Si pensamos en términos regionales, es preciso señalar que el psicoanálisis llego muy temprano al continente, a Brasil específicamente, en el año 1899. El médico y fundador de la psiquiatría brasileña Juliano Moreira, citaba por esa época a Freud en sus clases en la Universidad de Bahía (Russo, 2012) 74. De hecho, existió en el Hospital de Alienados, bajo la dirección de Moreira entre los años 1903 y 1930, una guardia psicoanalítica (Plotkin, 2009b). Incluso, en el año 1927 se creó una sociedad psicoanalítica reconocida por la Sociedad Internacional de Psicoanálisis (I.P.A), la que aunque tuvo corta vida publicó su propia revista. Así, tal como lo plantea Jane Russo el freudismo fue visto por los círculos médicos y parte de las elites locales, como una herramienta que permitiría que la nación siguiera el camino de la modernidad, haciendo que la sexualidad supuestamente descontrolada y perversa –presente como un rasgo constitutivo de la raza negra nativa– cambiara de meta hacia fines más adecuados gracias a la sublimación de los impulsos. El componente sexual de la teoría, entonces, era valorado como un factor explicativo y útil para los fines civilizatorios que las elites médicas y políticas se habían trazado. Ejemplo de esto son el libro del doctor Franco Da Rocha, de 1920, titulado O pansexualismo na doctrina de Freud 75quien destacó y simpatizó abiertamente con los postulados del psicoanálisis y el trabajo de Julio Porto-Carrero en la ciudad de Río de Janeiro. Parafraseando a Plotkin (2009c) psicoanálisis, en Brasil, era sinónimo de sexualidad.
Por otro lado, el factor sexual de la teoría psicoanalítica fue causa de rechazo por parte de los médicos argentinos. La influencia de la cultura francesa en el mundo trasandino marcó una tendencia que condicionó el comportamiento de los especialistas. Ellos toleraron al psicoanálisis más como una técnica que permitía la exploración de la psique que como una teoría acabada. El freudismo era fuertemente criticado considerándolo poco serio en términos científicos y con un excesivo énfasis en la sexualidad como único factor etiológico de las enfermedades mentales. Según Plotkin (2012), esta actitud reflejaba la fuerte influencia que el mundo galo tenía en la sociedad transandina de la época, la que alimentaba su retroceso ante las ideas freudianas. Los médicos argentinos, siguiendo a sus pares franceses, fueron muy críticos con los postulados freudianos. De esta manera, en la Argentina el psicoanálisis era descalificado por el factor en que en Brasil era valorado.
Lo interesante, además, es que en estos países se presenta una recepción múltiple del pensamiento de Freud, manifestándose de manera transversal en distintas zonas de la sociedad, a través de vías de recepción bien definidas y perfectamente reconocibles. En Brasil, por ejemplo, el psicoanálisis tuvo aparte de la psiquiatría, dos vías de ingreso y diseminación. Una de ellas fue la acción de un grupo artístico de vanguardia, quienes impulsaron el movimiento modernista brasileño, el que con sus particularidades, iban en la dirección contraria a la conducta manifestada por los médicos locales. Ellos exacerbaban aquellos elementos exóticos y salvajes presentes en la cultura brasileña en vez de reprimirlos o intentar sublimarlos. Por ejemplo, para Oswald de Andrade la sexualidad nativa era la fuerza y potencia creadora de la cultura local (Plotkin, 2011; 2009c). Otra vía fue la recepción de parte del gran público a través de una generosa serie de libros, programas de radio e inserciones del psicoanálisis en revistas populares (Russo, 2012).
El caso argentino, en cambio, detalla que en las vanguardias artísticas el psicoanálisis no tuvo mucha influencia durante las décadas del 20 y 30. El grupo relacionado con la publicación de la revista Martín Fierro fue más moderado que sus colegas brasileños, centrándose más que nada en una renovación estética, dejando así de lado alguna crítica a las condiciones sociales o políticas de ese tiempo. Su proyecto, que se tradujo en un manifiesto, tenía una fuerte postura antipsicológica por lo que el psicoanálisis no tuvo mucho lugar. Por otro lado, el discurso sobre la identidad estuvo centrada en las consecuencias de la oleada de inmigrantes que llegaron a residir a la Argentina, alterando significativamente el panorama cultural y social. Caso aparte lo constituyó Roberto Arlt, quien desde finales de la década del 20, incluyó referencias psicoanalíticas –alimentadas a partir de una visión amplia y popular del saber psicoanalítico donde eventos de la infancia de sus protagonistas eran factores explicativos de su conducta adulta– en novelas como Los siete locos (1929) y Los lanzallamas (1931). Esta ruta presentaba al psicoanálisis como un saber legitimado en la ciencia y al mismo tiempo una técnica para trabajar materiales psíquicos como los sueños.
Tal como se evidencia en estos dos casos, la recepción del psicoanálisis (u otro sistema de ideas y creencias transnacional) está íntimamente vinculada con las condiciones sociales, políticas y económicas del suelo de recepción (Plotkin, 2011), reflejando la relación íntima que el freudismo entabló con las condiciones específicas de los distintos suelos de recepción . Visto así, este elemento se organiza como un punto nodal para pensar la historia de la recepción del psicoanálisis en Chile, ya que como se verá más adelante, su interpretación y utilización dependió directamente de la visión de crisis que se tenía del país y de los chilenos. Chile, con sus aspiraciones de asemejarse a un país europeo, veía como una fuerte amenaza la serie de vicios y descalabros que afectaban al país a comienzos del siglo XX, y que ya venían asechándolo desde finales del siglo pasado.
Cabe destacar que ambos países tenían como telón de fondo a la teoría de la degeneración , también de origen francés, la que señalaba que las enfermedades mentales y otros graves trastornos tales como el alcoholismo, la prostitución y la delincuencia eran producto de antecedentes familiares trastocados, los que se expresaban en las nuevas generaciones en dosis cada vez más fuertes (Plotkin 2012; Huertas, 1987). Esta teoría, vale la pena mencionarlo, tuvo como particularidad el ayudar a sancionar varios de los problemas sociales que afectaban a varios países de la región.
2.2 La recepción del psicoanálisis y su vinculación con nuestra historia: el habitus nacional chileno.
Se sabe que las ideas viajan por el mundo, eso es un hecho indefectible y si se piensa en el psicoanálisis, este se constituye en un ejemplo claro de dicha circulación, recepción e implantación. En nuestro país, este proceso dependió claramente de las características particulares de nuestra historia nacional. Este no es un asunto simple, ya que conjuga dos dimensiones: el transporte transnacional del psicoanálisis y sus modos locales de aterrizaje. Ya esta articulación configura un interesante problema investigativo.
De este modo, entiendo la historia de la recepción del psicoanálisis en Chile como la articulación de estas dos dimensiones, punto nodal donde se generan los sellos distintivos del caso chileno en relación con la historia del psicoanálisis pensada en términos generales. La historia del psicoanálisis, siguiendo a Plotkin (2003a) es la historia de los múltiples procesos simultáneos de recepción, circulación e implantación en las distintas culturas y sociedades en los que ha tenido presencia. Así, el “ caso chileno ” es un ejemplo particular de este proceso. Lo especial de este punto de vista, es que descarta la posibilidad de que los receptores sean conceptualizados como agentes pasivos, percibidos como simples repetidores de ideas foráneas, las que aplican de manera exacta en el medio local. En Chile, la evidencia muestra que muchos de los lectores del psicoanálisis trataron de combinar los conceptos freudianos con las distintas tradiciones intelectuales que dominaban la escena nacional, presentándolo como perfectamente compatible con algunas de ellas, aunque tuvieran marcos conceptuales totalmente distintos. Un ejemplo dentro de varios, como se verá más adelante, fue la mixtura del psicoanálisis con la criminología de Lombroso y Ferri.
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