1 ...7 8 9 11 12 13 ...20 El entrenamiento era duro, y a veces odiábamos a Tom porque nunca nos dejaba descansar.
Ahora lo entiendo. A veces deseo que hubiera sido todavía más estricto con nosotros.
10
Nix se sentó con la espalda recargada contra el torcido tronco de un pino Bristlecone que se erguía sobre el claro a cuarenta metros del barranco. Abrazó contra su pecho a la niña, que seguía llorando y gritando. Benny se preguntó si la pequeña no habría enloquecido. Aquellos alaridos eran martillantes resquebrajaduras en su propia cordura.
Lilah se sentó en cuclillas entre la hierba alta a unos cuatro metros y observó fijamente a la niña con unos ojos vacíos en los que revoloteaban algunas sombras de tristeza. Benny alguna vez había escuchado a Tom referirse a ese tipo de mirada como “la mirada de los mil metros”. Cuando Chong intentó sentarse a su lado, Lilah sacó su cuchillo y lo encajó en el suelo entre los dos.
—Puedo ver que necesitas un momento de silencio —dijo él, y rápidamente se escabulló.
Poco a poco el tono tranquilizador y el abrazo reconfortante de Nix obraron su magia en la niña, y la pequeña se calmó hasta sólo emitir resoplidos. Nix le acariciaba el cabello.
—Cariño… ¿puedes decirme tu nombre? —le preguntó.
—E-E-E… —la niña trataba de decirlo, pero cada vez que lo intentaba, le daba hipo y sollozaba—. Eve —consiguió decir finalmente. Diminutas lágrimas como joyas lanzaban destellos en su rostro.
—Muy bien, Eve —dijo Nix con una voz que a Benny le recordó la de su madre. Suave, tranquilizadora y llena de certidumbre sobre lo que fuera que pasara a continuación. Una voz de padre—. ¿De dónde vienes?
Eve la miró con sus enormes ojos y después miró por encima de su hombro, como si pudiera ver sus propios recuerdos. Sus palabras salieron apresuradamente.
—Estaba persiguiendo a Ry-Ry, y me perdí porque había ángeles en el bosque, y de pronto la gente gris estaba ahí y corrí más y tropecé y me caí. ¿Dónde está mi maaaaamiiii?
Nix volvió a acercársela al pecho y el rostro de la niña desapareció bajo un remolino de rizos rojos.
—Shhh, tranquila, Eve. Todo va a estar bien. Vamos a encontrar a tu mami.
Benny miró a la niña acurrucada en los cálidos brazos de Nix. Él estaba mucho menos seguro de eso.
No estaba seguro de nada. Pensó en la cantidad de zoms que habían surgido del bosque.
No olvides la primera regla sobre Ruina, susurró la voz de Tom. Aquí afuera todo quiere matarte.
Benny cerró los ojos, e incluso ahora, lejos de la locura del barranco, no estaba para nada seguro de que la voz fuera un recuerdo o un fantasma.
O algo peor.
Por favor, que no sea yo, pensó Benny. Por favor, que no me esté volviendo loco.
El sol brillaba y las aves cantaban en los árboles y Benny hizo un gran esfuerzo para no gritar.
11
En un tono bajo, de manera que sólo Benny pudiera escucharlo, Chong murmuró:
—Qué día, ¿eh?
Benny se sobresaltó, y Chong le dedicó una mirada perpleja.
—¿Por qué estás tan nervioso?
Por un momento, Benny se preguntó si Chong podía leerle el pensamiento.
—Lo siento —dijo Benny cuando estuvo seguro de que sus palabras no saldrían ahogadas y enredadas—. Sí. Un día extraño.
Chong miró de reojo a Lilah y suspiró levemente.
—¿Sabes?, creo que me gustaba más estar en ese agujero. Lo único que los zoms querían hacer conmigo era comerme. Me parece que Lilah disfrutaría desollándome vivo.
Benny siguió su mirada y sonrió a medias.
—No eres tú, hombre.
—¿Qué?
—No está enojada contigo. Quiero decir, sí lo está… pero no más que de costumbre.
—Me caí allá, y tú sabes cómo se pone con ese asunto de que yo sea un torpe chico de pueblo y… —comenzó a decir Chong, pero Benny lo interrumpió.
—Es la niña. Creo que… se parece a Annie.
Chong hizo una mueca de dolor como si Benny le hubiera dado un puñetazo en la barriga.
—Oh, diablos…
—Sí.
Benny entendía el dolor de Lilah. Él y Tom habían aquietado a los zombis que alguna vez fueron sus padres. Pero Tom le había ayudado a superar el momento; y después, cuando éste falleció, Benny no había tenido que sufrir el horror de aquietar a su hermano. Tom no se reanimó. Sin embargo, Lilah había estado completamente sola con Annie. No tuvo un hermano mayor que la ayudara a sobrellevarlo. Benny era lo suficientemente sabio para entender que, sin importar lo malas que fueran sus propias experiencias, había algunas personas que las habían tenido peores.
Como si leyera sus pensamientos, Chong añadió:
—Daría cualquier cosa, ¿sabes? Para hacer que fuera distinto para ella.
—Sí, hombre. Lo sé.
Era algo que Benny comprendía profundamente, y se preguntó si había algo que él no daría para cambiar algunas de las cosas que habían sucedido. Por la madre de Nix. Por Nix misma. Por Tom.
Por sus padres.
Él y Chong anduvieron sin rumbo por sus respectivos corredores silenciosos de dolor personal mientras el sol recorría quemante el intenso cielo azul. Un par de monos araña parloteaba en los árboles. Benny los observó porque era más fácil que observar a Eve, quien seguía sollozando en los brazos de Nix. Suspiró, sintiéndose inmensamente inútil.
En el pueblo siempre había alguien para ayudar con los niños. Todo el pueblo cuidaba de los hijos de todos. Así había sido siempre, al menos en la experiencia de Benny. Nunca nadie habría dejado que un niño pequeño deambulara solo.
Nix seguía acariciando el cabello de la pequeña y murmurando palabras que Benny no alcanzaba a escuchar.
Eve era una niñita. Cinco años de edad. Indefensa.
Indefensa como había sido Annie.
Benny sintió el peso de la espada que colgaba de su hombro. El sable de Tom. Ahora suyo. Uno que casi había perdido.
Su rostro se sonrojó al pensar cómo Nix lo había echado del barranco y cómo Lilah había recuperado la espada. Eso estaba mal. No era la manera en que se suponía que las cosas tenían que funcionar.
Se sintió observado y volteó para descubrir que Chong lo miraba inquisitivamente.
—¿Qué? —preguntó Benny.
—¿En qué piensas? Parece como si le estuvieras dando vueltas a una idea.
—Nada —respondió Benny.
Chong suspiró.
—De hecho hay algo —aventuró Benny titubeante.
—¿Qué cosa?
—Cuando estaba en el barranco, me pareció escuchar algo.
—¿Como el sonido de ti mismo orinándote en los pantalones?
—Que gracioso… Como un motor, como el generador de manivela del hospital. ¿Ustedes… ustedes lo escucharon?
Chong negó con la cabeza.
—Yo no. Estaba dormido —entonces, sin quererlo, dijo algo muy poco amable—. Tal vez lo imaginaste. Ya sabes, el estrés y todo eso.
Benny se quedó mirando al frente y durante un momento no vio nada, excepto sombras que vagaban por el interior de su mente.
—Sí —dijo muy quedo—, loco, ¿eh?
Nix abrazaba a Eve y le besaba el cabello. Entonces la animó a beber de una cantimplora. Finalmente, la chica buscó la mirada del chico y asintió levemente.
Benny y Chong se aproximaron, pero no se sentaron demasiado cerca, advertidos por un rápido destello en los ojos de Nix. Benny se sentó con las piernas cruzadas al lado de Chong y esperó, mientras Eve los miraba tímidamente desde la protección de los brazos de Nix.
—¿Eve…? —comenzó a decir ésta con suavidad.
—¿Mmmm? —contestó la pequeña con una vocecita.
—¿Vives por aquí?
Eve se sorbió la nariz y sacudió la cabeza.
—Ellos nos persiguieron y… tuvimos que huir.
Auch, pensó Benny.
—¿Con quién huiste? —preguntó Nix. No era necesario preguntar de quién.
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