra ciudad y en mitad de las habitaciones de nuestra casa.
El silencio es un tesoro infinito y sagrado, es un misterio más allá de nuestras palabras y silencios, más allá de nuestra convivencia y en mitad de ella, porque es un misterio escondido en el centro del ser de cada cosa, de cada persona, de cada situación, como una presencia silenciosa de Dios.
El silencio es un tesoro, es ese misterio que nos toca el alma, nos sonríe con la misma música de Dios, nos silencia hasta el fondo del alma y nos sumerge en Dios.
El silencio es un tesoro escondido, es un misterio que tenemos que descubrir en una búsqueda constante como el sediento busca saciar su sed.
El silencio es un tesoro, es un misterio que nos seduce, nos enamora, toca nuestro corazón, despertando nuestra sed infinita de Dios.
Señor, tengo sed de silencio,
tengo sed de tu silencio.
Señor, silénciame...
Señor, silencia los ruidos de mi cuerpo, de mi mente y de mi corazón.
Señor, tengo sed de vivir el silencio,
tengo sed de encontrar el silencio,
tengo sed de saborear el silencio.
Señor, silénciame…
Señor, dame a gustar el silencio.
Señor, que escuche tu silencio.
Señor, que tu silencio hable a mi corazón,
que tu silencio silencie mi alma,
que tu silencio llene mi alma de ti.
Señor, que tu presencia silenciosa
me enamore
y me disuelva en ti.
Señor, silénciame…
13. Pensamientos del viento 2
A veces, las palabras oscurecen
y las explicaciones revuelven.
El silencio serena y libera siempre.
Las discusiones alteran y distancian,
El silencio siempre sosiega y unifica.
Permanece atento...
y escucha más allá de lo que oyes,
percibe más allá de lo que ves,
siente más allá de lo que tocas...
Permanece atento y...
escucharás lo que no se oye,
percibirás lo que no se ve,
sentirás lo que no se toca,
intuirás el misterio esencial de toda criatura...
14. El silencio y el despertar interior
Cuando el silencio habla,
la vida se transforma…
Cuando el silencio
no es evasión ni huída,
no es alejarme de nada ni cerrar mis ojos,
no es taparme los oídos,
no es esconderme de los sonidos…,
sino apertura de mi mente silenciosa
y de mi atención amorosa,
la vida se transforma…
Cuando el silencio
no es evasión ni huída,
cuando el silencio es silencio
de mi mente, de mi cuerpo y de mi corazón,
la vida se transforma…
Cuando el silencio
es silencio de verdad,
cuando el silencio
es silencio mío y de todo mi ser,
cuando el silencio
es liberación de ruidos de mi cuerpo
de mi mente y de mi corazón,
cuando el silencio
es silencio que despeja mi mente
y despierta mi atención consciente,
cuando el silencio es silencio de verdad,
la vida se transforma…
Cuando el silencio es silencio
de mi mente, de mi cuerpo y de mi corazón,
se esponja mi alma,
se aquieta mi corazón,
se disuelve mi cuerpo,
se ensancha el espacio interior,
aparece la quietud interior,
se sonríe mi alma,
se armonizan los gestos de mis manos,
se ablandan mi frente y mis mejillas,
se dibuja una sonrisa en mi rostro,
se dilata el amor de mi corazón,
aparece la humildad de mi nada y de mi todo.
se disuelve la oscuridad
y aflora la luz de la consciencia,
se enraíza el ser mi ser,
se asienta mi existencia en el silencio envolvente
que acaricia la vida.
Cuando el silencio es silencio de todo mi ser,
me disuelvo en el silencio amoroso de Dios…
15. Saber callar
Comienza a callar,
empieza a caminar
por la orilla del silencio,
bordea los caminos
de tu propio silencio.
Adéntrate en la consciencia
de tu cuerpo y de tu mente,
vive la quietud de tus sentidos y respira la vida de tu cuerpo.
Descubre el bullicio de tu mente,
acalla las idas y venidas
de tus ideas y recuerdos,
despierta tu atención serena.
Desde tu quietud y silencio,
observa despierto
objetos y personas,
escucha su silencio y su palabra.
En medio del ruido,
escucha;
en medio de las gentes,
observa;
en medio de la vida,
permanece atento y silencioso.
Al final, siempre es mejor callar...
Acoge y vive desde el fondo,
la vida que fluye siempre
en el fondo de toda vida...
Al final, mejor es callar...
siempre escuchar es mejor,
siempre enriquece tu hogar
acoger en silencio a los demás.
Escucha, escucha siempre,
calla, calla en cada instante,
vive abierto a tu presencia,
descubre la presencia de Dios ahora.
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