Frida en París, 1939
TURNER NOEMA
Frida en París, 1939
jaime moreno villarreal
Título:
Frida en París, 1939
© Jaime Moreno Villarreal, 2021
De esta edición:
© Turner Publicaciones SL, 2021
Diego de León, 30
28006 Madrid
www.turnerlibros.com
Primera edición: marzo de 2021
Diseño de la colección:
Enric Satué
Ilustración de cubierta:
Frida Kahlo, Autorretrato para el Dr. Eloesser, 1940 [Col. particular, Nueva York. Mary-Anne Martin/Fine Arts, Nueva York]
La investigación y escritura de este libro se realizaron con el apoyo de una beca del Sistema Nacional de Creadores de Arte de México
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ISBN: 978-84-17866-50-1
EISBN: 978-84-18428-89-0
DL: M-4671-2021
Impreso en España
La editorial agradece todos los comentarios y observaciones:
turner@turnerlibros.com
A María Esperanza Villarreal Elizondo
La brevísima aparición de Frida dejó a todos palpitantes como un montón de gusanos de seda que miraran pasar una locomotora a toda velocidad.
jacqueline lamba, carta a diego rivera, 30 y 31 de abril de 1939
índice
i El secreter de Frida
ii Frida en París
iii ¿Quién soy yo?
Agradecimientos
Bibliografía
créditos fotográficos
i
El secreter de Frida
Como objetos materiales, los libros de una biblioteca personal no sólo rinden información acerca de los gustos de lectura de sus propietarios. Huellas de uso, como una portada desprendida, una quemadura de cigarrillo, un número telefónico apuntado apresuradamente en la contratapa, despiertan datos sensibles sobre el paso del libro entre las manos. Otros signos abiertos son la etiqueta y el precio original de librería, la firma propietaria con la fecha, los dobleces de página, los subrayados, los comentarios en los márgenes y demás. Si los libros llevan dedicatorias, claro está que son de mayor interés las suscritas por el autor. Aparecen en la biblioteca personal también los libros de texto, los libros viejos de herencia familiar, otros propiedad de terceros que quizá fueron préstamos no devueltos o francos hurtos. En qué orden se agruparon en los estantes, cuál fue leído hasta quedar desencuadernado, qué otro nunca fue abierto, cuáles están repetidos en el conjunto…, esas bibliotecas aportan datos sensibles sobre el mundo y la subjetividad de sus propietarios.
La Casa Azul, hoy Museo Frida Kahlo, resguarda alrededor de 2,700 libros que pertenecieron a Frida y Diego Rivera, quienes, aunque mantuvieron libreros aparte, compartían lecturas. Entre tantos volúmenes, los escasos pero significativos que conciernen al surrealismo aportan información reveladora acerca de la relación de Frida Kahlo con ese movimiento, del que mucho quiso desligarse. En la que fuera su habitación, se alza al pie de la cama un secreter con un librerito cimero. Por norma curatorial, los libros resguardados tras su vitrina se han conservado como Frida los dejó. Puede suponerse que tenerlos a mano, a dos pasos del lecho, debió ser de su mayor interés, como lo revelan los folletos y volúmenes de medicina arrimados en el estante medio, junto a revistas y libros de política, sin que falten los de poesía. En el rincón inferior derecho del librero se halla una selecta colección de publicaciones surrealistas. Se sabe cuánto renegó Frida Kahlo de su cercanía con el surrealismo, pero ese rechazo no obstó para que mantuviera una consciente afinidad con el movimiento, orientada en particular a su iconografía. En la colección se encuentran catálogos de exposiciones y ejemplares de revistas, así como algunos libros y plaquettes que le fueron obsequiados por André Breton, Wolfgang Paalen, Alice Rahon y Benjamin Péret. Otros impresos pudieron ser reunidos por la pintora tanto en México como en Nueva York, entre ellos el catálogo The Endless Enigma de Salvador Dalí publicado por la Julien Levy Gallery de Nueva York, en 1939; el catálogo de la Exposición Internacional del Surrealismo en la Galería de Arte Mexicano, 1940; el catálogo de la exposición First Papers of Surrealism, curada por Breton y Marcel Duchamp en Nueva York, 1942; y la revista Dyn, editada por Paalen en México de 1942 a 1944. En contra de lo que hasta hace poco se suponía –debido a su machacada disconformidad con André Breton–, Frida se sintió más que atraída por un libro del poeta francés: la primera edición de Nadja, publicada en 1928, y dedicada por su autor a Frida y Diego. El estado del volumen muestra que fue consultado y releído.
En mueble aparte, en la biblioteca de Diego Rivera se halló el opúsculo ¿Qué es el surrealismo?,1 de André Breton. Como se sabe, en abril de 1938, a la llegada de Breton y su mujer Jacqueline Lamba a México, Rivera les ofreció hospedaje pues no contaron con apoyo económico de la embajada francesa. Frida y Diego acogieron a los Breton en sus casas modernistas de Palma y Altavista, en San Ángel, construidas unos años antes por el pintor y arquitecto Juan O’Gorman. El móvil del viaje de André Breton había sido dictar cinco conferencias en la Universidad Nacional Autónoma de México, pero su intención secreta y central era conocer a León Trotski, quien se alojaba en la Casa Azul de Coyoacán, propiedad de Frida. Breton sólo pudo ofrecer la primera de sus conferencias en el Colegio de San Ildefonso, el 13 de mayo, pues se interpusieron al plan original las vacaciones de mayo y la renuncia del rector universitario Luis Chico Goerne. Luego del reiterado sabotaje a la presencia de Breton en la Universidad por presiones de los activos estalinistas que lograron al fin reventar el ciclo,2 Diego Rivera y algunos intelectuales cercanos al grupo de Contemporáneos le consiguieron dos fechas extra en la sala de conferencias del Palacio de Bellas Artes, el 21 y el 25 de junio. Habituado a disertar en público, cuando el escritor francés redactaba sus conferencias, y sobre todo si se trataba de hablar sobre el surrealismo, tejía en su argumentación fragmentos de sus propios libros, ensayos y artículos. Aquel ¿Qué es el surrealismo? que Diego conservó en su estantería recoge la conferencia homónima de 1935 dictada en Bruselas, que a Breton le fue muy útil siempre para labores de divulgación. Al cabo de su estancia en México, que se prolongó hasta el 1.º de agosto, le obsequió ese ejemplar a Diego el día en que se despidieron. Regresaba a Francia satisfecho de su experiencia mexicana y de su trato con Trotski, cuyo fruto fue la redacción conjunta del Manifiesto por un arte revolucionario e independiente. Su dedicatoria del opúsculo a mano:
A mi enorme y querido Diego Rivera, con el gran gusto de
haberlo conocido y en la imposibilidad de dejarlo.
André Breton
Ciudad de México, el inquietante día de mi partida
El ejemplar presenta desde su primera página numerosas tachaduras a lápiz rojo y tinta verde. Alguien pudo pensar que serían supresiones de un lector exasperado, quizá de Frida. Pero no, sencillamente comprueban la poda habitual que hacía Breton al verter párrafos completos de ése en otros textos, tal cual hizo en dos de sus conferencias mexicanas.
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